“Las flores perfuman el mundo aunque no tengan escrito Juan 3:16 en cada pétalo”

El cantautor colombiano Santiago Benavides ha presentado su nuevo disco, Modo vida, en diferentes lugares de España durante diez días.

Jonatán Soriano

CASTELLDEFELS · 11 DE JUNIO DE 2018 · 18:00

Santiago Benavides ha presentado en España su último trabajo, Modo vida, durante diez días. / Jonatán Soriano,
Santiago Benavides ha presentado en España su último trabajo, Modo vida, durante diez días. / Jonatán Soriano

Los conciertos de Santiago Benavides (Bogotá, 1977) son poco convencionales. Pocos artistas saben romper esa distancia que se genera entre escenario y platea, y el colombiano es uno de ellos. Todo juega su papel. Las bromas hacia el resto de los componentes del grupo que le acompaña, las historias antes de cada canción, las letras proyectadas en una pantalla, o la sencillez de interrumpir una canción que había comenzado por un carraspeo.

Con esa misma idiosincrasia, Benavides ha atendido a Protestante Digital en la última actuación de la gira de presentación por España de su último trabajo, Modo vida. Un disco de diferentes estilos, entre pop y folk latinoamericano. Después de visitar Madrid, Valencia y Valladolid, entre otras localidades, ha interpretado su última actuación en Castelldefels. Concierto que también ha servido de apoyo al proyecto de cooperación de Alianza Solidaria en Venezuela.

Mientras nos sentamos en el sofá del restaurante solidario Imperfect, ubicado en el subsuelo de la iglesia en el municipio, charlamos entre tazas vacías que chocan en la barra y el chirrido histérico de la máquina de café al fondo. Lector de autores como Schaeffer y Rookmaaker, la conversación con el cantante acaba virando hacia una reflexión sobre el concepto de producción artística y la religiosidad. “Si hablamos con verdad, bondad y belleza, la proclama evangelizadora va estar de algún modo incluida”, manifiesta.

 

Pregunta: ¿Qué has querido decir con este nuevo disco?

Respuesta: Este disco tiene una génesis muy intrincada. Creo que la última vez que vinimos a España ya estábamos hablando del próximo disco. Mejor dicho, ya estábamos hablando del próximo disco desde el lanzamiento de Un lugar llamado gracia en 2014. Había un grupo de canciones que queríamos sacar. Había un grupo de canciones que no habíamos grabado y que la gente nos pedía. Entonces arrancamos el proyecto por ahí. Inicialmente este disco se iba a llamar Viejos, calvos, gordos. Hay una ranchera que se llama así y que en Latinoamérica se estima mucho y por eso nos han pedido que la grabemos. Entonces comenzamos a producir ese disco, pero en el camino apareció un amigo que tiene un negocio de transformación. Es decir, una empresa dedicada a generar innovación, creatividad y diálogo. Para la parte relacionada con el diálogo, me pidió el favor de que le ayudase a hacer unas canciones para impulsar sus materiales y conferencias sobre estos temas. Yo le dije que ya estábamos haciendo un disco y ahí apareció la idea de producir dos discos. El de Viejos, calvos, gordos y otro con un énfasis muy fuerte en las relaciones humanas. Pero eso no era sostenible a nivel financiero y tampoco teníamos la energía y el tiempo, así que terminamos fusionando y enfocándonos en el tema de las relaciones humanas. Por así decirlo, este es un disco muy relacional en el que tratamos de explorar cómo es que la fe altera nuestra mirada hacia el otro.

Este disco coincidió con dos años de crisis religiosa muy honda por mi parte. He tenido una crisis religiosa muy profunda y, de alguna manera, este es el disco de mi propia crisis de fe. He sentido muchos miedos respecto a este disco. Miedos sobre que su temática más humanista, por así decirlo, genere algún tipo de aprensión en el público tradicionalmente evangélico. Pero las crisis pueden ayudar a profundizar muchos aspectos de la espiritualidad y a mí me ha ayudado mucho a sentirme más sorprendido por la persona de Jesús. Es curioso, pero a medida que se me han ido cayendo algunos paradigmas religiosos, más robustos y radiantes han quedado algunos fundamentos básicos. Por ejemplo, que Jesús es de verdad un personaje asombroso. He pensado mucho en el capítulo siete de Juan, cuando mandan a unos soldados para apresar a Jesús y no pueden hacerlo porque la respuesta es que ningún hombre ha hablado como él. Entonces la motivación del disco es el tema relacional y cómo nuestra fe incide en la manera en que miramos al otro, y también mi propia experiencia de crisis religiosa. Curiosamente, la canción más devota del disco, Fuiste tu, es fruto de mi crisis de fe. Acabé diciéndole a Dios que después de todo lo que he vivido y he pensado, me siento muy conmovido y desafiado por su manera de venir a estar entre nosotros, su manera de ser cercano, su manera de acercarse a los niños, de desafiar los poderes de la época.

