15 razones para no ver el telediario nunca más

Para la reflexión no hace falta tener mucha información, sino tiempo para conectar los hechos, para encontrar causas y consecuencias, para entender las leyes internas que mueven los sucesos del mundo y a sus personas.

06 DE NOVIEMBRE DE 2014 · 22:50

Momento previo al inicio de un 'Telediario', en TVE. / TVE,infotainment
Momento previo al inicio de un 'Telediario', en TVE. / TVE

La número 7 realmente me marcó.

¿He captado ya tu atención? Porque lo que te propongo, lector, a pesar del título de este artículo, es totalmente opuesto a toda esa cantidad de datos insustanciales y chupones de tiempo y energía con los que somos bombardeados a diario. No me refiero solo a las páginas de contenidos virales que han proliferado como setas en otoño en Soria, que utilizan trucos engañosos y frases impactantes para hacernos acceder a cosas que la mayor parte de las veces ni son tan asombrosas, ni tan impactantes, ni nos hacen llorar, ni provocan que no volvamos a ver la vida igual nunca más. Cosas que solo nos distraen.

No sé cuándo empezó a ocurrir. Supongo que fue después del parto, cuando tienes las hormonas trastocadas y te vuelves sensible a lo que te rodea para evitar que nadie dañe a tu bebé. Eso es algo biológico. A las mamás recién paridas se nos recomienda que el primer mes, sobre todo los primeros quince días, estemos en un ambiente seguro y confortable. Normalmente lo dicen para advertir en contra de suegras y tías que vengas a mangonear, pero nadie advierte en contra de tener encendido el televisor, de poner las noticias y los programas de informativos, los debates políticos y las tertulias de la noche. Yo no sé cuándo empezó, ciertamente, pero recuerdo un día en que en mitad de la comida me levanté y apagué el televisor con un “Se acabó”. No podía soportarlo más. Recuerdo la sensación de estupor de estar durante veinte minutos cambiando de tema sin ninguna clase de criterio ni de conexión. Pasábamos de las imágenes (dolorosas como nada en el mundo para una mujer en pleno postparto) de niños desnutridos muriendo en África, a un accidente de avión, a un atentado terrorista en Bagdad, a hay que ver qué calor hace en Sevilla en agosto. De repente, quizá debido a las hormonas, fui consciente de que no podía gestionar esa información, y no entendía qué sentido podía tener, más allá del de toquetearnos las emociones y entonces colarnos un anuncio de Coca-Cola donde salía gente feliz bailando. Una especie de bálsamo que te convence de que la solución a todo el mal del mundo está en agua azucarada a ochenta céntimos el litro.

Hace tiempo escribí a Jordi Torrents, colaborador de esta columna y periodista, para que me explicara eso que no entendía de la locura de mezcla de temas de los telediarios, y esto fue lo que me contestó:

 

«La verdad es que los informativos (especialmente en cadenas privadas como Antena 3, La Sexta, Tele 5...) han ido diluyendo la estructura de escaleta clásica (política internacional, política de proximidad, algún suceso, sociedad, cultura, deportes, tiempo...), cargándose algunas “secciones” para centrarse en las que les da la gana y, además, mezclándolas sin criterio, más allá del nuevo concepto que ya se habla de infortainment, una mezcolanza de política, sucesos chungos, vídeos casi dignos de recopilatorios de Youtube (“Fíjense en qué le pasó a este motorista chino cuando se le cruzó un rodaballo”, por ejemplo), arrimándose más a los tabloides británicos, un tipo de prensa que, curiosamente (y eso sería digno de estudio) en España no hemos tenido (algún intento ha habido, pero no prosperó). Existe una famosa ley que dice que «la importancia de un suceso disminuye con la distancia del lugar en el que pasó», pero eso la globalización lo ha ido limando. Eso sí, será más noticia un muerto en Alcalá que 400 en Kuala Lumpur, pero eso es normal por el tema del localismo.

