Siete poemas del pastor Manuel Corral Gea

Se comparten, por vez primera, unos textos poéticos escritos por el hermano Manuel Corral, pastor de la Iglesia Cristiana Evangélica de León

19 DE FEBRERO DE 2016 · 07:40

Manuel Corral leyendo sus poemas en Salanca. / Jacqueline Alencar,
Manuel Corral leyendo sus poemas en Salanca. / Jacqueline Alencar

Manuel Corral Gea nació en Barcelona (1948), de padres andaluces, y ha vivido, por motivos de trabajo y misión, en varios lugares de España, como San Sebastián y León. Precisamente, en León es pastor de la Iglesia Cristiana Evangélica y presidente de la Asociación Cultural Evangélica “Eduardo Turrall”, entidad que viene organizando, desde hace 12 años, los encuentros ‘Los poetas y Dios’.

Aunque desde su juventud se interesó por la poesía y es conocedor de buena parte de la poesía española, recién el año pasado se atrevió a hacer públicos sus textos poéticos, tanto en actos literarios organizados en Salamanca y León. Corral Gea es el secretario de los encuentros poéticos que se celebran en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes.

Las pinturas, de la serie Icthus, son de Miguel Elías, reconocido con el Premio Unamuno, Amigos de los Protestante, de P+D.

 

Pintura de la serie Ichtus. / Miguel Elías

 

AÑO NUEVO

 

Comienza un nuevo año

para el corazón errante.

Busco abrigo del rugido del viento

detrás del alféizar de Tu puerta

Huyo de la inclemencia

de un tiempo ya gastado

y de una lámpara sin llama.

Anhelo el calor de Tu mano amiga, 

porque puedo vislumbrar el trato

amable, dulce y fraterno

donde reponer el alma herida.

Después, abres  los tiernos brazos 

invitándome al sueño y al honor

del feliz banquete de tu Gracia.... 

Acerco más el fuego y desgrano mi relato,

libre de las influencias exteriores. 

Quiero decirte, Señor,

que de un lóbrego calabozo vuelvo,

donde cadenas la memoria ataba,

y rebusqué tu serena mirada,

perdido en lujuriosos tiempos.

Aquí estoy, mi Dios, abriendo la garganta

para desgarrar un grito de tu auxilio,

que no podrá silenciar el viento 

aunque aturda por un instante

la sabiduría del pensamiento...

Este es otro año ya nacido, 

con su sol, sus lluvias y sus nieves..... 

Ahora, es momento de vocear el silencio 

y nada nos apagará las voces....

¡Yo ya estoy dentro!

 

Pintura de la serie Ichtus. / Miguel Elías

 

 

CALENDARIO

 

He arrancado las hojas del calendario,

una y otra, día tras día, como fechas  caducadas,

sin percibir ninguna represalia

ni volver los perennes ojos

a tantos  amaneceres que se fueron.

El tiempo pasado guardó silencio,

sin traicionar la memoria,

aunque cobró su deuda en mi rostro ajado

de la noche fría del olvido,

por causa de  las abruptas sendas  intransitadas

y caminos ausentes y no explorados.

Ahora comienzo un nuevo año, 

sumiso, altivo y arrogante,

en el cristal que trasluce la esperanza,

mientras percibo la tenue llamada

de otras hojas que me ofrece el almanaque.

 

 

MEMORIA

 

Baño  mi memoria en recuerdos hermosos y agradables,

Y otros como flases de sueños no vividos, ajenos y extraños.

Cierro los ojos entre parpadeos, turbadores, tambaleantes,

como si fuese una película olvidada, y todo fue oscuridad…

 

La luz se volvía a abrir camino confundiendo a mis espectros,

para así despertar del letargo y cruzar a la otra orilla.

Lo haré,  rompiendo los extraños pensamientos en la rara noche,

y así abrir los ventanales a la vacía plaza  de enfrente

Otrora llena de silencios y penumbra

antes, iluminada de sonrisas infantiles.

 

Caminé por  habitación, y por un instante

se me ofreció vacilante y desconocida,

mientras la figura deslumbrante de la esposa 

recogía a mi lado un sereno reposo.