 

P: O sea, se puede crecer a través de una crisis.

R: Creo que es un asunto de cada persona. Dios trata con cada uno como el sabe que debe tratar. Una de las cosas que justamente uno va notando por el camino de la vida es que con Dios no hay fórmulas ni manera de atajarlo. No vale decir que esto es lo que Dios hace y así lo hace con todo el mundo. Hay cosas que obviamente podemos afirmar, como que siempre es bueno y su bondad se manifiesta en cada situación.

Pero sí creo que un proceso de crisis pueda ser saludable y, hasta cierto punto, lo considero indispensable para el caminar de la fe. Últimamente, he pensado mucho en la historia del hijo pródigo. Bien leída, incluye cosas muy ofensivas. Es ofensivo que el padre suelte su dignidad tan fácilmente. Que le entregue irresponsablemente la herencia a un muchacho que, es evidente, la va a malgastar. Pero últimamente he pensado en algo que me ha resultado especialmente ofensivo e incluso conflictivo. Y es que el hijo menor, que aparentemente era el perdido, curiosa y paradójicamente era el que estaba en el camino. En cambio, el mayor, que siempre fue muy de casa, estaba muy lejos. Entonces tenemos la situación complicada de que quien estaba en su carretera espiritual era de quien todo el mundo hubiese pensado que no. No estoy recomendando ir y engancharse a las drogas para probar la gracia de Dios. Pero sí creo en la experiencia de mirarse a sí mismo y decir cuántos trabajadores en la casa de mi padre comen mejor que yo aquí, en este intento loco de independencia. Creo que, a veces, esa experiencia es necesaria e incluso lo pienso, no sólo en lo relativo a la vida espiritual, sino también al quehacer artístico. Un arte que no se cuestiona, que no se problematiza, que nunca se atreve a poner un pie fuera de casa, por la razón que sea, está menos expuesto al encuentro verdadero con el padre.

 

Según explica, este trabajo llega después de una crisis de fe de dos años. / J. Soriano

P: ¿Podemos decir que las canciones de Modo vida son un alegato contra lo predeterminado?

R: Una de las cosas que pensé en el proceso de este disco fue cómo la gente hace música normalmente. Cuando las personas hacen arte, normalmente, lo hacen para compartir con las personas. Si una banda toca en un bar no está pensando en enseñar algo o producir una reflexión, sino que están dándole el arte a la gente para que pueda disfrutar un rato y amenizar una buena conversación. Empecé a cuestionarme el hecho de que siempre tratamos de enseñar algo con la música, de dejar algo con las canciones. No digo que eso esté mal, pero creo que cuando el arte tiene una agenda, de alguna manera puede tender a morirse, a volverse simplemente un instrumento de otra intención. Deja de ser un don gratuito y se convierte en una herramienta para algo más. Quisimos balancear este disco con canciones para animar a las personas a pensar en situaciones que creo que son importantes para la vida, pero también quisimos hacer canciones para simplemente expresar cómo nos sentimos. Un ejemplo es la canción No sé qué hacer. Lo que intento decir es que no sé qué hacer, y tampoco se supone que por el hecho de ser cristiano debería saberlo. Como dice el estribillo de la canción, ‘vivir también es aprender que hay momentos de no saber’. El aparente nihilismo de esa frase me parece que la vuelve muy humana, muy sencilla y cercana. Si yo digo que voy a decir algo que hay que hacer, ya la mato. Pasa también con la canción de Noche de luna, con la que cerramos el disco. Algunas personas me han preguntado cuál es la verdad que nos enseña esa canción. Y mi respuesta es ninguna. Transmite simplemente la alegría de estar vivos, la gratitud que eso nos debe suscitar. Me gusta el anuncio del Salmo 19, sobre que ‘los cielos cuentan la obra de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos, un día le cuenta al otro’. Aunque ciertamente es así, aunque podemos ver que hay atributos y enseñanzas y consuelo, creo que el sentido profundo de lo que está diciendo es que, en su simple belleza y estar, ya hay un propósito cumplido. Las flores perfuman el mundo aunque no tengan escrito Juan 3:16 en cada pétalo. Algo de la crisis se refleja en el proceso de creación, en el sentido de no siempre pretender transmitir una gran verdad o algo así. A veces puede que sí, y otras podemos querer cantar simplemente de algo con sencillez y humildad. Y creo que eso ya es válido.

