Militancia política y cristianismo transfigurado en José Revueltas (IV)

En 'El luto humano', el fatalismo es un factor fundamental en la trama de la historia, pero no en términos de lo cristiano sino “consecuencia histórica, vaciada en los moldes, ya sin espíritu, de la religión ancestral”.

04 DE DICIEMBRE DE 2014 · 22:45

José Revueltas en su juventud.,Revueltas joven
José Revueltas en su juventud.

Siempre un cura a la hora de la muerte. Un cura que extrae el corazón del pecho con ese puñal de piedra de la penitencia, para ofrecerlo, como antes los viejos sacerdotes en la piedra de los sacrificios, a Dios, a Dios en cuyo seno se pulverizaron los ídolos esparciendo su tierra, impalpable ahora en el cuerpo blanco de la divinidad.[1]

J.R., El luto humano (1943)

 

Portada de 'El luto humano'.

Varios y notables aspectos destaca el jesuita Pedro Trigo en su amplio análisis literario y teológico (más de 80 páginas) de El luto humano, de José Revueltas. “En sus artículos, Revueltas califica a la Revolución como una lucha ‘democrático-burguesa’, pero en El luto humano la describe como tragedia”.[2] A partir de su idea de la “desposesión”, va penetrando poco a poco en los diversos estratos de la historia ubicada en la época de la llamada “guerra cristera”, para que desde ahí, en la observación minuciosa que el autor ha hecho de las formas de religiosidad en México, trace líneas que convergen en el propósito narrativo de la obra.

Así, advierte acerca de las formulaciones metafísicas y de los contenidos históricos de la novela: “Todo el peso de esta historia sería la fuente de las expresiones de pérdida de sentido, desesperanza, de voluntad de muerte que pululan en la novela; y no el existencialismo sartreano o el supuesto fatalismo que sería consustancial al cristianismo y al pueblo mexicano”.[3] Y agrega que ese desaliento sería el que llegará al colmo en el diluvio final que se abate sobre los personajes. Para confirmar su afirmación, cita: “Ser pensante, de monstruosa conciencia, el agua sin piedad. De no morir aquellos hombres, se suicidarían, a tal grado se había hecho noción dentro de sus almas la muerte”.[4]

El fatalismo es un factor fundamental en la trama de la historia, pero no en términos de lo cristiano sino “consecuencia histórica, vaciada en los moldes, ya sin espíritu, de la religión ancestral”: “Fatalidad pura, resignación triste y antigua, donde una apatía interior, atenta, inevitable y desolada, esperaba, sin oponerse, crímenes nuevos, más y más difuntos”.[5] El sustrato prehispánico había dejado una honda huella en esa manera de asumir el sufrimiento y la muerte. La obsesión por la inminencia de la destrucción definitiva acechaba la mentalidad de los antiguos mexicanos, mucho antes de la llegada del cristianismo. Trigo observa muy bien que sólo una vez en la historia el fatalismo tiene “sabor cristiano”, remitido incluso hasta el propio Jesús: “…la resignada frase cristiana vínole a los labios: —Todo está consumado…”;[6] “la frase reviste un tono irónico ya que no se refiere a Jesús, sino a ese cristo de piedra, ‘transido por el mal’, que es el cura”.[7]

 

La institución eclesiástica en la nueva novela latinoamericana.

En este punto bien vale la pena detenerse para indagar en las raíces de esta visión del catolicismo mexicano, de su religiosidad tradicional, adocenada. A propósito de El luto humano, Ruiz Abreu aventura una serie de juicios al respecto, encadenados con la época de su escritura y con las aficiones y el trasfondo religioso de Revueltas. Su argumentación es fluida y sumamente atendible: “Tal vez la disciplina paterna en materia religiosa tocó severamente a Revueltas, y lo dotó de una obsesión por el cristianismo, el pecado, la redención, la vida de Cristo”.[8] Allí aflora la ya mencionada presencia de su maestro ruso: “O fueron las lecturas tempranas de escritores como Dostoievski, cuya obra se centra en el dilema del bien y del mal, del libre albedrío, Dios, el demonio, los Evangelios…”. Ambas cosas amalgamadas, dotaron a Revueltas “de una aptitud excepcional en materia religiosa” que se manifestó tan abiertamente en esta novela. Añade también la manera en que mezcló la religión católica con la ancestral, los ritos cristianos con los prehispánicos, así como los del catolicismo oficial y el cismático.

Al vivir en los años 20 el ambiente creado por la lucha cristera, se enteró, también, del fallido intento del sindicalista Luis N. Morones por organizar una iglesia separada del papa. “Revueltas parece el resumen de esas tendencias culturales. Eso explicaría parcialmente su inclinación desmedida por cubrir de religión a sus personajes, sus historias y acciones no sin antes criticarla. Así, los seres de El luto humano viven atormentados por la idea de Dios y el castigo eterno y sin embargo la duda los asombra y paraliza. Revueltas los ha dotado de cierto ateísmo a pesar de que son creyentes”.[9] Para Ruiz Abreu, este autor “enseña en El luto humano una religiosidad llena de nostalgia de la que jamás se divorciará”. Así se refirió, en 1958, a la fe de la sociedad mexicana en los siguientes términos: “Es natural, por ejemplo, que la religión católica del mexicano sea una religión triste, desgarradora y llena de nostalgia, pues se trata de una religión destinada a sustituir algo que se ha perdido y que ya no se sabe qué es”.[10]

Uno de los temas centrales de la novela es la disputa entre dos iglesias católicas, una romana, y otra la autóctona en la que Revueltas, como los liberales de otra época, vio la posibilidad de edificar una religión mexicana propia. Los personajes rechazan el cristianismo, pero siguen atados a él. Gracias a todos estos méritos, El luto humano obtuvo el Premio Nacional de Literatura el mismo año de publicada (1943), lo que causó una sorpresa mayúscula en el medio cultural del país. Más tarde sería traducida al inglés, italiano y húngaro. La dialéctica histórica en esa novela no puede pasar inadvertida para Trigo, quien la encuentra no solamente en algunos recursos estilísticos sino que la ve anidando “en la misma entraña de la obra”.

 

[1] J. Revueltas, El luto humano. [1943] México, Ediciones Era, 1980 (Obras completas, 2), p. 12.

[2] Álvaro Ruiz Abreu, José Revueltas: los muros de la utopía. México, Cal y Arena, 1992, p. 169.

[3] P. Trigo, “La desposesión como resultado de la conquista espiritual: José Revueltas, El luto humano”, en La institución eclesiástica en la nueva novela latinoamericana. Tomo I. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello-Compañía de Jesús de Venezuela-ITER, 2002, p. 162.

[4] J. Revueltas, El luto humano, p. 82.

[5] Ibid., p. 19.

[6] Ibid., p. 67.

[7] P. Trigo, “La desposesión…”, p. 163.

[8] Á. Ruiz Abreu, op. cit., p. 173.

[9] Ibid., p. 174. Énfasis agregado.

[10] J. Revueltas, México: una democracia bárbara. México, Anteo, 1958, p. 78.

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