»No sé, se supone que el editor filtra al máximo por actualidad, imprevisibilidad, proximidad, conflicto y otros varios criterios que nos intentaban enseñar en la facultad, pero hoy la deriva hacia otros lares es considerable. También se saltan más los llamados bloques temáticos (las secciones que los diarios todavía mantienen con una estructura mucho más clásica), pero el concepto de noticia se está diluyendo (¿hace falta dedicar diez minutos a decir que en verano hace calor mientras se “entrevista” a señores en Sevilla o Valencia diciendo “nos estamos achicharrando”?). Y ya no hablo de calidad de los temas, de rigor... Es cierto que TVE o TV3, por ejemplo, todavía mantienen un nivel más digno. Por ejemplo, en TVE todavía puedes ver una noticia sobre parques eólicos con conexiones en distintos lugares donde hay, con datos (!!!!!) y con aportaciones de expertos, mientras Tele 5 puede encadenar en el mismo rato cuatro asesinatos y sin ir más allá de “el pueblo está consternado” o “era un tipo muy normal que te saludaba”».

 

Ese infortainment no es más que otra cosa para mantenernos idiotizados. Susan Sotag, en su fantástico libro Ante el dolor de los demás, ya hablaba de este tema hace más de diez años. Y decía algo muy interesante que nos ayudará a entender hasta dónde tenemos los pies metidos en este engaño: «La identidad lo es todo». Frente a las fotografías (o las imágenes a mediodía en el telediario) que pretenden «sensibilizarnos» contra la guerra (una guerra en particular o la guerra, en genérico), tenemos que admitir que no aprenderemos que la guerra es algo execrable que acaba con todo lo bueno que hay en nosotros. Cada uno verá en esas fotografías aquello que encaje dentro de su sistema de valores y en su forma de ver el mundo. Un ejemplo extremo: para el melancólico, será algo más con lo que lamentarse; para el violento, una razón más para tomar las armas. Para una mujer que se plantea ser madre, quizá, será preguntarse qué sentido tiene traer una vida nueva al mundo. Para un joven que no sabe qué decisión profesional tomar, quizá sea una aliciente para pensar que nada de lo que haga valdrá realmente la pena. Y aunque todos esos puntos de vista confluyen en un mismo sitio, en las imágenes que están observando y que intentan comprender, habrá tantas explicaciones como ojos las estén mirando.

Sin embargo, esta nueva forma de las noticias, ese infortainment, no está hecho para hacerte reflexionar. No te da tiempo. Para la reflexión no hace falta tener mucha información, sino tiempo para conectar los hechos, para encontrar causas y consecuencias, para entender las leyes internas que mueven los sucesos del mundo y a sus personas. Y esas dosis de información rápida, plagadas de sentimentalismo, de manipulación de las emociones, evitan que podamos reflexionar.

Esto no lo digo yo.

Hace pocas semanas, mientras buscaba información sobre el tema, di con el maravilloso trabajo de un filósofo suizo, Rolf Dobelli, que aquí no es muy conocido pero que en otros puntos de Europa forma parte de una especie de red de pensadores que incluye a algún Premio Nobel y a varios eruditos renombrados. En su web colgó de forma gratuita un artículo llamado Avoid News [Evita las noticias], donde propone algo tan escandaloso que desde su publicación no ha dejado de provocar reacciones. No es de extrañar, porque la tesis de este filósofo, como anuncia en su título, es que si queremos recuperar nuestra capacidad de concentración, raciocinio y análisis, debemos dejar de ver y leer las noticias. Debemos dejar de ver el telediario y leer los periódicos. Ayuno total. Ojo: esto no quiere decir que no tenemos que saber lo que pasa en el mundo. Ni mucho menos. Dobelli nos recomienda que busquemos periodismo de calidad, que investigue, contraste y ofrezca argumentos y análisis; que leamos ensayos y libros con ideas profundas y desarrolladas para entender nuestro entorno. Y da 15 razones por las cuales debemos mantenernos apartados de la incesante marea cotidiana de noticias e información (que yo he traducido y resumido a mi manera):

 

1. Las noticias nos engañan sistemáticamente. Los informativos no representan el mundo real, y eso es así. Las pequeñas piezas de información son fáciles de digerir, como pequeños caramelos mentales; pero realmente, al igual que los caramelos, no contienen nada nutritivo, solo generan la sensación de tener el estómago lleno. Esto lo que provoca es que, al tener acceso solamente a información sesgada, andemos por ahí con un mapa mental de riesgos completamente equivocado: el terrorismo, el colapso de Lehman Brothers, Britney Spears y los accidentes de avión están sobrevalorados, mientras que problemas reales para la sociedad como el estrés crónico, el fraude fiscal, la trata de mujeres o la resistencia a los antibióticos están infravalorados. Ver el accidente de un avión en televisión va a cambiar nuestra actitud hacia ese riesgo sin importar la verdadera probabilidad de que ocurra. Y en eso no tiene nada que ver nuestra sofisticación intelectual: es algo biológico. Nuestro cerebro fue educado a salir huyendo si veíamos un peligro inminente caer del cielo. Nuestros cuerpos responden automáticamente a la situación de tensión generando adrenalina para huir. Verlo una y otra vez en la televisión nos genera la misma reacción física, aunque claro, no vamos a huir a ningún lado.

