Destellos del evangelio en El Hobbit

La historia fantástica narrada por Tolkien vuelve al cine en su segunda parte. En las aventuras de Bilbo por la Tierra Media hay algo más que un pasatiempo.

ESPAÑA · 12 DE DICIEMBRE DE 2013 · 23:00

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Martin Freeman interpreta a Bilbo, el protagonista de la trilogía de 'El Hobbit'. / Warner

J.R.R. Tolkien no imaginaría hasta dónde podía llegar aquella historia que comenzó a dibujar en su mente para entretener a sus hijos antes de dormir. El hobbit no era más que un cuento nocturno a finales de los años 20, según relata el hijo del escritor, Christopher. Sin embargo, fue cimentándose en la mente del escritor como una historia más épica y oscura que daría luego paso a todo el universo de la Tierra Media, que se desarrollaría ampliamente en su obra cumbre, El señor de los anillos. En la película que estrena hoy el neozelandés Peter Jackson, El Hobbit: La desolación de Smaug la historia avanzará por caminos más oscuros y peligrosos, haciendo que el tono cristalino y aventurero de la historia se vaya tiñendo con los peligros que afrontan Bilbo y sus compañeros de viaje hacia el tesoro bajo la montaña que guarda un temible dragón. La historia, que parece sencilla y apta para los oídos de un menor antes de dormir, va sin embargo tomando tintes dramáticos a medida que avanza. Cuanto más cerca están los protagonistas del tesoro, más se acentúa la oscuridad, no sólo en el entorno que les rodea, sino en el interior de su ser y en lo que mueve sus intenciones más profundas. TAN FANTÁSTICO, TAN CIERTO Así lo contemplaba el primer lector de El hobbit, que fue C.S. Lewis, amigo y compañero literario de Tolkien, que a los pocos días de salir el libro (1937) quiso destacar que detrás de una historia infantil había una “copiosa erudición y profundas reflexiones que consiguen que todo sea tan maduro, tan familiar y, a su manera, tan cierto”. Si un mundo fantástico acaba siendo verosímil es por el reflejo de humanidad de sus personajes. Enanos, elfos, hobbits, y aún el dragón, no hacen más que resaltar luces y sombras del ser humano. A veces es esa caricatura la que puede ayudar a hacer más clara la verdad, dejando a la luz las intenciones del corazón. Es por ello que el periodista José de Segovia comenta que “no podemos ver esta historia como una alegoría cristiana, pero hay en ella destellos del Evangelio”. Estos se encuentran en ese mundo que, como el nuestro, tiene una “batalla entre la luz y las tinieblas. Y alguien tiene que adentrarse en el mismo corazón del reino enemigo, para derrotarlo”. En El Señor de los anillos, la idea del mal se refleja en ese objeto de poder que no sólo provoca el surgimiento de un enemigo externo (Sauron) sino también la caída en las peores intenciones y actitudes de cada uno, una imagen simbólica que recuerda la descripción bíblica del pecado y la tentación. Pero en El hobbit lo que se puede ver son las muchas consecuencias de la corrupción y el amor al dinero como raíz de todos los males. Un dragón que casi ha destruido al pueblo de los enanos y los ha echado de su entorno descansa -y se debilita- sobre un lecho de oro, movido por la codicia. Los enanos pronto se verán cegados por tanta riqueza y afán de poder; los demás pueblos -elfos, hombres y orcos- harán su aparición demostrando su sed de venganza y la imposibilidad de alcanzar acuerdos. RUMORES DE GUERRA @MULT#DER#56000@No es casualidad que Tolkien escribiera esto en la década de los 30, desde donde podía vislumbrar un mundo que se dirigía hacia otra gran guerra. Su libro concluye con el enfrentamiento de cinco ejércitos en una cruenta batalla final “que nadie había esperado”, dice un sorprendido Gandalf casi al final de las páginas del libro. Es en ese entorno en el que sitúa a su protagonista. Un ser pequeño, poco dado a las aventuras, pero que aquí realiza un largo viaje. “Historia de una ida y una vuelta” es el subtítulo que el escritor escogió para su obra, y esa es la esencia: un viaje en el que, pretendiendo descubrir otros mundos, uno acaba descubriendo su interior, con debilidades y fortalezas que nunca verían la luz en la tranquilidad del hogar. “El hobbit carece del poder y el valor de los enanos. No soy un héroe, ni un guerrero, ni un saqueador –confiesa Bilbo a Thorin. Es una ayuda inesperada, la que hace que él y sus compañeros se salven, una y otra vez. Y es así como espera llegar algún día a casa. Ya que “donde pertenezco, ese es mi hogar”, dice Bilbo”, explica José de Segovia. Si alguna lección contiene esta historia, dice el crítico, es que “la sorpresa es que la liberación no viene por la fuerza del poder de este mundo, sino por la debilidad del sacrificio. Es así como Dios vence a la oscuridad en la cruz y sigue mostrando su poder en nuestra debilidad”.

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