Los padres pródigos

Nos levantaremos e iremos a nuestros hijos y les diremos: hijitos nuestros, lo sentimos mucho, nos hemos equivocado. Ya no somos dignos de ser llamados vuestros padres.

04 DE SEPTIEMBRE DE 2015 · 05:45

Photo: Caleb Ekeroth (Unsplash, CC),
Photo: Caleb Ekeroth (Unsplash, CC)

Érase una vez unos padres que vivían con sus dos hijos. Los habían criado hasta la mayoría de edad con amor y esfuerzo, hasta que un día….

— ¿No es hora ya de que nos emancipemos de nuestros hijos? — dijo el marido a su mujer.

— Me parece bien, pero ¿cómo vamos a vivir nosotros? ¿Y cómo van a vivir ellos?

— Nosotros nos llevaremos todos los bienes que hemos atesorado para ellos, y que se apañen.

Y así lo hicieron, se dedicaron a dar la vuelta al mundo en cruceros, a jugar en las Vegas, a bañarse en las playas del Caribe, etc. Vivieron perdidamente concediéndose toda clase de gustos y placeres.

Cuando hubieron malgastado todo sobrevino una gran hambre resultado de la caída del Lehman Brothers. Y fueron y se arrimaron a un payés de la provincia de Lleida que criaba ganado, el cual les envió a que apacentasen cerdos. Y deseaban llenar el vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie les daba.

Volviendo la pareja en sí, se dijeron. ¿No estábamos bien en casa cuidando de nuestros hijos, haciendo las tareas del hogar y esperando con ilusión la llegada de nuestros futuros nietos?

Nos levantaremos e iremos a nuestros hijos y les diremos: hijitos nuestros, lo sentimos mucho, nos hemos equivocado, no volverá a ocurrir. Ya no somos dignos de ser llamados vuestros padres. Tratadnos siquiera como uno de vuestros amigotes.

Y levantándose ambos de la cuadra, fueron a sus hijos. Y cuando aún estaban lejos los vio el hijo menor que, advirtiendo el beneficio,  corrió y se echó al cuello de ellos y los besó.

Y los padres le dijeron: Hijo, lo sentimos mucho, nos hemos equivocado, no volverá a ocurrir, ya no somos dignos de ser llamados vuestros padres.

Pero el hijo menor dijo a su hermano: Saca la barbacoa del altillo, el carbón y ve a la carnicería, que por fin papá y mamá nos van a asar el cordero con alioli que tanto deseábamos.

Pero el hijo mayor estaba muy mosqueado con ellos, así que estas tareas las hubo de hacer el padre. Una vez regenerados los papás, aquel hogar volvió a ser feliz.

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