Vida en el amor, de Ernesto Cardenal: en sus 90 años

Vida en el amor se trata del libro más gozoso, más compasivo y más armónico del poeta, en el que salta a la vista el júbilo del místico reciente que ha descubierto que ese amor avasallante es el centro ontológico del universo.

15 DE ENERO DE 2015 · 22:55

Enresto Cardenal.,Ernesto Cardenal
Enresto Cardenal.

           No siento escrúpulo por no poder orar.

           Juntos el infinito y yo, yo

sin sentir lo más mínimo.

Igualito que si Dios no existiera.

Simplemente nada. ¿Cabe con respecto al infinito

intimidad mayor?[1]

E.C.

 

El poeta y sacerdote Ernesto Cardenal llega en estos días a los 90 años de vida. Nacido el 20 de enero de 1925 en la ciudad de Granada, es, junto con el chileno Nicanor Parra, uno de los representantes vivos de la más notable lírica latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Los premios más recientes que ha recibido son el Pablo Neruda en Chile (2009) y el Reina Sofía (2012) en España. Su compatriota Sergio Ramírez ha resumido muy bien las características de la producción literaria de Cardenal como sigue:

 

La naturaleza narrativa de esta poesía, que la acerca a las fronteras de la prosa y no pocas veces traspasa esas fronteras, es lo que se ha dado en llamar exteriorismo, término que puede prestarse a confusiones, pues parecería negar la dimensión íntima que esta poesía tiene, y que alcanza a plenitud cuando entra en el territorio místico, que es el de la confesión.

Lo que Ernesto hace es utilizar los elementos del mundo exterior, ese que creemos visible y palpable, para trasegarlos hacia la intimidad y hacer que nos hablen al oído y nos enseñen que aun lo más prosaico posee un misterio. Una poesía que se aleja de la abstracción para acercarnos a las emociones, y tiene una memoria visual.[2]

 

La larga trayectoria de este poeta ha tenido estaciones en México, Costa Rica, Estados Unidos y Colombia, lugares en donde residió por motivos de estudios y de exilio político; en el último país fue ordenado sacerdote. Su etapa como ministro de Cultura del gobierno sandinista es de las más conocidas, sobre todo por el penoso incidente que protagonizó en 1983 cuando el papa Wojtyla visitó su país y lo amonestó públicamente por su doble militancia religiosa y política. La vertiente místico-cósmica de su poesía y de su pensamiento también es destacada por Ramírez:

 

En su ascensión mística hay una ambiciosa exploración del origen del universo; y así como antes ha aprovechado los documentos de la historia para componer sus poemas narrativos, ahora lo que utiliza son los textos científicos, de la física cuántica a la astronomía, la geología, la biología, la antropología, para componer su crónica del universo. […]

Un gran final de fiesta que funde los misterios de la creación y los de la existencia, el cosmos y el microcosmos, y va de los agujeros negros a la célula, de las galaxias perdidas a los protones, y la mirada mística busca en el Creador la explicación de todas las cosas, amor, muerte, poder, locura, pasado y futuro, formas todas de la eternidad.[3]

 

1. La espiritualidad fruto de la lucha cotidiana

 

Vida en el amor, de Ernesto Cardenal: en sus 90 años

 Para quienes no están familiarizados con el lenguaje de la mística cristiana, Vida en el amor puede parecerles algo exótico, extraño, un atentado contra su paladar espiritual. Pero lo cierto es que la conjunción entre la genuina poesía y la profunda reflexión cristiana es lo que le permitió a este poeta-profeta encontrar el tono justo para empatar ambas experiencias en una: el goce estético del lenguaje trabajado con fidelidad a sus raíces y la afirmación de una fe bien situada, contextual, y sólidamente liberadora. Los que suponen que Cardenal tuvo que esperar el surgimiento de la teología de la liberación para hablar poéticamente como lo ha hecho, ignoran que desde hacía décadas se encontraba sumergido en una búsqueda que daría como frutos sus versiones de los salmos, publicadas por primera vez en 1964 y este magnífico libro en prosa de 1970, justamente en los años de la protesta y las luchas revolucionarias. Así, podría decirse que Cardenal hizo la revolución espiritual con el arma por excelencia: el lenguaje que brota de un corazón poseído por la certeza de la fe y que eso no le impidió participar en la lucha concreta para librar a su país de la dictadura.[4]

