La Encarnación

Un poema de San Juan de la Cruz. (Selecciona Isabel Pavón).

26 DE DICIEMBRE DE 2014 · 12:05

Natividad.,Natividad
Natividad.

 

 

Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa
que en duro yugo servía,
debajo de aquella ley
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne,
que en tu simple ser no había.

En los amores perfectos
esta ley se requería
que se haga semejante
el amante a quien quería,
que la mayor semejanza
más deleite contenía;
el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.

Mi voluntad es la tuya,
el Hijo le respondía,
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía,
y a mí me conviene, Padre,
lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera
tu bondad más se vería.
Veráse tu gran potencia,
justicia y sabiduría;
irélo a decir al mundo
y noticia le daría
de tu belleza y dulzura
y de tu soberanía.

Iré a buscar a mi esposa,
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos,
en que tanto padecía.

Y porque ella vida tenga,
yo por ella moriría,
y sacándola del lago,
a Ti la devolvería.

Entonces llamó a un arcángel
que san Gabriel le decía,
y enviólo a una doncella
que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad
de carne a Verbo vestía.

Y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.

Y el que tenía sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía;
que de las entrañas de ella
Él su carne recibía,
por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se decía.

 

San Juan de la Cruz

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