 

P: Algunas de tus canciones parecen controvertidas a los ojos de la religión. ¿Crees que estamos confundiendo la visión de Dios?

R: Todas las personas que tenemos una fe tendemos a ser religiosas. Debemos tener cuidado para que la religión no mate el espíritu. Me gusta mucho cuando a Jesús le traen a la mujer sorprendida en adulterio y le empiezan a citar la Biblia. Uno puede preguntarse si Jesús despreció la palabra en ese momento. Pero no, sino que fue capaz de pasar por encima de las perspectivas religiosas de su cultura y de su religión, y ver al ser humano. Como el texto de Isaías en que se nos dice que el ayuno que le gusta a Dios es romper las cadenas de injusticia. Creo que la religión es una tentación para todos.

También, cuando en un arranque de pesimismo digo que todo es religión, el Señor me muestra de manera muy contundente que su espíritu está obrando en el interior de la iglesia y haciendo surgir cosas nuevas y maravillosas. Cada vez que he tratado de decir que la iglesia ha caído en la religión, de una manera muy cariñosa y contundente, Dios me ha mostrado que su espíritu está obrando. Hay mucha gente que tiene una religión pero que obra motivada por el amor de Dios.

 

El artista explica cómo el proceso de crisis le ha llevado a un mayor asombro de Jesús. / J. Soriano

P: ¿Tu música es uno de los elementos con los que Dios está obrando dentro de la iglesia?

R: Nunca lo he llegado a pensar así. Quisiera que así fuera. En esta gira me he encontrado con personas que me han dicho cómo algunas de las canciones les han llegado muy hondo. Cómo les han ayudado en situaciones particulares de su vida. Al pensar en ello recuerdo una anécdota sobre un pintor que tenía una autoestima artística baja. Y cuando lo invitaron por primera vez a exponer en un salón, llamó a su hijo para decirle asombrado que le habían puesto marco a las pinturas. Nunca imaginé, y me cuesta trabajo imaginar, que las canciones que haga puedan ser como un instrumento para que Dios pueda hacer algo así. Pero cuando una persona me dice lo que ha pasado yo me siento como ese pintor.

 

P: Entonces, ¿tus canciones son para la iglesia o para quienes todavía no han conocido a Dios?

R: Recuerdo haber leído alguna vez a autores como Francis Schaeffer o Hans Rookmaaker, y ellos dicen que la obra que construye el Reino de Dios, es una obra que tiene verdad, bondad y belleza, independientemente de para quién está escrita, de cuál es su público objetivo y, sobre todo, de su temática. Desde este punto de vista, me importa mucho tratar que los tres elementos estén presentes en la canción y que le caigan a la persona que sea. Aunque sí confieso que intento escribir pensando en personas que no comparten mis creencias. Si hablamos con verdad, bondad y belleza, la proclama evangelizadora va a estar de algún modo incluida. Rookmaaker decía que la Europa postcristiana no va a ser evangelizada porque hayan muchas canciones, esculturas u obras de teatro cristianas, sino porque hay excelente literatura y ciencia y quienes aprecien ese aporte se van a dar cuenta de que sus autores son cristianos. Cuando leí esto por primera vez recuerdo haber pensado que me pareció un poco ingenuo de su parte, pero después recordé que esa es la historia de la conversión de C.S. Lewis. Leyó Fantastes, de George MacDonald, y quedó impresionado. Averiguó quién era el autor y para su consternación, porque era un ateo combativo, se dio cuenta de que era un pastor escocés, y eso, junto con otros factores, terminó desembocando en la conversión de Lewis. Siempre he pensado que si MacDonald hubiese escrito algo así como siete pasos para un evangelismo efectivo, por poner un título, quizás Lewis no se hubiese convertido. Es falaz pensar así porque no podemos decir qué hubiesea pasado, pero sí he pensado que aquella obra fue un instrumento.

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