El palacio de Brasil

Gran recepción, mesas reservadas, música brasileña, bailarines recién salidos de una revista de culturismo agitándose a nuestro alrededor y 400 invitados distinguidos ¡guau! Me quedo con la boca abierta.

08 DE ENERO DE 2015 · 22:10

Imagen: Alain Auderset.,Alain auderset
Imagen: Alain Auderset.

 

LA PEQUEÑA GRANJA DEL JURA...

¡No me pregunten cómo, pero esta mañana, temprano, aterrizo en una granja al extremo fondo de una campiña lejos de todo (en realidad he hecho de taxista para alguien)!

En vez de marcharme enseguida, “Algo” (¡de nuevo Él, Estoy seguro!) me empuja a entrar.

En el oscuro pasillo, encuentro un campesino de barba blanca, apenas asombrado de verme… comenzamos diciendo algunas banalidades tipo:

- Buenos días, qué tiempo hace, etc.

Le miro directamente a los ojos y le suelto como un fax (confieso que a veces se me ocurren ideas muy raras):

-Sea cual sea el camino que uno atraviese, lo importante es que:

El Señor es mi luz y mi salvación;

¿de quién temeré?

el Señor es la fortaleza de mi vida;

¿de quién he de atemorizarme?  (Salmo 27:1)

 

Los ojos del anciano se han empañado, está visiblemente emocionado, pero consigue decirme:

- Eso es verdad, es verdad… gracias por esta palabra… Hoy mi esposa me deja, pero esta palabra me da valor y gozo... gracias.

Me aprieta mucho contra él. Me siento algo conmocionado; Quién habría pensado que en un lugar tan salvaje y abandonado se pudiera encontrar tanta intensidad emocional?

Vuelvo a la “civilización”.

 

EL PALACIO DE BRASIL...

Esa misma noche, estoy invitado a una gala brasileña VIP, una especie de entrega de Oscars en Babilonia, ah no… Zurich.

Cuando digo que he sido “invitado”, estoy exagerando un poco… Digamos más bien que es Lucía, una amiga brasileña conocida en el mundo artístico, la que me organizó la movida.

Antes, era una famosa estríper. desde que encontró a Cristo ha dejado ese ambiente, pero ha guardado buenos contactos con algunas personalidades, lo que le ha servido para conseguir una invitación de más… ¡en fin!

Un colega de trabajo me ha prestado un traje y la bibliotecaria del pueblo ha encontrado en su desván unos zapatos que podían servirme, a los míos se les despega la suela. (¡Parecen marionetas del Muppets Show!).

Marcho pues con el coche que un amigo mecánico me ha prestado, (¡Las matrículas están sujetas con cinta adhesiva y a 100 km por hora se diría que todo va a explotar!). 

Francamente, no sé demasiado lo que voy a hacer allí, en esa gala… Pero  por el camino, Lucía y yo oramos como si hubiera fuego en el coche para que el Señor abra una puerta en Brasil para mis cómics.

Soy yo quien conduce y a pesar de eso llegamos vivos al parque del gran hotel (algunas malas lenguas dirán que eso ya es una  prueba de la existencia de Dios). En cuanto aparcamos, Lucía lanza un gran grito liberador, sus manos tiemblan casi como si toda su vida acabara de desfilar ante sus ojos…

Evidentemente, no está acostumbrada a mi manera de conducir (no es que vaya rápido, de eso nada, solo que soy algo despistadillo) … Lea mi cómic "Marcel", lo comprenderá mejor…

 

FUEGOS ARTIFICIALES

La gente en el ascensor del aparcamiento del hotel va vestida como para el festival de Cannes. La música no logra calmar el nerviosismo latente contenido en este lugar confinado. El número de los pisos desfila como una cuenta atrás. Todo el mundo contiene la respiración, la puerta se abre y:

-¡Brasil! ( pronuncie: “¡Brasiu!”)

Chicas casi desnudas (“vestidas con 2-3 plumas de aves caídas en un bote de pintura fluorescente) nos acogen con gran pompa. Sus arrolladoras sonrisas son tan grandes que se diría que quieren que les cuenten toda la dentadura…(Pero no debe ser eso…)

Gran recepción, mesas reservadas, música brasileña, bailarines recién salidos de una revista de culturismo agitándose a nuestro alrededor y 400 invitados distinguidos ¡guau! Me quedo con la boca abierta.

Estoy sentado al lado de personajes políticos y testifico lo que vivo con Jesús (¡no me puedo resistir!). Doy mis cómics a muchos de los "gigantes" que me rodean…

En un momento, tropiezo cara a cara con una famosa cantante. Observo que ante su presencia, todo el mundo se derrite literalmente derrochando elogios y gestos de pleitesía... Me siento un poco tonto porque  a mí eso me deja indiferente... (oh… debe de ser porque no la conozco para nada).

Una ministra sentada a mi mesa me explica que, hasta para cortas distancias, es mucho más práctico tomar el avión, y yo le respondo con la mayor naturalidad del mundo:

-¿Cómo no se me había ocurrido?

(Pienso en “mi” coche todavía humeante que es como una mancha en medio de todos esos grandes Mercedes).

 

La gala se ha evaporado y volvemos a casa. Es Lucía quien conduce… (…ha insistido). He aquí una velada llena de brillo, de estrellas y de promesas y una sensación de… superficialidad. (No todo lo que brilla es oro…)

Pienso en el campesino que me encontré esta mañana: a pesar de su desgracia, del desierto que atraviesa, es rico porque tiene a Dios en su vida.

Avanzada la noche, vuelvo a mi pueblo perdido, mi pequeño hogar, mi pequeña familia…

Los veo dormir y me digo:

Les quiero tanto…

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cita con Dios - El palacio de Brasil