Libro de cheques del Banco de la Fe, de C.H. Spurgeon

Un devocional de CH.Spurgeon para todos los días del año, con breves comentarios basados en la experiencia.

31 DE DICIEMBRE DE 2015 · 22:10

Libro de cheques del Banco de la Fe, de Spurgeon,
Libro de cheques del Banco de la Fe, de Spurgeon
Un fragmento de "El rey pastor: lecciones de la vida de David", de Roger Ellsworth (Editorial Peregrino). Puede saber más sobre el libro aquí.
Leer más: http://protestantedigital.com/cultural/37922/El_Rey_pastor_lecciones_de_la_vida_de_David_de_Roger_Ellsworth

Un fragmento de "Libro de cheques del Banco de la Fe”, de C.H. Spurgeon (Editorial Peregrino, 2015). Puede saber más sobre el libro aquí.

Preciosas promesas para todos los días del año, con breves comentarios basados en la experiencia

1 de enero

«Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar». Génesis 3:15

Esta es la primera promesa que recibe el hombre caído. Contiene todo el evangelio, y es la esencia del pacto de la gracia. En gran medida se ha cumplido: el Señor Jesucristo, la simiente de la mujer, fue herido en su calcañar, ¡y qué terrible herida fue la suya! ¡Pero cuán terrible sería la herida mortal en la cabeza de la serpiente! Esta se produjo en realidad cuando Jesús quitó el pecado, venció la muerte y quebró el poder de Satanás; pero aguarda su cumplimiento pleno en la Segunda Venida del Señor y el Día del Juicio.

Para nosotros la promesa es una profecía de que seremos afligidos por el poder del mal en nuestra naturaleza humillada, y así heridos en nuestro calcañar; pero triunfaremos en Cristo, que pone su pie sobre la cabeza de la serpiente antigua. Durante este año, tal vez tendremos que experimentar la primera parte de esta promesa por las tentaciones del diablo y la crueldad de los impíos, que son su simiente.

Tal vez nos herirán de tal manera que cojearemos con nuestro calcañar dolorido; pero acojámonos a la segunda parte del versículo y así no desmayaremos. Regocijémonos por la fe en que aún hemos de reinar en Cristo, la simiente de la mujer.

2 de enero

«Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies». Génesis 16:20

Esta promesa viene bien después de la de ayer. Tenemos evidentemente que ser semejantes a nuestra Cabeza del Pacto, no solo en que él haya sido herido en el calcañar, sino también en su triunfo sobre el maligno. El dragón antiguo aún ha de ser herido bajo nuestros pies.

Los hermanos en Roma estaban afligidos por las contiendas en la iglesia; pero su Dios era el «Dios de paz», y les dio descanso en el alma. El gran enemigo hizo resbalar los pies de los imprudentes y engañó los corazones de los simples; pero aquellos a quienes había turbado tenían que vencerlo y aplastarlo.

Esta victoria no la alcanzaría el pueblo de Dios por su propia destreza o poder, sino que Dios mismo heriría a Satanás. Aunque este fuera quebrantado bajo los pies de los creyentes, sin embargo, la herida la infligiría solamente el Señor.

¡Aplastemos valientemente al tentador! No solo los espíritus inferiores, sino el mismo príncipe de las tinieblas tiene que caer delante de nosotros. Confiando plenamente en Dios, esperemos una victoria inmediata. «En breve», ¡qué palabra tan bienaventurada! ¡EN BREVE pondremos nuestro pie sobre la serpiente antigua! ¡Qué gozo nos traerá la victoria sobre el mal! ¡Qué deshonra para Satanás cuando vea su cabeza herida por pies humanos! Por fe en Jesús, aplastemos al tentador.

3 de enero

«La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia». Génesis 28:13

 

Portada del libro

Ninguna promesa es de interpretación particular; pertenece, no solamente a un santo, sino a todos los creyentes. Hermano mío, si puedes acostarte en fe sobre una promesa y así descansar, dicha promesa es tuya.

Cuando Jacob «llegó a un cierto lugar» y descansó en él, lo poseyó. Poco imaginaba que estaba tomando posesión de la tierra con su cuerpo cansado tendido en el suelo, con las piedras de aquel lugar por almohada, pero así fue.

 

Vio en sueños esa maravillosa escalera que une la tierra con el Cielo para todos los creyentes verdaderos; y, seguramente, donde descansaba el pie de la escalera allí tenía él derecho a la tierra; de otra manera no podía alcanzar la escalera divina.

Todas las promesas de Dios son en él sí y en él amén. Y como él es nuestro, toda promesa es nuestra también, si queremos descansar en ella con fe.

Ven, alma cansada, y toma como almohada las palabras del Señor. Acuéstate en paz; piensa solamente en él: Jesús es tu escalera de luz. Mira a los ángeles que suben y descienden sobre él, entre tu alma y tu Dios. Puedes estar seguro de que la promesa es la porción que Dios te da, y que no estarás robando cosa alguna si la tomas como si estuviera hecha especialmente para ti.

4 de enero

«Te haré dormir segura». Oseas 2:18

Sí, los santos tendrán paz. El pasaje del cual está tomada esta buena palabra habla de concierto «con las bestias del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la tierra». ¡Esto es, tener paz con enemigos terrestres, con males misteriosos y con pequeñas molestias!

