De Cristina Pedroche, barbas y teletipos patrocinados

Otro periodista ilustre, la rana Gustavo, admitió en una ocasión que "es curioso esto de ser verde. Nadie me daba trabajo, ya que me trataban como a un pepino". Eso ha cambiado. Ahora, los medios ya confían hasta en un pepino para hacer parte del trabajo.

03 DE JULIO DE 2015 · 05:45

Kent Brockman, de Los Simpson. ,Kent Brockman, Simpsons
Kent Brockman, de Los Simpson.

Imaginen la situación. Una noche cualquiera. Pongamos que de un mes de verano, de esas que ya empapan el cuerpo de sudor y convierten la mente en una masa pastosa y lenta de reflejos. Una redacción cualquiera de un periódico cualquiera. O de una emisora de radio. O de una tele. Que da lo mismo. Chesterton ya nos advirtió que el periodismo consiste, en esencia, en "contar que Lord Jones ha muerto a gente que quizá no sabía que Lord Jones estaba vivo".

Vuelvan a la escena que les planteaba al principio. En ocasiones (muchas) a un medio le da igual lo que se diga o publique. Tal como decía el director de un periódico con el que tuve la desgracia de coincidir (ojo, ¡director!), un texto y una foto "sirven para llenar un espacio sin publicidad". Llenar, esa es una de las palabras malditas en periodismo, un verbo que se puede aplicar de cualquier manera con tal de captar lectores, oyentes (la gran Pepa Bueno prefiere hablar de escuchantes en RNE), espectadores o navegantes en esa red que todo lo engulle.

Que sí, que en todos los medios hay grandes periodistas (búsquenlos, no suelen ir vinculados a los grandes temas del día o de portada), pero la mediocridad, la prisa y la apatía suelen ser moneda de cambio común. El presentador de informativos Kent Brockman (bueno vale, es un personaje de Los Simpson, pero refleja una realidad) no se corta a la hora de contar las noticias: "...y el gatito peludo jugó con esta pelotita de hilo toda la noche. Y como noticia más ligera, un empleado del supermercado Kwik-E ha sido asesinado de forma brutal". Sí amigos, es el Canal 6 de Springfield, pero seguro que no chirría en programaciones más cercanas.

Podrá haber noticias más o menos curradas, más o menos interesantes, pero lo que empieza a ser insufrible es encontrarse de bruces con tomaduras de pelo fomentadas por esa prisa, por esa apatía. Hace unos días leo en El País (¡al loro! El País, para que vean que tomo un ejemplo de un medio con pedigrí) un titular que dice: Seis de cada diez barceloneses lleva algún tipo de barba. Titular chorras, absurdo, pero que como artículo de relleno para esas páginas que todo becario debe completar, pues bueno. El tema se complica cuando uno lee el subtítulo (es decir, la segunda información más importante de un texto): El look barba completa es el más popular en todos los barrios, pero la concentración más alta se encuentra en Nou Barris y Les Corts.

Eso lo publicó El País, lo juro por Truman Capote. Cuando uno busca la firma de tal atentado ve que aparece el clásico Agencias (otra muestra de vaguería canicular al no hacer ni el esfuerzo de concretar si se trata de Efe, Europa Press o Kuala Lumpur Clipping), cuestión que se torna más peliaguda cuando se observa que se ilustra con una foto partida con imágenes del futbolista Gerard Piqué y del arquitecto Antoni Gaudí, acompañada de un pie de foto candidato al Pulitzer: Piqué y Gaudí, dos ilustres barceloneses barbudos. Ojos como platos, oigan.

 

La foto Pulitzer. / La Vanguardia

Pero si pensaban que eso era lo peor, esperen. Por pura curiosidad seguí leyendo. Perry White, editor jefe del Daily Planet de Clark Kent (bueno, Supermán, pero sin las gafas era irreconocible) tenía claro que su objetivo era conseguir su particular noticia del siglo, la del nombre del misterioso héroe volador. Así, decía, "ese nombre y el Daily Planet se asociarán como el bacon y los huevos, la ruina y los impuestos, la política y la corrupción". El becario de turno de El País seguro que estaba ya cansado de políticos a altas horas de la noche y optó por lo del bacon, por ir a saco. Lean (advierto que el texto puede herir su sensibilidad): "Seis de cada diez barceloneses lleva barba, ya sea perilla, patillas largas, barba de dos días u otras modalidades de vello facial, según un estudio europeo elaborado por la compañía de maquinillas de afeitar Braun..."