 

2. Las noticias son irrelevantes. Seamos sinceros, es verdad. Dobelli nos pide que hagamos un experimento: de aproximadamente las 10.000 noticias que has escuchado en los últimos doce meses, nombra una que te haya llevado a tomar una mejor decisión acerca de alguna materia importante en tu vida, tu carrera o tu negocio, comparado con lo habrías hecho si no hubieras visto toda esa cantidad de noticias y hubieras tenido acceso a esa información por otro medio. La cuestión es que el consumo de noticias es irrelevante. Como mucho entretiene, pero sigue siendo irrelevante. En su momento, las noticias del asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo o el debut del primer navegador de Internet en 1995 pasaron totalmente desapercibidas. Nuestros cerebros no pueden reconocer lo relevante, pero sí lo nuevo. Con eso es con lo que juegan los medios. Dobelli dice que, sin embargo, el miedo a dejar de ver las noticias y estar perdiéndose algo importante nos doblega. Y aun así, advierte, si lo pensamos estaremos de acuerdo en que cuando sucede algo verdaderamente importante, nos acabamos enterando.

 

3. Las noticias limitan nuestra comprensión. Las noticias no tienen poder explicativo. Son pequeñas burbujas que explotan sobre la superficie de un mundo más profundo. Para comprender el mundo no sirve de nada tener datos y más datos, si esos datos no están conectados entre sí, y esta clase de falso periodismo, de infortaintment no se molesta en conectar nada.

 

@gapingvoid

Este trabajo de analizar, conectar y explicar es costoso de producir. ¿Por qué los informativos enfocan hacia las anécdotas, los escándalos, las historias entretenidas y las imágenes? Porque son baratas de producir. El fin de esta clase de periodismo no es comprender el mundo, sino mantener el negocio. Los caramelos son un negocio, la comida sana, no tanto. Sin embargo, se nos dice que estar pendientes de toda esta clase de información, “estar al tanto de lo que ocurre en el mundo”, según sus palabras, nos hace tomar mejores decisiones y ser más inteligentes y más exitosos. Si eso fuera verdad, los periodistas estarían en lo alto de la pirámide, y los que andan por la sala pueden dar fe de que no es verdad.

 

4. Las noticias son tóxicas para la salud. Hacen disparar constantemente el sistema límbico. Las historias de desastres y catástrofes (lo del accidente de avión que explicábamos antes) arrojan una cascada de glucocorticoides al cuerpo. Eso desregula el sistema inmunitario e inhibe la producción de hormonas del crecimiento. En otras palabras, el cuerpo acaba encontrándose en un estado de estrés crónico. Niveles altos de glucocorticoides causan daños en la digestión, falta de crecimiento (celular, del pelo y de los huesos), nerviosismo y susceptibilidad a las infecciones.

 

5. Las noticias incrementan enormemente los errores cognitivos. Alimentan a la madre de todos los errores cognitivos: el sesgo de confirmación. Filtramos automática y sistemáticamente las evidencias que contradicen nuestras ideas preconcebidas a favor de las evidencias que confirman nuestras creencias. El formato actual de los informativos, o esta nueva capacidad que tenemos debido a Internet de filtrar solamente las noticias que nos interesan, favorece este error cognitivo que no es otra cosa que aquello que no nos provoca pensar nunca, ni replantearnos nada, ni analizar nada, sino quedarnos cómodamente sentados en nuestra zona de confort. Y no solo eso, las noticias también incrementan otro error cognitivo: el sesgo de narración. Nuestro cerebros reclaman historias “que tengan sentido”, aunque no se correspondan del todo con la realidad. La organización de las noticias favorece la creación de esas historias falsas. Un ejemplo que pone Dobelli: en vez de informar que el mercado ha bajado (o subido) un 2%, los presentadores del telediario dicen: “El mercado ha bajado un 2% debido a X”. Esa X puede ser el pronóstico de beneficios de un banco, el miedo al euro, un nuevo informe sobre el paro, una decisión del Banco Central Europeo, un ataque terrorista, una huelga de los trabajadores del carbón, que dos presidentes se den la mano en una cumbre. Realmente, cualquier cosa. Por supuesto, esa X puede haber tenido su influencia en el suceso; pero es como decir que la Guerra Civil vino como consecuencia de cinco factores, no cuatro ni seis. No hay manera de saber eso, pero se establece como verdad, y sin análisis, solo con historias y anécdotas, nos acabamos alimentando de esa forma barata de explicar el mundo. Que es irracional y básicamente falsa.

