Despidiendo a la abuela Ruth

Familiares, amigos y hermanos en la fe asistieron al acto de despedida de los restos de Ruth Sánchez Valladares en Silleda.

Daniel Valuja · VILAR · 05 DE MARZO DE 2015 · 19:32

Unas 400 personas asistieron al acto de despedida. ,
Unas 400 personas asistieron al acto de despedida.

El pasado domingo, día 1 de Marzo, Ruth Sánchez Valladares fue llevada a la presencia del Señor, con 100 años y tres meses, gozando plenamente de sus facultades hasta el momento de su partida. Un pequeño problema respiratorio, que ya había sufrido en otras ocasiones, aconsejó su ingreso en el Hospital Xeral, en Vigo. Cuando ya estaba recuperada, un fallo cardiopulmonar y renal inesperado terminó con su larga vida.

Ruth, conocida desde hace muchos años como “abuela Ruth”, era persona muy conocida y apreciada, no solo en el ayuntamiento de Silleda, sino por personas y familias de muchos lugares de España y de otros países. Tanto es así, que en las redes sociales hubo más de medio millar de condolencias, algunas llegadas desde Argentina, Portugal, Angola, EEUU, etc, y muchísimas llamadas telefónicas.

 

UNA VIDA LARGA Y RICA

Ruth nació en Villar, ayuntamiento de Silleda, el 20 de Noviembre de 1914, cinco meses después del inicio de la primera guerra mundial, siendo la cuarta de los seis hijos que tuvieron Indalecio Sánchez y María Valladares, ambos creyentes evangélicos. Con tan solo 12 años experimentó una genuina conversión a Cristo y su vida fue un continuo testimonio de su fe y deseo de servir al Señor.

 

Bodas de oro en 1995.

Curiosamente, la primera casa donde se habló del evangelio en Villar, doce años antes de nacer Rut, fue la de su abuelo paterno, Ramón Sánchez, quién recibió a los misioneros Tomás Dodd y Francisco Pais, enviados desde Marín, adonde había ido por dos veces el enviado de una comisión de Villar para solicitar que fuesen los evangélicos a predicar su fe, a causa de un fuerte enfrentamiento con el sacerdote católico, quien, en un año de cosechas malísimas que les arruinó su patrimonio a los lugareños, reclamaba, incluso judicialmente, la aportación, conocida como “oblata” que le correspondía.

La respuesta al mensaje de salvación, que predicaron los misioneros evangélicos, fue realmente espectacular, tanto que en poco tiempo necesitaron un lugar mejor para reunirse. La bendita mano del Señor hizo en eso otro milagro. Una vecina de Villar, que era viuda, gastaba todo cuanto tenía en pagar misas por su marido y como ya no tenía de donde sacar dinero, con el visto bueno del sacerdote católico, alquiló un cuarto a los evangélicos para poder seguir pagando misas y sacar a su esposo del purgatorio. Ella era una fiel católica y no quería saber nada con los protestantes, pero sintió curiosidad por saber algo de las “falsedades” que predicaban, así que, sin que nadie la viese, desde un pasillo, comenzó a escuchar las predicaciones y el Espíritu Santo tocó su corazón y fue convertida, a la verdadera fe cristiana en ese pasillo, con lo cual se acabaron para siempre las misas por su marido y se quejó al cura de haberla tenido engañada durante tanto tiempo sin mostrar compasión alguna por su miseria. Esa viuda fue la abuela materna de nuestra centenaria Rut y en el corral de la casa, donde Rut vivió toda su vida, tuvieron lugar los primeros bautismos de Villar, en los cuales, en aquella pequeña aldea perdida entre montañas, se bautizaron 23 personas. Aun no había cumplido Rut dos años y ya la congregación evangélica de Villar sumaba unas 60 personas y tenía un edificio propio.

Rut, siendo todavía una adolescente, estuvo unos años en Marín, como sirvienta, en casa del misionero Enrique Turrall, en ese tiempo creó unos lazos profundos de amistad con personas de la iglesia de Marín, que han durado toda la vida.

 

Celebrando los 100.

Pero las cosas en Villar fueron muy difíciles, pues la oposición feroz de algunos sacerdotes católicos, muy molestos por el gran crecimiento de la comunidad evangélica en Villar, tuvo su gran oportunidad al llegar la guerra civil, ya que varios miembros de la familia, junto con otros hermanos de la iglesia de Villar, fueron detenidos, y estuvieron a punto de ser ejecutados, por el espantoso delito de ser evangélicos, aunque la acusación era la peor de aquellos terribles días, ser contrarios al régimen. Pero el Señor intervino milagrosamente y fueron librados de la muerte y de la prisión, gracias al testimonio generoso de un sacerdote católico, que regentaba la parroquia de Villar y que se jugó su puesto por salir en defensa de los evangélicos. En cambio, la madre de Rut, la señora María, fue desterrada y encerrada durante años en un penal en el País Vasco, viviendo en casa la angustia de temer que nunca la volverían a ver. Con todo, también a ella la libró el Señor quien preservó su vida y le devolvió la libertad.

