Museo de los horrores del arte cristiano

Hay que pensar que los años 60 y 70 fueron una época impresionante en la historia de Estados Unidos, y en la sucesión de portadas de discos que pretenden mostrar la mejor cara de los cristianos americanos no hay nada de eso.

06 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 08:59

Lo mejor: el detalle de igualarse los cardados para que tengan la misma altura.,horror, christian, covers, music, albums, USA
Lo mejor: el detalle de igualarse los cardados para que tengan la misma altura.

Hay cosas maravillosas en el mundo que te inspiran a ver lo mejor del ser humano. Esta que os traigo hoy no es una de ellas.

Antes de conduciros a un submundo oscuro que os atrapará irremediablemente durante horas (en esa mezcla entre horror y fascinación con la que se observan a los monstruos), tengo que explicaros un par de cosas.

La primera, que yo no iba buscando esto adrede. No penséis mal de mí. Me asaltó un día paseando por Twitter, decidí seguir su cuenta y poco a poco, con el paso de las semanas, fui comprendiendo la trascendencia de lo que estaba viendo.

La segunda, que la idea de mostraros esto no es simplemente el deleite del horror, sino que conlleva una reflexión: a los cristianos de este país, con un afán heredado por nuestros padres misioneros, nos ha venido importando más bien poco cualquier afán artístico o estético, y hemos considerado la belleza como algo suprimible, innecesario o directamente negativo. No estoy hablando de un tema menor. Bíblicamente, esa es una mala enseñanza, pero se ha expandido sin problema por las congregaciones.

 

Ventrílocuos cristianos: un negocio en alza.

Para explicar esto basta una anécdota de Philippe Petit, el famoso funambulista francés (del que ahora se ha hecho una película). En 1974 cruzó las Torres Gemelas de Nueva York subido en un simple cable de acero lanzado entre sus dos azoteas. Al llegar al otro lado, tras ese momento épico, la policía le detuvo. “Yo les acababa de ofrecer un instante de suprema belleza —dice Petit— y ellos no hacían más que preguntarme ‘¿para qué?’”.

Esos, los que preguntamos constantemente “¿para qué?”, hemos sido nosotros durante mucho tiempo. En vez de fijarnos y emular la belleza del Creador, ese “¿para qué?” nos ha condicionado y restringido la creatividad y la imaginación. Y yo no sé si esto que os traigo, este terrible descubrimiento, es una de las piezas culpables o un símbolo más de una época que ha dejado su sello indeleble en el tejido de nuestras iglesias.

Os lo explico.

Lo que pasó es que un día descubrí la cuenta de Twitter Bad Record Covers (@BadAlbumCovers), que tiene la finalidad de compartir los hallazgos de portadas de discos horriblemente feas e inapropiadas que se van encontrando sus seguidores. Hay portadas de discos míticas, y en esta cuenta se encuentran las que están al otro lado del espectro: muchos discos antiguos, hechos por artistas de segunda o tercera clase o directamente aficionados; todo ese submundo de músicos sin ninguna notoriedad, de productos de gasolinera, de mercadillo. Hay cosas realmente asombrosas de lo espeluznantes que son. Y por alguna razón, una de cada cuatro o cinco portadas, más o menos, se trata de algún disco cristiano. Y no pasa desapercibido.

 

Matrimonios felices cantando, no como Romina y Albano.

¿Cómo podía ser posible tal afluencia? ¿De dónde salía todo eso? Intentando buscar una explicación, di con la historia de una de aquellas discográficas casi amateurs que desde los años sesenta llevaba llenando el mundo de ejemplos como los que podéis ir viendo por este artículo: Rainbow Sound Records.

Su fundador, el reverendo Charles Masseegee, evangelista de los Bautistas del Sur, la fundó a principios de los años sesenta con la idea de expandir el reino de los cielos (y hacer un poco de negocio) recorriendo iglesias del sur de Estados Unidos con su equipo de grabación portátil y grabando a coros y solistas. En principio, estas obras se vendían a la propia congregación, y se quedaban casi como una autoproducción para el deleite de aquellos que podían decir que habían grabado un disco.

Más tarde la firma creció y pasaron a un estudio de grabación, desde donde se perpetraron más de doscientas grabaciones álbumes de góspel (de esto hablaremos más adelante) solo entre 1969 y 1971. Se llegó a grabar a más de cuatro mil cantantes, hasta que en 1982 se vendió la empresa a otra compañía y el sello se perdió. En la actualidad el fundador tiene un ministerio evangelístico al más puro estilo americano (con llamados proféticos, una sonrisa impecable y un botón para donativos); sin embargo, en su biografía no se dice nada de su pasado como productor musical.

 

Cardados imposibles.

Esos veinte años de historia nos sirven como botón de muestra no solo de la cultura evangélica de Estados Unidos, sino también de la de nuestro país. Pensemos que son precisamente esos años, entre los 60 y los 70, cuando mayor impulso misionero se lanzó desde Estados Unidos para evangelizar a una España triste, metida en una dictadura, católica y muy cerrada de mente. Con todo lo bueno que resultó de ello (y sin duda siempre estaremos agradecidos a todos aquellos misioneros), también nos trajimos, sin querer, ideas, tendencias, modos de interpretar la realidad que no han evolucionado casi nada desde dentro de las iglesias desde que estos discos se grabaron. La cultura de aquellos bautistas del Sur se vino con ellos, y se quedó, y nosotros acabamos confundiéndola en ocasiones con temas doctrinales.

No sé vosotros, pero en el fondo de muchos de estos discos yo encuentro cosas sospechosamente familiares. Hay algo de esto que yo he bebido en la iglesia.

No solamente es la estética, la falta de acierto en colores, composición y diseño, sino en muchas ocasiones el tristísimo doble sentido que, sin querer (sin supervisión, sin profesionalidad) le dan a los lemas de sus discos.

La verdad es que no he podido averiguar mucho más de Rainbow Sound Records, pero los registros que hay por Internet dejan entrever que no fue la única discográfica que se dedicó a una tarea similar. Hay que pensar que los años 60 y 70 fueron una época impresionante en la historia de Estados Unidos, y en la sucesión de portadas de discos que pretenden mostrar la mejor cara de los cristianos americanos no hay nada de eso. Si nos fijamos, para ser música góspel, y ser del sur de Estados Unidos, una inmensa mayoría, más del noventa por ciento, son de gente blanca. Eso dice muchas cosas de una época y una realidad concretas. Dejémoslo ahí.

Estoy segura de que todos estos discos se grabaron la mejor de las intenciones; estoy segura de que quienes cantan o hablan en ellos (sean personas o muñecos) lo hicieron de corazón. Lo peor de todo: estoy segura de que tenían un público. Pero estos discos, tanto hoy en día como en su época, corrían un riesgo, y era que la mejor de las intenciones no evitaba que desde cualquier entorno que no fuera eclesial se les viera como algo extraño, chocante y muy poco apetecible. No tenemos que convencer a nadie del evangelio por medio nuestro arte, pero tampoco tenemos por qué hacer cosas cutres.

 

Parece que efectivamente han probado el LSD para hacer la portada

La belleza forma parte de la naturaleza de Dios, y nosotros podemos disfrutarla, simplemente, sin ninguna segunda intención, sin la necesidad de un “para qué” impreso por delante de cualquier intento artístico o estético.

Creo que os he descubierto un mundo nuevo que, en el mejor de los casos, nos llevará a reflexionar y a reírnos un rato. Una especie de museo de los horrores del arte cristiano que nos deja un poco en evidencia. Bienvenidos. 

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