¿Cómo? Aquí es cuando dejo de leer. Es decir, no solo el artículo es pura basura informativa. Además, descubrimos que una empresa de productos de afeitado ¡lo ha colado como noticia a las agencias! En el texto, por cierto, se detalla que se trata de EFE, también de rancio abolengo. Para más recochineo, se trata de un estudio (¿?) a partir de una encuesta a 5.300 personas..."de las principales ciudades de España, Reino Unido, Italia, Francia, Alemania y Turquía". ¡Las principales ciudades, no especifica la cantidad, de seis países! O sea, a menos de 900 encuestados por país. Y si consideramos que cada país debe tener, al menos, tres "principales ciudades", sale a menos de 300 personas por urbe. ¡Venga ya! Pero más allá de la, nunca mejor dicho, tomadura de pelo informativa, vemos que se trata de un golazo por toda la escuadra que la marca ha colado a los becarios (o no) más tiernos de la redacción.

El artículo hasta tiene la desfachatez de destacar memeces, para llenar, como que hay profesiones más proclives que otras a dejarse barba (ojos fuera de órbitas desde ¡ya!), por lo que es más probable que su charcutero de confianza luzca un look a lo Tony Stark, mientras el médico de cabecera opte por uno a lo Íñigo Errejón, típico rostro que parece en barbecho perpetuo a la espera de pelo.

 

La rana Gustavo.

Otro periodista ilustre, la rana Gustavo, admitió en una ocasión que "es curioso esto de ser verde. Nadie me daba trabajo, ya que me trataban como a un pepino". Eso ha cambiado. Ahora, los medios ya confían hasta en un pepino para hacer parte del trabajo.

Hace unos días otra agencia (Europa Press, en este caso, también de noble cuna) lanzó un teletipo con un titular que mezcló dos personajes de la actualidad del día: “Cristina Pedroche pierde sus derechos dinásticos”. Evidentemente, se refería a la infanta Cristina, esa señora con estudios que nunca supo lo que hacía su marido ni se preguntó de dónde salían esos palacetes y esos deportivillos de lujo. Podemos aceptar el error del becario (o no) de la agencia por una cuestión de prisa. Vale. Pero lo más triste es que algunos medios lo acabaron sacando por el mecanismo automático para publicar teletipos. ¡Ajá!

A ver, no hace tanto que los teletipos eran esas tiras de papel que, con un soniquete telegráfico y cansino, iban entrando y cubriendo de confetti alargado una parte de la redacción. Un periodista (momento cumbre de la profesión) debía revisar qué informaciones entraban y valorar cuáles merecían un huequecito encima de un anuncio de un coche chachi piruli o parar máquinas para cambiar portada y todo eso tan de capítulo de Lou Grant.

 

Cristina Pedroche en Europa Press.

Años después su lugar lo ocupó el fax, con un ruidito que también rallaba lo suyo y, después, llegó internet. Y con él, la automatización del proceso. Es decir, la posibilidad de publicar ¡sin que nadie lo supervise! El web de Telecinco (tampoco es que citar este medio sea garantía de nada) lo colgó tan pancho, tal como hicieron otros, para retirarlo al cabo de unos minutos cuando algún avispado redactor observó el cachondeo que se armaba en los siempre constructivos y recomendables comentarios de los amables lectores.

No piensen mal. Sigo convencido que el periodismo, como dijo García Márquez, es la mejor profesión del mundo. Y es por eso que hay que reivindicar su dignidad, su función social y cultural, y hasta su calidad. Y también es por eso que la cruzada contra la mediocridad y la tomadura de pelo no ha hecho más que empezar. Oscar Wilde dijo que "la diferencia entre literatura y periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída". Pues eso.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Preferiría no hacerlo - De Cristina Pedroche, barbas y teletipos patrocinados