Mientras muchos de sus compañeros estaban en las trincheras para expulsar al tirano, Cardenal luchaba casi literalmente, cuerpo a cuerpo con Dios. Acaso la razón de este lenguaje que mezcla lo cotidiano con lo altamente político y espiritual sin demeritarse mutuamente, sea la experiencia de un autor que antes de ser sacerdote experimentó todos los placeres de la vida, incluido el amoroso. Eso le permite ahondar en el trato con Dios de una manera singular que no elude los más inéditos resquicios para valorar la pérdida de todos los demás bienes para quedarse “únicamente” con Dios. También es digna de mención su labor como promotor de una comunidad contemplativa en una isla del Lago de Nicaragua, en donde se inició la lectura popular de la Biblia, fruto de la cual es El Evangelio en Solentiname (1976, 1979), obra pionera de lo que serían más tarde las comunidades eclesiales de base por toda América Latina.[5]

Vida en el amor es el testimonio de esa entrega, esto es, de la decisión por hacer de Dios el compañero íntimo y de afrontar las consecuencias de ese amor absoluto. En la experiencia mística, entregarse a Dios es un auténtico matrimonio espiritual, en la línea del Cantar de los Cantares, del Apocalipsis, de San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Las “bodas místicas” del alma con Dios representan las alturas más grandes a que puede aspirar la fe. Por ello, en la lectura del libro es posible acceder al constante efluvio de un corazón libre, feliz y sinceramente enamorado de Dios, pues Él se había enamorado primero, según dicen las cartas de Juan.

Formado por apuntes, pensamientos y meditaciones de los días que el autor pasó en un monasterio de Kentucky mientras guardaba un voto de silencio, Vida en el amor es un itinerario de fuego en el que se alcanzan diversas etapas de encuentro con el Dios de Jesús, quien llegó a la vida del poeta para no salirse jamás. La mística, entonces, se convierte en una experiencia de lo sagrado que rebasa cualquier forma de aprendizaje eclesiástico de fórmulas espirituales o técnicas de acercamiento a la superación religiosa, porque después de todo, “Dios es la patria de todos los hombres”,[6] sólo que la experiencia de fe sólo está reservada para unos cuantos.

 

2. La mística militante

 

Vida en el amor, de Ernesto Cardenal: en sus 90 años

 Luego de asimilar la influencia de Pierre Teilhard de Chardin (palpable también en Cántico cósmico, 1989, y Versos del pluriverso, 2005), Cardenal emprendió su propio camino reflexivo en Cuernavaca al redactar Vida en el amor entre 1959 y 1961. Luce López Baralt lo compara con El medio divino (1957) del jesuita francés y con Semillas de contemplación (1949), del monje y también poeta Thomas Merton, quien fue su maestro en el monasterio trapense de Gethsemani, Kentucky.[7] Ni en Salmos ni en Gethsemani, Ky (1960) Cardenal se atrevió a expresar su experiencia mística en verso.

Sobre la influencia teilhardiana, el poeta nicaragüense ha escrito: “Creo que Chardin puede ser un puente entre cristianismo y marxismo, al igual que lo es la teología de la liberación. […] Según él, la evolución es un proceso desde el gas original hasta las sociedades actuales y la humanidad futura […] Un cristianismo anterior al de Chardin era incompatible con el materialismo dialéctico y con el materialismo histórico y científico”.[8]

Por ello, las primeras palabras de Vida en el amor son paradigmáticas en esa visión “franciscana”, ambientalista y evolucionista de la naturaleza:

 

Todas las cosas se aman. La naturaleza toda tiende hacia un tú. Todos los seres vivos están en comunión unos con otros. El fenómeno del mimetismo hermana a todas las plantas y animales y cosas: hay insectos que imitan a las flores y flores que imitan insectos, animales que imitan el agua o las rocas o la arena del desierto o la nieve o los bosques o a los otros animales. Y todos los seres vivos se aman y se comen unos a otros en ese vasto proceso del nacimiento y del crecimiento y de la reproducción y de la muerte.[9]

 

E incluso en esa cadena biológico-religiosa aflora la vertiente erótica: “En la naturaleza todo es mutación y transformación y cambio de unas cosas en otras, y todo es abrazo, caricia y beso”.[10] Como señala López Baralt: “Cardenal se inicia en toda forma en el discurso literario místico con Vida en el amor […] Se trata del libro más gozoso, más compasivo y más armónico del poeta, en el que salta a la vista el júbilo del místico reciente que ha descubierto que ese amor avasallante es el centro ontológico del universo”.[11] “Hemos sido creados para unas nupcias”, nos alecciona con certeza espiritual extrema. Siguiendo las enseñanzas evolucionistas de Chardin, Cardenal intuye que todo evoluciona hacia el amor, que constituye el “cemento que une el universo”.[12]

 

3. Espiritualidad cotidiana

Las más de 40 secciones en prosa de Vida en el amor pueden ser vistas como un auténtico itinerario espiritual, un viaje por los senderos de la fe que se autonombra y se pregunta continuamente por la relación con Dios, el cosmos y las demás personas. Pionero de una comprensión de la espiritualidad que rompe los esquemas tradicionales, forma parte de un proyecto poético que reorientó su rumbo desde que Cardenal asumió la fe cristiana como razón de su vida.

