Rock y (sentido del) humor

Esto es en realidad es una simple reivindicación, y más hoy día, del sentido del humor en la música.

25 DE DICIEMBRE DE 2015 · 17:10

Spinal Tap. ,
Spinal Tap.

En plena crisis de creatividad musical no hay más que pasear por las calles de una ciudad como la mía (Terrassa, para más señas) para observar que los antaño carteles de conciertos de nuevas formaciones se han ido transformando en las de bandas tributo.

Nada en contra, pero se me antoja una osadía un tanto inquietante encontrar en los pasquines de turno los rostros de —y cito los que he visto en las dos últimas semanas— Elvis, The Police o Led Zeppelin. No dejan de ser verdaderos fans que rinden tributo a históricos, y algunos hasta brillantes, pero apabulla comprobar que el único grupo real del que encuentro publicidad es de Los Chichos. Sí amigos, ese grupo que amenizó los 80 más cañí cantando aquello de "tú eres el Vaquilla, alegre bandolero / Porque lo que ganas repartes el dinero / Tú eres el Vaquilla de buenos sentimientos / Si al final dependes de un simple carcelero" acerca del quinqui más popular post-Lute. Quizá me pilló demasiado joven ese vendaval de rumba de pata de elefante y casetes de gasolinera, pero lo cierto es que fue una formación que me parecía una parodia —sin serlo— de otras.

 

Weird Al Yankovic.

Por suerte, fui escarbando en una carretera secundaria a la de los grupos o músicos de verdad, la que estaba formada por bandas del llamado comic rock —Weird Al Yankovic, Bad News y Spinal Tap, con una de mis películas favoritas, al frente— y por personajes deliciosos que fueron apareciendo con vocación de puro cinismo artístico, como Richard Cheese, claro, y sus versiones lounge-swing con un aire Sinatra-Bennett de clásicos que se mueven desde Guns'n'Roses a Radiohead, pasando por Nirvana o Pink Floyd.

Pero ¿qué pasaba o pasa en España? ¿Dónde está el sentido del humor en el mundo del rock? Ha habido formaciones de dudosa calidad musical como Los Inhumanos y otras con algo más de pedigrí como Toreros Muertos; la inefable Orquesta Mondragón de Gurruchaga; los Mojinos Escozíos del ahora metido a plasta de la tele El Sevilla; Siniestro Total —un humor más negro, quizá, pero humor—, o El Chaval de la Peca, capaz de copar listas de éxito con reversiones bizarras de A-ba-ni-bi o del Jardín prohibido que Sandro Giacobe había popularizado con sus chollas, sus erres sordas y sus eses sonoras bajo el calor de los otrora mecheros en los conciertos.

 

El chaval de la peca.

Tuve el privilegio —bueno, ahora lo vendo así, pero ese día no se acababa nunca— de entrevistar a Marc Parrot (el rostro y el talento tras el Chaval) a las tres de la madrugada en un camerino húmedo y pequeño tras un concierto; metido de lleno en su papel, con su americana de solapas imposibles y un deje a lo Faemino y Cansado —otros grandes, pero más que del rock, de la psicodelia más lisérgica— me dijo que "empecé con la coplilla, pero no me quería quedar estancado, pasándome a versiones ye-ye y de grupos que empiezan ahora y requieren de mi ayuda", en clara referencia a nuevos como Nino Bravo, Raphael, Los Chunguitos o José Vélez.

Pero un día, finalmente, encontré a mi banda de comic rock hispana. Estudiaba Periodismo en una universidad situada en pleno Raval barcelonés y un compañero de clase me insistió para acompañarle a un concierto que cada jueves tenía lugar en la sala Sidecar de la vecina Plaça Reial, un antro subterráneo y delicioso, digno de los directos más crudos de la ciudad.

Pero ese día me topé con algo distinto. Y repetí jueves tras jueves hasta poder afirmar que es la banda que más veces habré visto en directo —suelo decir que son The Black Crowes o Suede, pero los números cantan— hasta que un día se esfumaron para no volver jamás. No despuntaron como El Chaval ni lucieron tipillo en programas de televisión o charts de éxitos como las formaciones antes nombradas, pero su fino y barroco estilismo dejó huella en el underground de la ciudad.

Hablo de los Azucarillo Kings—¿puede existir un nombre más bonito para una banda? — un grupo de desvergonzados que pasaban por su particular filtro de rumba lolaila temas de Rod Stewart, Blondie, Pixies, Jane's Addiction, David Bowie o hasta Francisco (vaya temazo La chica del póster), Blur, Deep Purple, Prodigy, REM y otras delicias. Su repertorio, fraguado noche tras noche —aunque llegaron a publicar dos discos de escasa repercusión—, era una bofetada para los sentidos, una broma de muy buen gusto perpetrada por una banda que hasta reescribía las letras para convertirlas en chistes de nivel. Así, los reyes del terrón de azúcar se ponían morados de "vino tintorro y paella de a seis en Lloret de Mar" parafraseando a Damon Albarn y los suyos; evocaban épocas de chupa de cuero, tachuelas y melena al viento en Humo en el wáter, quizá su único hit (?), una adaptación hilarante de Deep Purple que, en los directos, solían presentar como un tema de Megadeth; se regodeaban con las poses de Michael Stipe en un Sufro a saco que transformaba el manido Losing my religion; pasaban el Where is my mind? de Pixies por su túrmix de gipsy pop indie titulándolo ¿Me lo dices o me lo cuentas? o, mi favorita, la Odisea espacial de Bowie, en la que el pobre Mayor Tom descubre que "lah'estrella son mú rarah n'el eppacio". A ver, el combo vestía rematadamente bien, con camisas estampadas que ni Magnum, bata y calzones de boxeador, gafas psicodélicas, trajes años 50 y un aire a medio camino entre mafiosos de barrio a lo Kool and the Gang, grupos de crucero y un deje algo punk.

Lo siento si han llegado hasta aquí buscando algo en este artículo, ya sea información interesante o una sesuda reflexión sobre la vida. En realidad es una simple reivindicación, y más hoy día, del sentido del humor en la música. A ver, Azucarillo Kings no son Les Luthiers —estos villanos del comic pop, rock, jazz y estilos varios merecerían artículo propio—, pero fueron capaces de crear neologismos como el "technotranceindienoiseaguaplastiyairgamboys" que ni Mary Poppins; profundizar en el postureo de REM con "me duele en el pecho, cerca del corazón, ¿será el piercing, seré yo?", o lanzar toda una declaración de principios como "atrás, atrás sussia lagarta" en un canto de desamor (el Heart of glass de Blondie, aquí Corazón de vaso) después que un pobre chico ve como su Visa muere agotada en restaurantes de lujo para impresionar a la Julieta de turno. En el fondo, eran unos románticos.

Azucarillo Kings Humo en el wáter

Azucarillo Kings Odisea espacial

Richard Cheese Creep (Radiohead)

Al Yankovic Smells like Nirvana

This is Spinal Tap

Chaval de la Peca A-ba-ni-bi

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Preferiría no hacerlo - Rock y (sentido del) humor