Cristianos superocupados, de Tim Chester

"Pantalla dividida. Opción multitarea. Mensajes de voz. Fusión de imágenes en pantalla. No hay por qué perderse nada. De hecho, no podemos siquiera permitir tal cosa..." Un fragmento de "Cristianos superocupados" (2013, Andamio), de Tim Chester. 

07 DE MAYO DE 2015 · 21:50

Detalle de la portada de 'Cristianos superocupados', de Tim Chester. ,Cristianos superocupados, Tim Chester
Detalle de la portada de 'Cristianos superocupados', de Tim Chester.

Este es un gragmento del libro "Cristianos superocupados", de TIm Chester (2013, Andamio). Puede saber más sobre el libro, aquí

 

¡Que alguien frene, quiero bajarme!

¿Cuántas veces te has sentido irritado porque el tren llevaba retraso? ¿O por tener que esperar en la cola del supermercado? ¿O por los que circulan delante a ‘paso de tortuga’? ¿O por las personas que, para decir algo, dan mil vueltas a las cosas en vez de ir directas al grano? Sí has contestado afirmativamente, y según diagnóstico del cardiólogo Meyer Friedman (1999), lo que te ocurre es que padeces el ‘síndrome de la prisa’. Lo curioso de este síndrome es que los que lo sufren a menudo piensan que están bien, siendo, en cambio, tenidos por enfermos los que son inmunes al mismo. Repasemos:

  1. ¿Le dedicas, como norma, treinta minutos de más a tu trabajo?
  2. ¿Revisas el correo electrónico y los mensajes de teléfono del trabajo incluso en casa?
  3. ¿Te han dicho alguna vez: ‘Perdona, no quería molestarte. Sé que estás siempre muy ocupado’?
  4. ¿Se quejan tus amigos y tu familia de que apenas tienes tiempo para estar con ellos?
  5. Si mañana dispusieras de un tiempo libre con el que no contabas, ¿lo ocuparías trabajando?
  6. ¿Te sientes frecuentemente cansado durante el día, y con dolor de cuello y espalda?
  7. ¿Conduces habitualmente por encima del límite de velocidad?
  8. ¿Aceptarías un plan de trabajo más flexible por parte de la empresa?
  9. ¿Oras con tus hijos con cierta regularidad?
  10. ¿Encuentras tiempo para orar a solas?
  11. ¿Tienes alguna afición que suponga un cierto grado de compromiso?
  12. ¿Haces alguna de las comidas del día en familia?

Si has contestado de forma afirmativa a los puntos 1-7, y en negativa a los puntos 8-12, es posible que sí que tengas realmente un problema de ‘exceso de trabajo y ocupaciones’.

 

Demasiado ocupados para dedicarle? un tiempo a Jesús?

Los cristianos estamos tan expuestos como los demás a todo tipo de presiones externas. Y puede incluso que tengamos alguna más. Hemos convertido el mucho trabajo en una virtud. El tiempo que dedicamos a la familia es, sin duda, importante para nosotros. Pero a eso hay que añadir las reuniones y las responsabilidades en la iglesia. En ese sentido, Robert Banks opina que ‘en lo que respecta al tiempo, los cristianos estamos en peor situación que otros’ (Banks, 1983). Un amigo mío me comentó que en su iglesia habían señalado como problema principal ‘la falta de tiempo y el mal uso del mismo’. ¿Formamos en realidad parte de esa mayoría que tiene dificultades para encontrar tiempo para orar con tranquilidad? ¡Y eso suponiendo que, al menos, nos estemos planteando esa necesidad! Por otra parte, ¿nuestro compromiso con la iglesia significa una carga añadida? En 2004, el artista Michael Gough preparó una exposición de arte con el título ‘Icono- grafía’. Un actor, vestido con las ropas tradicionales que asociamos con Jesús, se paseó por las calles de Londres bendiciendo a los transeúntes, mientras que Gough fotografiaba discretamente las reacciones de la gente. ‘Ni una sola persona se paró a hablar con él’, constató Gough. ‘Las gentes de la ciudad tienen un traba- jo que cumplir, reuniones a las que asistir, tratos que cerrar, un tiempo ineludible que dedicar a alimentarse.’ Jesús no entra en esa ecuación (…).