 

6. Las noticias inhiben el pensamiento. Pensar requiere concentración. La concentración requiere tiempo sin interrupciones. Las noticias están diseñadas para interrumpir. No se trata de que te roben tiempo (que también, punto 8), sino que te incapacitan para pensar con claridad porque nos abrimos al flujo de interrupciones constantes. Y no solo nos convierte en lo que Dobelli llama “pensadores superficiales”, sino que afecta a nuestra memoria. Hay dos tipos de memoria, la de a largo y la de a corto plazo. La memoria a largo plazo tiene una capacidad casi infinita; sin embargo la memoria con la que trabajamos a corto plazo se limita a una cantidad mínima de datos escurridizos (intenta repetir un número de diez cifras tras haberlo escuchado una vez). El sendero que conduce de la memoria a corto plazo a la de a largo plazo es como un cuello de botella en el cerebro. Sin embargo, todo lo que quieras comprender debe pasar por él. Si el cuello de botella, como en un embudo, se llena de información inútil, eso merma nuestra capacidad de comprensión porque el paso se atora.

 

7. Las noticias cambian la estructura de nuestro cerebro. Funcionan como una droga. Cuando entras en el hábito de escucharlas, cada vez quieres más. Tu atención se centra en los sucesos de última hora, y te entran ganas de saber más de ellos. Cuando te comienzan a contar una historia, tienes ganas de escuchar cómo acaba. Esto tiene que ver con la potenciación a largo plazo y los circuitos de recompensa del cerebro. Los adictos necesitan más estimulación para alcanzar la recompensa satisfactoria. Cuantas más noticias consumamos, más estimularemos los circuitos neuronales dedicados a ojear y a la multitarea mientras ignoramos aquellos que se usan para la lectura y el pensamiento profundos. Y esto es muy importante, la clave del asunto: muchos consumidores de noticias sienten que han perdido la capacidad de leer y entender artículos o libros largos. Después de cuatro o cinco páginas se cansan, su concentración se esfuma. No es por la edad, el cansancio del día, ni nada de eso. Es porque la estructura física de nuestros cerebros ha cambiado. Michael Merzenich, profesor de la Universidad de California, pionero en el campo de la neuroplasticidad, lo dice así: “Estamos entrenando a nuestros cerebros para prestar atención a las estupideces”. A nivel neuronal, leer y pensar es indistinguible. Cuando se consumen noticias, la estructura del cerebro cambia, y eso quiere decir que cambia el modo de pensar.

 

8. Las noticias salen caras. Nos hacen perder tiempo. Eso exige un precio exorbitante. Las noticias afectan a la productividad de tres maneras. La primera, por el tiempo que pierdes consumiéndolas. La segunda, nos obligan a emplear cierta cantidad de tiempo para volver a concentrarnos en nuestras tareas o nuestro trabajo. La tercera, nos distraen incluso horas después de haberlas visto, porque saltan en nuestro cerebro horas o días después interrumpiendo el flujo de pensamiento. Incluso cuando podemos poner la excusa de dejarlas de fondo en el televisor mientras hacemos otras cosas, nos quitan tiempo, merman nuestra capacidad de concentración.

 

9. Las noticias desgarran la relación entre reputación y logro. La reputación concierne a cómo la gente coopera en la sociedad. En nuestro pasado ancestral, la reputación de una persona estaba directamente ligada a sus logros. Con el advenimiento de los medios de masas, el extraño concepto de “fama” se nos coló en la sociedad. La fama es engañosa porque generalmente la gente se hace famosa por razones que tienen poco que ver con la relevancia. Es más, es curioso cómo muchas veces conocemos a las estrellas de cine pero desconocemos a los científicos que fabrican las centrales eléctricas que nos hacen tener luz en casa, por ejemplo; y en cuanto a relevancia, sinceramente, los segundos son muchísimo más importantes.

