Maus: ¿hay límites a la maldad humana?

La premiada novela gráfica narra el sufrimiento del pueblo judío y nos enfrenta al problema de fondo en todo ser humano.

Francisco Sánchez

26 DE ENERO DE 2016 · 19:30

Detalle de la portada de Maus, de Art Spiegelman.,
Detalle de la portada de Maus, de Art Spiegelman.

Maus es el título de un cómic que cuenta la historia de Vladek, un judío que sobrevive a los campos de concentración nazi en Auschwitz. Art Spiegelman es su autor. Maus puede considerarse su mejor obra gráfica. En 1992 recibió el premio Pulitzer. 

El 27 de enero es el Día internacional en memoria de las víctimas del Holocausto. Ante cualquier desastre humano, como por ejemplo el del exterminio judío, muchos cuestionan la existencia de Dios. Piensan: si Dios existe y es bueno, ¿por qué permite tanto mal en el mundo? ¿Acaso no le importa la desesperación humana? ¿Qué sentido tiene la vida en medio de un mundo tan hostil? 

Parece evidente que este mundo necesita esperanza. ¿Podemos convertirnos en portavoces de la misma? Pero el dolor puede noquear a cualquiera. Su seco golpe produce secuelas de incredulidad. ¿Tiene sentido el sufrimiento? ¿Sirve para algo? ¿Aumenta algo la dignidad de la persona que lo padece? ¿Qué se le puede decir a quien lo ha perdido todo? 

 

El autor, Art Spiegelman.

Para Spiegelman, Maus es la autobiografía de las vivencias reales que su propio padre experimentó en medio de la persecución judía. En toda la obra, late constantemente la desconfianza en la idea de que Dios es bueno. Spiegelman dibuja a Vladek como a un ratón encerrado en un  laberíntico destino del que no puede ni sabe salir.

Esta familia judía ha logrado sobrevivir al holocausto nazi; sin embargo, la lucha continúa porque ahora toca enfrentarse a la búsqueda del sentido de la vida después de tanto sufrimiento. Si lo peor ya ha pasado, ¿por qué no hay un ambiente de cordialidad, respeto y amor en casa? 

 

¿HASTA DÓNDE PUEDE LLEGAR EL MÍSERO EGOÍSMO HUMANO? 

Artie, el hijo del protagonista, busca su propio interés. Esta relación familiar deja mucho que desear y, en consecuencia, cuando su padre enferma, Artie no está dispuesto a atenderle como se merece. ¿Acaso no había hecho suficientes méritos su padre sobreviviendo al exterminio?

 

Maus: ¿hay límites a la maldad humana?

El autor abre de esta manera el debate sobre la atención y el cuidado de nuestros mayores. Pone de manifiesto también que los grandes sufrimientos, por sí mismos, no tienen la capacidad de aumentar la dignidad de las personas que los padecen. No soy mejor persona porque haya sufrido más. El sufrimiento es una batalla más que vencer. El dolor puede deteriorarnos. Hay muchas posibilidades de que lo que padecí en el pasado no me convierta hoy en una mejor persona.

La miseria animal que muestra Maus es la humana, la nuestra, aquella que tiñe toda la historia del hombre con una pregunta pesimista: ¿cómo es posible que haya sucedido tanto mal? En el caso de este cómic se traduciría en ¿no han sido ya suficientemente oprimidos los judíos a lo largo de toda la historia? El apóstol Pedro sabía de lo que hablaba cuando retaba a su propio pueblo con las siguientes palabras: “A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad”.

 

¿SIGUE TENIENDO RELEVANCIA LA BIBLIA?

La Palabra de Dios va por delante de la ciencia. No es esta la que nos advierte sobre lo que ha sido, es o será la vida. La Palabra se anticipa con el conocimiento necesario para prevenirnos y permitirnos no andar en tinieblas sino con la luz suficiente como para enfrentar los grandes retos humanos de nuestro siglo. Todo está escrito, no hay nada nuevo bajo el sol. Aceptarlo implica fe. Mucho antes de que existieran las ecografías y se escribieran libros sobre la concepción humana y la transformación de un feto en bebé, el salmista proclama “oh, Dios, mi embrión vieron tus ojos”. Nunca el conocimiento humano se anticipara al designio de Dios. Somos criaturas, no creadores.

Spiegelman, el autor de Maus, da la espalda en su propia historia de ficción a la historia real de su pueblo. Y, en este sentido, no da en el blanco sino que se olvida, (¿voluntariamente?) de la esencia de la Toráh:

“Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte”. (Deuteronomio 6)

¿Hasta qué punto nos paraliza el sufrimiento? ¿Cuánto nos condiciona el dolor que padecemos? ¿Puede apartarnos de hacer el bien? 

A Dios le duele nuestra maldad.

Es un consuelo saber que Jesús lloró. El creador del universo, aquel que sujeta los tiempos sobre la palma de su mano, lloró ante la tumba de Lázaro. Él era y es consciente del sufrimiento del ser humano desde que este nace. Él sabe cuán dura es la vida y cuánto nos desgarra la muerte. Por eso, decidió vencerla recorriendo él mismo la distancia más larga: una segunda milla que desciende hasta un ser humano caído. 

 

Por Maus, su autor recibió un premio Pullitzer.

¿Tiene límite la maldad humana? Sí. Jesús la enfrentó y la limitó al explicarnos de dónde venimos, qué es lo que anda mal en nosotros y cómo podemos remediar la gran falla o separación que hay entre Dios y la humanidad. 

No se trata de mirar a la muerte a la cara y decirle “aquí no pasa nada”. Hemingway decía “la vida es un corto viaje de un día, de la nada hacia la nada”. Esta es la concepción pesimista con la que chocamos cuando depositamos toda nuestra confianza en el esfuerzo e ingenio humano. Ahí, la mayoría de las veces, nuestro propio sufrimiento nos nubla la vista. En el deseo natural de huir del dolor nos aferramos a una solución que consideramos perfecta y, sin embargo, es incompleta. En este sentido, el utopismo conduce a la falta de libertad porque nos priva de la verdadera vida, aquella que no termina aquí en la tierra. 

Todos deberíamos preguntarnos con frecuencia: “¿me siento en deuda con el prójimo? ¿O pienso más bien que todo empieza y termina conmigo? C.S. Lewis afirma en su obra Mero cristianismo que “la maldad, cuando se la examina, resulta ser la persecución de algún bien de manera equivocada”. 

 

CONCLUSIÓN

Maus es un testimonio directo del desastre del holocausto. Por otra parte, ejemplifica de manera indirecta cómo el ser humano no puede alcanzar la plenitud por sí mismo.  Tampoco importa si pertenecemos o no a un pueblo escogido por Dios. Tampoco, cuánto hayamos sufrido. Ni siquiera si perseguimos con nuestra conducta el bien. Al final, tarde o temprano, toparemos con la insatisfacción de que, en el origen, el ser humano decidió libremente sacar a Dios de la ecuación de la vida.

Desde entonces, la humanidad arrastra una maldad que termina en muerte. ¿Aceptaremos a Jesús como el único hombre que es capaz de resolverla correctamente a nuestro favor?

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