Cualquiera de estas cosas nos podrían quitar el sueño, pero ninguna de ellas lo hará. El Señor destruirá del todo aquellas cosas que amenazan a su pueblo y «quitar[á] de la tierra arco y espada y guerra». En verdad, la paz será profunda cuando se hagan pedazos todos los instrumentos de iniquidad.

Con esta paz habrá descanso: «A su amado dará Dios el sue- ño». Con abundante provisión y divinamente tranquilizados, los creyentes pueden acostarse con calma y sosiego.

Este descanso será seguro. Una cosa es acostarse y otra dormir seguros. Se nos trae a la tierra prometida, a la casa del Padre, al lugar del amor y al seno de Cristo: ciertamente ahora podemos dormir seguros. Un creyente está más seguro acostado en paz que levantado e impaciente.

«En lugares de delicados pastos me hará descansar». Nunca descansamos hasta que el Consolador nos hace dormir seguros.

5 de enero

«Yo soy tu Dios que te esfuerzo». Isaías 41:10

Cuando se nos llama a servir o a sufrir, consideramos nuestras fuerzas y descubrimos que tenemos menos de las que pensábamos, y menos de las que necesitamos. Pero que no se abata nuestro corazón dentro de nosotros mientras tengamos esta palabra sobre la cual apoyarnos, porque ella nos garantiza todo lo que pudiéramos necesitar.

 

C.H. Spurgeon

Dios tiene una fuerza omnipotente, puede comunicárnosla y promete que lo hará. Él será el alimento de nuestras almas y la salud de nuestros corazones; y así nos esforzará. ¡Es indecible el poder que Dios puede inyectar en un hombre! Cuando llega la fuerza divina, la debilidad humana deja de ser un obstáculo.

¿No recordamos algunas ocasiones de trabajo y prueba en que recibimos tal fuerza especial que nos maravillábamos nosotros mismos? En medio del peligro tuvimos calma, sufriendo la pérdida de seres queridos nos comportamos resignadamente, siendo calumniados nos dominamos y en la enfermedad tuvimos paciencia.

La verdad es que Dios proporciona una fuerza inesperada cuando vienen sobre nosotros pruebas extraordinarias: nos levantamos de nuestra debilidad; los cobardes se portan como hombres; los insensatos reciben sabiduría y a los mudos se les da en aquella hora lo que han de hablar. Mi propia debilidad me hace retroceder, pero la promesa de Dios me proporciona valentía. ¡Señor, afírmame «según tu palabra»!

6 de enero

«Siempre te ayudaré». Isaías 41:10

La promesa de ayer nos aseguró las fuerzas para lo que teníamos que hacer, pero esta nos garantiza ayuda en casos en que no podemos actuar solos. El Señor dice «te ayudaré»: la fuerza interior recibe el suplemento de la ayuda externa.

Dios nos puede levantar aliados en nuestra guerra si le parece bien hacerlo; y si no nos manda auxilio humano, él mismo estará a nuestro lado, lo cual es aún mejor. Nuestro estupendo Aliado es mejor que legiones de ayudadores mortales.

Su ayuda es oportuna: «Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». Su ayuda es clarividente: él sabe dar a cada hombre el auxilio conveniente y apto para él. Su ayuda es muy eficaz, aunque «vana es la ayuda del hombre».

Su ayuda es más que ayuda: porque él lleva toda la carga y suple toda carencia. «El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre».

Puesto que ya ha sido nuestro socorro, tenemos confianza en él para lo presente y lo futuro. Nuestra oración es: «Jehová, sé tu mi ayudador»; nuestra experiencia es: «El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad»; nuestra esperanza es: «Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová»; y nuestra canción pronto será: «Jehová, me ayudaste».

7 de enero

«Cosas mayores que estas verás». Juan 1:50

Esto se le dijo a cierto creyente que se volvió como un niño, y que estaba dispuesto a aceptar a Jesús como el Hijo de Dios, el Rey de Israel, con solo un argumento incontestable. Los que quieren ver, verán; lo que nos hace tan tristemente ciegos es el cerrar los ojos.

Ya hemos visto mucho —el Señor nos ha mostrado cosas grandes e inescrutables por las cuales alabamos su nombre—; pero aún hay mayores verdades en su Palabra, profundidades mayores de experiencia, alturas mayores de comunión, obras mayores de utilidad, descubrimientos mayores de poder, de amor y de sabiduría.

Aún habremos de ver esas cosas si estamos listos para creer en nuestro Señor. La facultad de inventar doctrinas falsas es fatal, pero el poder para ver la verdad es una bendición. El Cielo se nos abrirá, el camino que conduce allí se nos hará fácil en el Hijo del Hombre, y el trato angelical que existe entre los reinos celeste y terrestre nos será más manifiesto.

Enfoquémonos más en objetos espirituales y esperemos ver aún más y más. No creamos que nuestras vidas se vayan a reducir a nada; antes bien, estaremos siempre creciendo y viendo cosas cada vez mayores, hasta que veamos al Gran Dios mismo y nunca más lo perdamos de vista.

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