Selma, un sueño compartido y vigente

El llamamiento de M.L. King dejó de verse como un movimiento religioso y se extendió sin necesidad de etiquetas: usó los principios de universalidad del evangelio para beneficio de toda la sociedad.

05 DE MARZO DE 2015 · 21:50

Fotograma de la película Selma. ,Selma
Fotograma de la película Selma.

“...enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:20)

Si algo está logrando la administración Obama, aunque sea de manera indirecta, es presencia y relevancia en la ceremonia de los Oscars de películas realizadas e interpretadas por afroamericanos (“Precious”, 2010; “Criadas y señoras”, 2012; “12 años de esclavitud”, 2014) o que abordan la esclavitud o segregación racial de una manera directa (“Lincoln”, 2013). Espero que el siguiente paso sea normalizarlo y que no sea noticia.

“Selma” cinematográficamente se encuentra varios peldaños por encima de “Precious” y bastantes por debajo de “12 años de esclavitud”. Un biopic que nos acerca a los acontecimientos que tuvieron lugar desde la entrega del Nobel de la Paz, en 1964, a Martin Luther King, hasta su discurso en Montgomery (Alabama) como conclusión a la tercera (y esta vez fue la vencida) marcha que emprendieron desde la población que da título al film.

Siendo un largometraje bastante irregular, lastrado por unas innecesarias y redundantes secuencias de tensión matrimonial que subrayan su descarada condición de melodrama. El principal valor lo encuentro en el retrato que su directora y guionista, Ava DuVernay, logra ofrecer de un hombre, el Dr. King (portentoso David Oleyowo, y extendible a todo el reparto), que ha entendido perfectamente y hace práctico el texto que conocemos como “la gran comisión”.

Solemos recordar con facilidad, de las últimas palabras de Jesús, su mandamiento de “id y haced discípulos a todas las naciones”, pero Mateo añade un matiz al que a veces no damos la importancia que debe tener. Es preciso exigiendo además que se enseñe a “guardar” sus mandamientos. Enseñar los mandamientos realmente solo implica contarlos, dar a conocer, pero enseñar a guardarlos demanda arrepentimiento, adoración, amar al enemigo, vivir en constante oración, etc… llevarlos a cabo, materializarlos.

Desde la primera secuencia vemos a Martin preocupado por su aspecto, pero no por pensar que no da la talla con el vestuario elegido para recibir el galardón del Nobel, sino porque la corbata que su mujer ha preparado le parece demasiado elegante. No le parece coherente siendo el discurso que va a dar dedicado a las miles de víctimas que ha ido dejando atrás el movimiento por los derechos civiles que lidera. Un hombre íntegro. Como también lo es en su ambición de seguir siendo el pastor de una iglesia local modesta y dar clases en un colegio, lo suficiente para poder comer y pagar una hipoteca, de acuerdo a su figura de luchador por la justicia.

Lucha que debe llevar a cabo entre horribles atentados, la constante negación de derechos. La hipocresía del presidente de turno, Lyndon B. Johnson, que mientras insiste en que tiene cosas más importantes en su agenda que la ley de derecho a voto para la población negra, le extiende su mano pidiendo que sea él, pacifista, y no otro, quien lidere el movimiento. Y el odio de John Edgar Hoover, director del FBI, que no duda en definirle como: “King es un degenerado político e inmoral” y hasta sugiere matarlo.

 

Selma, un sueño compartido y vigente

La adversidad tiene King una sabia manera de afrontarla, en uno de sus brillantes discursos (llama la atención que para la elaboración del guión se haya contado con documentación oficial del FBI y se haya denegado el acceso a los discursos de Martin Luther King, por lo que son aproximados de lo que dijo) exclamó: “Si pensamos que tenemos una sucesión de luchas es un camino duro, pero hay que verlo como una lucha sola, una lucha por nuestra vida, como comunidad.”.

Veremos a Martin encarcelado junto a otros compañeros del movimiento, y ante la preocupación lógica sobre su futuro y el de su pueblo, recuerda las palabras, también en Mateo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?

Ante tanta injusticia y sensación de desamparo como la que provoca un asesinato a bocajarro de un joven, porque sí, le dice a su abuelo de 82 años (que también ha perdido en el mismo suceso a su mujer) que “Dios ha sido el primero en llorar por su nieto”. De nuevo recuerda esa “gran comisión” y las palabras de Jesús: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Y es que Dios es un Dios de presente, algunos parecen verlo tan solo como juez futuro, cuando realmente está presidiendo, o intentándolo, todas nuestras acciones.

En la actitud de King (donde evidenciamos que guarda los mandamientos) es donde marca la diferencia con otros líderes de movimientos civiles. No devuelve los “golpes” e incluso no duda en poner la otra mejilla. Su plan: “Negociar, protestar y resistir”, esperando el error del adversario. Algo que ocurre durante el primer intento de marcha entre Selma y Montgomery en la que la población, indefensa, es apaleada ante 70 millones de espectadores.

Es inteligente King en involucrar a todos en su lucha, con la que cada vez se identificaba más gente, al afirmar que el que calla ante la injusticia, otorga. “No vivimos plenamente nuestras vidas sino estamos dispuestos a morir por los que amamos y por lo que creemos”. El llamamiento de King dejó de verse como un movimiento religioso y se extendió sin necesidad de etiquetas, usó los principios de universalidad del evangelio para beneficio de toda la sociedad. Eso es lo que representa desde entonces el puente Edmund Pettus, de Selma.

El momento culminante de la película es una oración. Durante el segundo intento de marcha. King se arrodilla y pide al Señor que dirija sus pasos. No quiere dar un paso más sin sentir Su mano, por las consecuencias que podrían tener lugar. Finalmente se da la vuelta, siendo un gesto harto significativo para que pocos días después lograra oficialmente su objetivo.

Memorable alguien que proclama: “No me concentro en lo que quiero ser, me concentro en lo que quiere Dios que sea… porque mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor”. 

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