 

Mientras  cierro los ojos de nuevo, 

fatigados por la vela inoportuna,

para soñar amadas y cercanas realidades

de rostros, nombres, risas, voces y chanzas....

sonrío... ¡soy el abuelo soñador de sus nietos!

 

 

TU MIRADA

 

Tus ojos conducen mi mirada

la atrapan, como la tela de  araña.

Me inquieta tu fijación,  me arrastras,

seduces con tus ojos marrones.

¿Qué buscas, qué quieres, qué dices?

No puedo leer en tu insistencia, me exaspera,

tus labios frenan las palabras.

Esa luz que reflejas dispara mi inquietud.

Quizá tu mirada vale más que mil palabras,

pero leo los labios, no las miradas.

Comprendo la sonrisa, la mueca, el gesto, el guiño,

no lo que guardas tras la neblina arrebatada,

 

Será mejor, amor, que acompañes con verbo la mirada,

Si quieres decir algo, ¡habla!

 

Pintura de la serie Ichtus. / Miguel Elías

 

 

RECORDANDO A TERESA, LA ANDARIEGA

 

Señor,
necesito oír tu voz clara
para orientarme en el camino
y llegar a tu ventana, ver tu rostro,
perderme en tu mirada.

 

Pero grita, alza la voz, no te calles, 
aunque rompas tu garganta.

Te busqué desde las cumbres,
no te hallé en casa extraña,
recorrí los campos yermos, desolados,
silenciosos, tratando de escuchar el aire
porque aguardo tu llegada.

 

¡Ven Jesús!, que sin Ti todo me falta.
Porque te anhelo, Maestro, 
mientras tanto, aparejo 
en los lomos de la acémila mi carga.

 

 

EL SILENCIO

 

1.

Qué apartado estás, silencio.
Apenas te atisbo en el atardecer de la vida
y anhelo no prestar memoria al arrullo juguetón
que distrae el pensamiento del bálsamo de tu caricia.
Ah, silencio traidor, que huyes del amor sincero;
Que me abandonas en el oasis agresor
y en el crujir de las palmeras movidas por el siroco,
con el canto de las aves que cual edén gritan su júbilo
esperando ser señales dentro de un glorioso nombre.

Silencio ausente, vuelve a mí. Misterioso, envolvente,
que no te temo, y te deseo. Me turba tu ausencia.
necesito jugar contigo, llenarme de ti, como la noche de estrellas.
Trataré de protegerte, de mimarte para que no huyas.
De perderme en ti y no hallarme, como decía la santa.

 

2.

Soy deudor de los silencios,
extraños, ausentes, huidizos.
Cuando penetro en la espesura del bosque
me observas con miradas fugaces,
limpias, sin reproches ni condenas.
Mientras estoy lejos, escondido en la profundidad, 
solo con mis pensamientos repetidos.
Qué puedo decir de las ausencias? 
Nada, olvido los sueños no vividos, 
sin pedirte perdón, ¿de qué?
Si no estaba
es porque vagaba perdido en la ciudad de arena,
ajeno, en silencio, errante.
Temo más que me prives de tu mirada cómplice, 
a que me devuelvas en silencio a la batalla.
Reconozco que fallé. No soy dueño del tiempo, 
que te pertenece a ti, ¡oh mi amada! 
Y tienes prendas para estallar el universo.

 

 

BELTEJAR

 

Cierro los ojos y pienso,

con profunda afección.

Y abro mi mente al silencio,

mientras la brisa mece los chopos

y mi rostro lo refresca el viento.

Irrumpe la tarde sin sol.

 

En sosiego,

y bajo las sombras perennes del sueño,

se extravían mil cosas

con el pensamiento.

 

Pero vuelvo a  tu aroma,

Te anhelo. Me estremezco

esperando de tu aurora

el amanecer del sueño.

 

¡Beltejar, la de Soria!,

¡yo he bebido de ese viento! 

(1970)

 

 

Manuel Corral y Alfredo Pérez Alencart.  / Jacqueline Alencar

 

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