 

LA DURA GUERRA CIVIL

Las guerras tuvieron un gran protagonismo en la vida de Rut, ya que nació cinco meses después del comienzo de la primera guerra mundial, pasó la peor etapa de su vida durante la guerra civil española y se casó con Amable el 5 de Diciembre de 1945, cuatro meses después de terminar la segunda guerra mundial en la que hubo más de 50 millones de muertos. También las consecuencias económicas de la guerra obligaron a emigrar en busca de mejores horizontes en América a tres de sus hermanos.

 

Chapa conmemorativa.

 La casa de Rut siempre estuvo abierta para acoger a los visitantes, con el apoyo total de su marido Amable, y por ella pasaron hermanos de todos los rincones de España y de muchos países extranjeros. Fue una moderna Betania, en la cual Rut fue a la vez Marta y María, combinando un trabajo durísimo en el campo y en casa, con un interés que se acrecentó con el tiempo, por la hospitalidad y las cosas del espíritu. En los últimos años fue una lectora voraz, que no solo leía, sino que asimilaba y recordaba lo leído.

 

UNA MEMORIA PRODIGIOSA

Cuando las limitaciones físicas no les permitieron a Ruth y a su marido seguir viviendo en Villar, fueron acogidos por sus hijos Eunice y Daniel. El Señor se llevó al marido de Ruth, el 24 de Enero de 2011, después de 65 años de matrimonio. El Señor ha sido muy bueno con Rut dándole una larga vida, de más de un siglo, y una mente clara y una memoria extraordinaria que fue el asombro de propios y extraños. En los últimos años su tiempo se dedicó sobre todo a leer, una de sus grandes pasiones, y a repasar los himnos que sabía de memoria.

 

El alcalde felicita los 100 años de Ruth.

Aunque necesitaba ayuda para andar por casa y para salir iba en silla de ruedas, nunca dejó de ir fielmente a los cultos donde se gozaba mucho en cantar, escuchar los mensajes y saludar a los hermanos. Asimismo, las reuniones familiares o entierros y conferencias especiales contaban siempre con su presencia y no tenía reparo en viajes, porque, decía ella, iba sentada y “sentada era mujer”. Su carácter fue siempre un estímulo para todos los que le conocían, en la familia, en el pueblo evangélico y la vecindad.

 

CENTENARIA

Cuando cumplió los 100 años, se celebró un acto de gratitud a Dios en la capilla evangélica de Villar y una merienda en el restaurante O Coteliño, en Silleda, asistiendo más de setenta personas y recibiendo muchas felicitaciones vía Internet, desde muchos lugares de España y del extranjero. También fue felicitada personalmente por el alcalde Silleda, una concejal y una senadora. Como dato curioso, recibió una felicitación en un video y dos libros del famoso escritor gallego Neira Vilas.

La víspera del entierro, un amigo de la familia, preguntó: ¿Cómo vais a meter en la pequeña capilla de Villar a tantísima gente que vendrá al entierro? Nos dimos cuenta que tenía razón e iniciamos las gestiones con el alcalde del ayuntamiento de Silleda, con la valiosísima ayuda de una funcionaria del mismo que estaba en esa momento en el tanatorio y que al día siguiente nos comunicó, de parte del alcalde, que teníamos a nuestra disposición, para el culto de memoria de la abuela Ruth, el auditorio de la Feria Internacional de Galicia, que tiene un convenio de uso con el ayuntamiento. Ese auditorio tiene una capacidad de 624 plazas y allí se reunieron más de 400 personas. La familia está muy agradecida al alcalde de Silleda por tramitar la cesión del auditorio para el culto fúnebre de la abuela Ruth.

 

Con hijos y nietos.

La reunión fue presidida por Andrés Iglesias, marido de una de las nietas de la abuela Ruth, quien hizo una sencilla y emotiva introducción al acto, y la predicación estuvo a cargo de Esteban Figueirido quien nos recordó lo esencial de la vida, que, como lo había sido para la abuela Ruth, debe serlo para todos, tener una correcta relación con Dios por medio de Jesucristo y estar en paz con Él. Los himnos tuvieron un lugar relevante en el acto, tal como había sido deseo de la abuela, que los escogió ella misma.

Mencionamos la letra de las primeras estrofas de los tres que se cantaron en el culto fúnebre y que expresan muy bien la seguridad del creyente.

El primero comienza diciendo:

Mi redentor, el Rey de gloria.

Que vive, yo seguro estoy,

Y da coronas de victoria;

A recibir la mía voy.

 

El segundo himno, dice en su primera estrofa:

Cual peregrino cruzo la vida,

Voy a mi patria, voy a mi Dios;

Es el Ungido mi norte y guía,

El Nazareno es mi sostén.

 

Y el tercer himno que se cantó en el culto celebrado en el auditorio, dice en su primera estrofa:

Cuando mis días se acaben aquí,

Con sus tareas, fatiga, dolor,

Salvo a las playas de luz llegaré,

¡Y en su hermosura veré a mi Señor!

 

Después de finalizado el acto en el auditorio, el féretro fue llevado al cementerio evangélico de Villar, acompañado por la familia y los más íntimos. Allí Andrés Iglesias tuvo una breves palabras y nos guio para cantar el himno con el que nos despedimos, hasta pronto, de la abuela Ruth.

 

El himno cantado en el cementerio dice en su primera estrofa:

Yo espero la mañana

De aquel día sin igual,

De venturas inefables

Y de gozo eternal.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ciudades - Despidiendo a la abuela Ruth