Oro y plomo

El capellán exclamó para sí: Hoy ha venido la salvación a esta prisión. Un cuento de Antonio Cárdenas.

29 DE ENERO DE 2016 · 07:20

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Las muchas riquezas del capo Gilberto Ontiveros habían acabado por amargarle. Conseguirlas sin escrúpulos le acarreó enemistades para él y para su familia. Sus valores y principios eran harto contradictorios.

Combinaba el afecto a su familia con el trato cruel hacia sus lacayos. Amar y asesinar era un binomio con el que convivía sin aparente dificultad.

Pero de todos los finales posibles el peor no fue que lo encarcelaran. Una vez entre rejas, con más tiempo para reflexionar se dedicó a leer los Evangelios, concretamente la historia de Zaqueo.

Este hombre de corta estatura, tras el llamado de Jesús, decidió dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver por cuadriplicado lo defraudado en las recaudaciones. Tras su decisión Jesús exclamó: Hoy ha venido la salvación a esta casa.

Impresionado por esta historia, él también quiso corregir su trayectoria vital y, sin esperar más, se dirigió al capellán de la cárcel para decirle:

—Quiero dar un giro a mi vida, tal como hizo Zaqueo.

— ¿Quieres decir que estás dispuesto a dar la mitad de tus bienes a los pobres?

—No. Nada más salir de prisión les daré a los pobres todo mi plomo y me quedaré con el oro.

Al capellán no le sorprendió que se burlase de él, aunque no perdía la esperanza.

— ¿Todavía más plomo para tus víctimas y más oro para ti?— le dijo.

—No es ese oro ni ese plomo. El poco dinero que se necesita para comer y vestir es oro, pero a partir de esa cantidad es plomo pesado que ha destrozado mi vida y la de mis seres queridos. Viviré a partir de hoy con lo justo y seré feliz deshaciéndome del resto.

El capellán exclamó para sí: Hoy ha venido la salvación a esta prisión.

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