 

10. Las noticias las producen los periodistas. Los buenos periodistas se toman tiempo para analizar sus historias, autentificar sus hechos e intentar pensarlo más a fondo. Pero, como en cualquier profesión, el periodismo también tiene practicantes incompetentes e injustos que no tienen tiempo (o capacidad) para un análisis profundo. Sumémosle el hecho de que en España en los últimos años los grandes grupos han ido despidiendo a los periodistas de renombre para contratar a becarios o gente sin experiencia que les salen más baratos. Simplemente, la cantidad de erratas que se pueden encontrar en medios nacionales evidencia este hecho, sin entrar en la pobre realidad de los contenidos. Dobelli dice que solamente cada 50 años se descubre un Watergate. El resto del tiempo simplemente se dedican a copiar y copiar unos de otros. Solo hay que hacer un pequeño experimento: buscar en Internet la misma noticia de última hora en varios periódicos y contabilizar si alguno de ellos contiene información nueva o diferente. Yo lo he hecho infinidad de veces y os lo puedo decir: lo mismo da leerlo en uno que en otro. No aportan nada.

 

11. Los hechos que son noticia a menudo están equivocados, y casi siempre son meros pronósticos. A veces los hechos de los que se informa simplemente están mal. El famoso fact checking que realizan algunos programas debería ser la norma, y no lo es. Porque las noticias salen mucho más baratas si simplemente se transmiten y no se invierte tiempo en ellas. Hace ya más de una década las ciudades de España se llenaron de periódicos gratuitos que nos entregaban en la entrada o la salida del metro todas las mañanas. En aquel entonces se debatió mucho sobre cómo era posible que la empresa pudiera mantenerse de algo que regalaba, y la respuesta era sencilla: no eran más que panfletos publicitarios. Las empresas que se publicitaban pagaban los gastos, y las noticias no contenían ninguna clase de análisis; son el paradigma de todo lo que estamos hablando aquí. Son cortas, apenas un corta y pega de los teletipos, muchas veces con información sesgada o ingenuamente oscura. Por otro lado, muchas de las historias nuevas son simples predicciones, e intentar predecir algo con exactitud en el complejo mundo en el que vivimos es imposible. Un ejemplo: hace algunos meses, con el estallido de la crisis del ébola, se expandió entre los medios una noticia inquietante que decía que cuando el ébola llegase a Nigeria las cosas se iban a poner complicadas y la enfermedad se expandiría con más facilidad por Europa y América, llegando a alcanzar la cifra de millones de muertos. Eso fue noticia, aunque no era más que una suposición que se había hecho de parte de algunos científicos y analistas; nada más que un escenario posible, pero se dio por hecho, aumentando desde entonces el pánico irracional hacia la enfermedad. ¿Qué fue lo que realmente ocurrió? El ébola llegó a Nigeria, ciertamente, pero el ministro de Sanidad de ese país, el doctor Faisal Shuaib, una persona preparada e inteligente, decretó medidas, puso medios y pagó a más de 1800 sanitarios para cortar de raíz el problema, y el ébola apenas tuvo 20 casos en el país y ya se considera erradicado. Lo asombroso del tema es que ningún medio nacional se hizo cargo de la verdadera noticia, salvo El País en un suplemento aislado de las grandes portadas. Sin embargo, la noticia catastrofista de que iba a haber millones de muertos en Nigeria, que no era más que una predicción, no solo se publicitó, sino que al no haber sido actualizada con la verdad, es la que se mantiene hoy en día en el cerebro colectivo de la sociedad, aumentando el miedo irracional.

La única manera de vencer esto, dice Dobelli, es alejarse de los noticieros y buscar libros, publicaciones y programas que analicen los resortes invisibles que mueven el mundo.

 

12. Las noticias son manipuladoras. Nuestro cerebro está preparado para detectar las mentiras en interacciones cara a cara. Automáticamente sabemos interpretar las señales que delatan una manipulación, más allá del mensaje verbal, en los gestos, la expresión facial. La información siempre viene con un rico conjunto de metadatos. Hoy, sin embargo, resulta terriblemente difícil hacer eso con las noticias que nos llegan desde la televisión, no digamos nada de los medios escritos donde no hay metadatos apenas. Las historias se seleccionan para satisfacer a los patrocinadores o a los propietarios del medio (el llamado sesgo mediático); se tiene la tendencia a informar de lo que todos los demás están informando, y a evitar historias que puedan ofender.

