El Papa Bergoglio en México: nuevo show

La situación que atraviesa el país constituye el siempre vigente caldo de cultivo para exaltar el ánimo religioso de un pueblo cada vez menos católico, tal como lo demuestran estudios estadísticos recientes.

04 DE FEBRERO DE 2016 · 19:50

El Papa Francisco, en una visita a un país latinoamericano. / Agencias,Papa francisco
El Papa Francisco, en una visita a un país latinoamericano. / Agencias

La muy anunciada visita del actual obispo de Roma a México de los próximos días ha vuelto a producir sentimientos encontrados y análisis reiterados, de manera similar a las anteriores ocasiones en que el entusiasmo popular siempre rebasó las expectativas.

Lo cierto es que el hecho de que se trata del primer papa latinoamericano no ha sido un factor suficientemente explotado por los medios o los organizadores. Estos últimos han optado por repetir el esquema de las otras visitas, aunque no se percibe el furor de la época de Karol Wojtyla (1979, 1990, 1993, 1999 y 2002), quien con su carisma, sus gestos y sus expresiones despertó siempre gran pasión.

No sucedió lo mismo con Joseph Ratzinger en 2012, cuyo único viaje estuvo marcado por una fuerte polémica debido al caso de los abusos de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. En la ciudad de León, Guanajuato, fuerte bastión del catolicismo conservador, muy cerca de donde se encontraba el papa se presentó un libro sumamente crítico sobre Maciel. Asimismo, causó enorme decepción que no se reuniera con las víctimas de abuso y sus familias. Ese antecedente sigue pesando ante esta nueva visita, máxime por el pretendido perfil renovador con que se quiere presentar a Bergoglio, pero que no se ha comprobado totalmente en los hechos. Una nota de La Jornada se refiere a eso mismo (Blanche Petrich, “Víctimas de abuso sexual del clero, invisibles para organizadores de la visita de Francisco”, 3 de febrero de 2016, www.jornada.unam.mx/2016/02/03/politica/011n1pol).

Algo que ha llamado mucho la atención es la actitud de algunas autoridades y políticos, pues la obsequiosidad con que se han manifestado dista mucho del respeto a la laicidad del Estado afirmada constitucionalmente en los años recientes en el artículo 40, agregado que, según trascendió en su momento, fue resultado de una negociación con las cúpulas católicas a cambio de que el 24 estableciera la “libertad religiosa”, antigua reivindicación que mostró siempre la inconformidad hacia la libertad de cultos garantizada desde la segunda mitad del siglo XIX. A decir del sociólogo Roberto Blancarte, profesor de El Colegio de México y autor de una tesis doctoral sobre la historia del catolicismo en el país, los gobernantes que han mostrado un beneplácito excesivo por la visita de Bergoglio se han comportado como auténticos “funcionarios monaguillos”, pues no han desaprovechado la oportunidad de coquetear con las mayorías católicas para obtener beneficios. El caso de César Duarte, gobernador de Chihuahua es patético:

…quien ante la pregunta de un diario (24 horas) sobre si le preocupa el mensaje que dará el papa, contestó: “Al contrario, yo estoy entusiasmado de la visita del santo padre y estoy seguro que el mensaje que deje es un mensaje que tenemos que asumirlo todos en un compromiso de los retos que tiene nuestra sociedad”.

Sic y recontra sic. ¿O sea, el gobernador Duarte cree que parte de su trabajo es promover el compromiso de los ciudadanos con la fe católica? ¿Cree sinceramente que todos los ciudadanos de Chihuahua deberían asumir el mensaje que les dirigirá el papa? ¿Cómo se sentirán los cientos de miles de fieles de otras Iglesias ante este funcionario que abiertamente manifiesta su parcialidad en materia de creencias y que confunde su labor como funcionario con la de un monaguillo? (Milenio, 26 de enero de 2016, www.milenio.com/firmas/roberto_blancarte_perdon_pero/Funcionarios-monaguillos_18_672112793.html)

Tales actitudes, lejos de ser buenas señales para la población, sólo reproducen el viejo esquema de simulación que prevaleció durante décadas durante los gobiernos del PRI y recrean el burdo servilismo con que se comportaron los dos presidentes panistas anteriores a causa de su inocultable filiación religiosa. En los días cercanos al anuncio de esta nueva “visita apostólica”, algunos legisladores del filocatólico Partido Acción Nacional, sugirieron la posibilidad de que el papa presentase un discurso en el Senado, pero pronto fue desechada gracias a las críticas de los integrantes de otras bancadas.