 

Cada vez más deprisa

Las generaciones anteriores delimitaban el tiempo en base a un todo. En la actualidad, cuantificamos el tiempo en minutos. Las cartas manuscritas tenían fecha. Los correos electrónicos se contabilizan en segundos. En la cultura actual del teléfono móvil, esperamos poder hablar en cualquier momento y lugar con todo el mundo. Richard Powers (2004) habla de un verdadero ‘contagio del tiempo real’: ‘En un tiempo real, cada segundo cuenta. Cada minuto tiene que ser aprovechado al máximo. Y por ser imposible detener el tiempo que se nos escapa, recurrimos a las máquinas como alternativa viable. Dos opciones simultáneas. Pantalla dividida. Opción multitarea. Mensajes de voz. Fusión de imágenes en pantalla. No hay por qué perderse nada. De hecho, no podemos siquiera permitir tal cosa... En un tiempo real, podemos activar dos mentes distintas, con significación temporal diferente, y en cuatro continentes a la vez... Nos hemos vuelto tan eficientes en la gestión del tiempo que los nanosegundos son ahora una carga más’. El número de personas que se sienten ‘agobiadas’ se duplicó de 1960 a 1990 (Putnam, 2000).

Pensemos por un momento en alguien cuyo trabajo demande un conocimiento exhaustivo de determinado tema. Puede que se trate de un médico que esté informado de los últimos avances en su especialidad; o de un comercial que esté al tanto de las últimas tendencias en el mercado; o de un maestro que conozca las últimas normativas del Ministerio de Educación; del responsable de iglesia del que se espera que sepa ¡prácticamente de todo! La información disponible sobre cualquier tema es prácticamente inagotable, y desde luego más que suficiente para tenernos pendientes del ordenador, la televisión, los periódicos, las revistas especializadas, los libros escritos por expertos y la variopinta información disponible en Google. Ya no es posible, pues, en modo alguno, tener la certeza de saber algo de forma exhaustiva. Además, los cambios son constantes. Las noticias nos mantienen informados 24 horas al día, complementado con los correos electrónicos y las novedades que se cuelgan en la Red. Cualquier cosa que podamos leer en esos soportes, queda obsoleta rápidamente. En el pasado, la gente podía saber mucho de muchas cosas. En el presente, la mayoría tenemos que esforzarnos muchísimo para mantenernos al día en un único campo. Cuatro de cada cinco responsables de empresa cita como motivo de trabajo extra ‘la cantidad de información disponible’.

En mi primer trabajo en una oficina, estaba la encargada de servir el té mañana y tarde. Era el último vestigio de una gran tradición británica—la hora del té—desaparecida en la actualidad y lamentada por muchos. El término ‘bocadillo de media mañana’ está desapareciendo del vocabulario actual. Pero lo que hace del té un brebaje tan especial es que no puede ni elaborarse ni beberse deprisa. Las hojas de té deben prepararse en infusión (lo que ya obliga a tomárselo con calma) en la propia tetera. Pero lo habitual ahora es poner la bolsita directamente en la taza y no tener que esperar mucho. El café con leche lo podemos tomar en vasos desechables en el propio trabajo, con tapas ajustables antigoteo. De hecho, se puede ir bebiendo y andando sin problema. Un amigo mío mexicano me comentó, no sin cierto espanto, que le chocaba muchísimo que la gente pudiera comer ‘sobre la marcha’. La impresión es que más que comer, ‘repostamos’.

 

En algún lugar del arco iris

Durante un tiempo, estuve convencido de que mi problema con las muchas ocupaciones iba a ser algo transitorio. En algún momento, quizás con la salida de mi arco iris particular, mi ritmo de vida se ralentizaría. A un mes lleno de ocupaciones le seguiría otro de casi calma total. Pero el paso del tiempo dejó bien claro que no iba a ser así. Las cosas no cambian por sí solas. Y el esforzarse un poco más para poder parar después, tampoco da resultado. En cuanto terminamos con una cosa, surge otra que viene a ocupar su lugar. Como ocurre con la arena cuando cavamos en la playa. Si de verdad se quiere encontrar solución a las muchas actividades, la única salida posible es elegir y priorizar.

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