 

13. Las noticias nos hacen pasivos. Normalmente las noticias tratan sobre asuntos en los que no tenemos ninguna influencia. Esto condiciona nuestra visión del mundo, si damos por hecho que el mundo es eso que nos ofrecen en las noticias. Nuestro cerebro está preparado para actuar en consecuencia a cierta información recibida. Si hay un incendio, tendemos a coger un cubo de agua e ir a apagarlo, sin pararnos a pensar, simplemente porque asumimos que es nuestra responsabilidad acabar con ese peligro potencial. Sin embargo, la repetición diaria acerca de cosas sobre las que no podemos actuar nos hace pasivos y consume nuestra energía. Nos doblega hasta que adoptamos una visión pesimista del mundo, insensibilizada, sarcástica y fatalista. Si el cerebro humano encuentra un aluvión de información ambigua sin ser capaz de actuar sobre ella, puede reaccionar con pasividad y victimismo. El término científico para eso es indefensión aprendida. Incluso no hay que descartar que las noticias contribuyan, en cierta medida, a la expansión de enfermedades mentales como la depresión en Occidente. Quizá, consolémonos, solo sea una coincidencia.

 

14. Las noticias nos hacen tener la ilusión de que nos estamos preocupando. Nos envuelven en un sentimiento de calidez global. Todos somos ciudadanos del mundo, estamos conectados; el planeta no es más que un pueblo global. Cantamos We are the World. Eso nos da la borrosa sensación de que nos estamos preocupando, pero no nos lleva a ningún sitio. La verdad es que consumir noticias no nos hace estar más conectados con los demás. Las conexiones se forjan de la interacción. Dar dinero a una ONG a veces ayuda a calmar nuestro sentimiento de culpabilidad de primer mundo, pero no nos crea ninguna conexión con los que reciben nuestro dinero. Sin embargo, y esto lo saben bien los voluntarios, acudir a un comedor social o participar en entrega de ropa y comida es algo completamente diferente. La cuestión es que, por terrible que resulte, esas campañas de “sensibilización” que tanto se aclaman no sirven para nada si no conllevan una acción de nuestra parte, y sin embargo están basadas en que simplemente la población tenga la información sobre algo en lo que no puede actuar de ninguna manera. Con las noticias es lo mismo.

 

15. Las noticias matan nuestra creatividad. Eso tiene mucho que ver con algo que hablamos antes: la distracción. Realmente, doy fe, es prácticamente imposible componer una canción o escribir una novela con el telediario de fondo. Pero la creatividad no solo atañe al arte. En nuestra vida cotidiana tenemos necesidad de ser creativos para sortear problemas. La creatividad, además, nos permite mantener relaciones significativas con otras personas y crear nexos y comunidad, al compartir nuestras experiencias e ideas con otros, y tomar prestadas nuevas ideas y modificarlas a nuestras necesidades.

 

La cuestión de todo esto, querido lector, es que si al llegar a este punto de la lectura admites que ha habido ciertos momentos en que has sentido la necesidad de dejar de leer y hacer otra cosa, o te ha costado concentrarte en lo que leías, puede que no sea por leer en una pantalla o por que la disposición de la lectura no es horizontal sino vertical, como nos quieren hacer creer muchas veces los cruzados contra la lectura electrónica. Puede que la cuestión sea simple y dolorosa: que hemos caído en la trampa de la información, rechazando el conocimiento, y hemos modificado nuestros cerebros por la pereza. Así, un artículo apenas un poco más largo de lo habitual, como este, se convierte en un muro insalvable.

Hay otra cosa asombrosa en todo este tema. Si es cierto que el cerebro del hombre está diseñado para crecer en la reflexión y menguar ante la falta de ella, entonces es asombroso observar cómo la misma Biblia insiste una y otra vez en que debemos meditar en la palabra de Dios (Salmo 1:2, 4:4, 19:14; 36:4, 77:12, 119:15, y Pablo también lo dice en 2 Timoteo 3:14-17, solo por poner algunos ejemplos). Ya no es una cuestión de que esa reflexión y la meditación sea buena para el espíritu, sino que es buena para la propia plasticidad de nuestros cerebros, que nos hace más sabios y nos prepara para las adversidades. Ese es un dato interesante sobre el que reflexionar.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Preferiría no hacerlo - 15 razones para no ver el telediario nunca más