Thomas Merton dice en el prólogo (fechado en enero de 1966): “En una época de conflicto, angustia, guerra, crueldad, confusión, el lector se podrá sorprender con este libro que es un himno al amor, y que nos dice que ‘todos los seres se aman’”.[13] La visibilidad del mundo, señala en otro momento, le ha servido a Cardenal para redescubrir la presencia de Dios en todos los seres y las cosas más allá del panteísmo que podría sugerir esta manera de apreciar todo lo creado. Y concluye: “Aquí hay algo más que una doctrina sistemática: hay una intuición de la profunda verdad de la vida cristiana: el cristiano está unido a Dios en Cristo por el amor. Este libro es completamente tradicional —a veces como san Agustín o los místicos del ‘desposorio’ de la región del Rhin— y completamente moderno…”.[14]

El epígrafe del libro no podía ser otro que I Juan 4.16: “Dios es amor, y el que vive en el amor, en Dios vive y Dios en él”. Asimismo, Cardenal se reencuentra con autores que han celebrado la vida de una manera libérrima: “‘Encuentro cartas de Dios dejadas caer en la calle, y todas ellas están firmadas por Dios’, dice Whitman. Y la hierba verde es un pañuelo oloroso con las iniciales de Dios en una esquina, como dice Whitman, que Él ha dejado caer intencionalmente para que lo recuerden”.[15] Mucho del estilo poético de Cardenal se debe a la profunda influencia de Ezra Pound, a quien tradujo junto con su amigo José Coronel Urtecho, otro grande de la poesía nicaragüense.

Creador e indagador de un lenguaje de fe que ha renovado la visión tradicional de la mística, puesto que su filiación poética en América Latina lo colocaba desde hacía tiempo al lado de los grandes nombres, a Cardenal le sucedió algo similar al poeta mexicano Javier Sicilia, quien encontraría fuertes coincidencias con la teología de la liberación. Antecedente directo de Beber en su propio pozo (1984), de Gustavo Gutiérrez, Vida en el amor es un canto de amor a todo lo creado porque permite encontrarse con Dios en cada realidad. Como afirma López Baralt: “El misticismo de Cardenal es ya, desde este ensayo, unitario: el cosmos está en gozosa interdependencia y todo es sagrado en él, desde Romeo ‘en oración’ ante Julieta hasta el ratón que cantara Whitman y que nuestro poeta evoca con tanta fraternidad”.[16]

 

[1] E. Cardenal, Telescopio en la noche infinita. Pról. de Luce López-Baralt. Madrid, Trotta, 1993, p. 65.

[2] S. Ramírez, “Los 90 años de Ernesto Cardenal”, en La Jornada, 8 de enero de 2015, www.jornada.unam.mx/2015/01/08/politica/026a2pol.

[3] Idem.

[4] Cf. E. Cardenal, La santidad de la revolución. Salamanca, Sígueme, 1976.

[5] Cf. Ignacio Dueñas García de Polavieja, Iglesia y revolución en Nicaragua a través de los testimonios orales: la experiencia de Solentiname, en Entelequia, www.eumed.net/entelequia/pdf/b016.pdf.

[6] E. Cardenal, Vida en el amor. Pról. de Thomas Merton. México-Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1970 (Cuadernos latinoamericanos, 3), p. 29.

[7] Cf. Thomas Merton-Ernesto Cardenal. Correspondencia (1959-1968). Madrid, Trotta, 2003.

[8] Cit. por L. López-Baralt, “Vida en el amor: hacia la fundación de la literatura mística moderna en Hispanoamérica”, en El cántico cósmico de Ernesto Cardenal. Madrid, Trotta, 2012, p. 52.

[9] E. Cardenal, Vida en el amor, p. 23.

[10] Idem.

[11] L. López Baralt, op. cit., p. 49.

[12] L. López Baralt, “Vida en el amor /Vida perdida en el amor: el cántico místico de Ernesto Cardenal”, en www.caratula.net/ediciones/48/critica-lopezBaralt.php, p. 7.

[13] T, Merton, “Prólogo”, en Vida en el amor, p. 9.

[14] Ibid., p. 21.

[15] Vida en el amor, p. 31.

[16] L. López Baralt, “Vida en el amor: hacia…”, p. 62.

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