El actual presidente de la República, formado en una institución ligada al Opus Dei, recibirá a Bergoglio en el Palacio Nacional en su calidad de Jefe de Estado, algo que nunca había sucedido. Muchos analistas consideran que este viaje papal no abonará mucho al régimen, especialmente porque se advirtieron algunas tensiones previas al anuncio del itinerario final debidas sobre todo a que se pensó que el papa podría presentarse en lugares incómodos como Guerrero, entidad adonde aconteció la desaparición forzada de 43 estudiantes en septiembre de 2014, asunto que sigue sin resolverse plenamente.

Varios grupos de activistas y organismos defensores de los derechos humanos opinaron que si Bergoglio se reunía con los padres de los desaparecidos eso sería un mal signo para este gobierno, empeñado como está en probar que es capaz de garantizar el apego a derecho y de castigar a los responsables, lo que no ha sucedido hasta el momento. Los fuertes desencuentros con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos son muestra fehaciente de esa dificultad.

Por otro lado, la situación que atraviesa el país, aquejado por la baja en los precios del petróleo y la gran depreciación de la moneda, además de la violencia desatada en varias regiones, constituye el siempre vigente caldo de cultivo para exaltar el ánimo religioso de un pueblo cada vez menos católico, tal como lo demuestran estudios estadísticos recientes.

Y es que, a diferencia de lo que ha hecho con representantes de otras iglesias en países como Italia, Suecia (donde asistirá en octubre próximo al inicio de los festejos por los 500 años de la Reforma Protestante) y Argentina durante su etapa episcopal, en México no habrá ninguna reunión formal con integrantes de iglesias protestantes o evangélicas, al parecer, como una muestra más de que no son vistas como interlocutoras válidas ni mucho menos como compañeras de camino, testimonio y misión. Todo ello a contracorriente de los avances en el diálogo ecuménico e interreligioso actual.

En Uruguay, por ejemplo, el Sínodo de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata que se reunirá en estos días, discutirá la petición de perdón de Bergoglio a las comunidades de esa tradición en Italia, donde fueron objeto de dolorosas persecuciones y masacres en siglos pasados. Especulando un poco, tal vez los grupos evangélicos mexicanos no tengan un espacio similar en la agenda papal por causa de su imparable crecimiento, en especial las vertientes pentecostales y neo-pentecostales, que tantos dolores de cabeza le está causando al Vaticano en toda América Latina, que se está “descatolizando” a pasos agigantados. Quizá sin relación con esta “mutación religiosa” (en palabras del experto Jean-Pierre Bastian) se encuentra el estado de Michoacán, en donde se reporta una pérdida de alrededor de 800 mil fieles en los últimos años (www.quadratin.com.mx/principal/Iglesia-Catolica-ha-perdido-mas-800-mil-creyentes-Michoacan/).

Asimismo, en Chiapas el papa argentino visitará la tumba del obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, en una especie de “rehabilitación” post mortem, luego de que en vida fue objeto durante mucho tiempo de duros ataques por su simpatía hacia la teología de la liberación y su defensa de los derechos de la población indígena, además de sus posturas ante la guerrilla neo-zapatista y los ministerios autóctonos. Es posible que ése sea el único gesto de apertura de este papa en México, cuyo origen geográfico sigue siendo motivo de esperanza para algunos y de decepción para otros.

De modo que el país tendrá que soportar, una vez más, el imparable bombardeo televisivo que tratará de reposicionar , así sea durante unos cuantos días, al catolicismo romano como religión capaz de levantar el ánimo de una población golpeada por la violencia, el narcotráfico y la carencia de expectativas ante el futuro inmediato, lo cual no es poca cosa, pues siempre que un gobierno permite concentrar las esperanzas en una instancia religiosa predominante en este caso, a posteriori se encarga de capitalizar los bienes simbólicos de salvación que ésta haya ofrecido. El mesianismo estrictamente religioso de turno cambia de signo para dejar su lugar a la forma en que las clases gobernantes manejan la realidad sin maquillajes ni modificaciones efectivas.

La visita del obispo de Roma será recordada, sobre todo, por los arreglos urgentes de las calles y plazas que lo recibirán con un mejor rostro, pero sin más profundidad que eso, a pesar de lo que digan los cronistas habilitados para resaltarla como un acontecimiento espiritual relevante, sin decir que en realidad se tratará de un show religioso más montado por los gobernantes y las cúpulas católicas.

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