Falleció Apolos Garza, misionero en España

Colaboró activamente con la obra evangélica en este país, principalmente en Madrid y Jaén, desde los años 50.

ESPAÑA · 02 DE SEPTIEMBRE DE 2013 · 22:00

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Apolos Garza Marroquín, en 2011.

El misionero, pastor y evangelista Apolos Garza Marroquín falleció el pasado sábado 31 de agosto, a la edad de 89 años, en Cuernavaca (México). Hijo de un predicador y plantador de iglesias presbiteriano en el norte de México, llegó a España como misionero en diciembre de 1955, con el apoyo de su iglesia local en San José California, acompañado de su esposa Amelia y tres hijas, Lenore (Lenny), Ruth y Esther. Colaboró con la Iglesia de General Lacy en Madrid, donde conoció a un General de los EE.UU. que le ofreció trabajar en la construcción de la base aérea de Torrejón, permitiéndole así tener su propio sustento. Más tarde se incorporó como anciano en la Asamblea de Hermanos de Duque de Sexto. Evangelista personal, no dejó de testificar de Jesús a lo largo de los veinte años que tuvieron su residencia en España, donde nacieron dos hijas más, Susana (Susie) y Lidia (Lili). Ayudó con su tiempo y esfuerzos a la construcción del Hogar de Ancianos de Linares y fue también uno de los impulsores, junto a los Sres. Taylor y a D. Emilio Aparicio, de la compra e instalación del Centro de Retiros “Pinos Reales” a las afueras de Madrid. Regresó a los EE.UU. en julio de 1976 con su esposa Amelia y dos hijas menores, donde se incorporó a South Hills Community Church en San José, California, de la que fue anciano. Fue nombrado Capellán de Prisiones del Condado de Santa Clara, en California, donde celebró reuniones, estudios bíblicos, y trajo a muchos a los pies del Señor. Formó parte del Consejo de Directores de la Asociación Luis Palau durante muchos años y acompañó al conocido evangelista en sus viajes por Latinoamérica, donde visitaba y predicaba en las cárceles mientras duraba la campaña. A finales de 1988 se trasladó el matrimonio a Cuernavaca, México. Allí también siguió trabajando en la obra evangelística, tanto en prisiones – donde inició ese ministerio en la ciudad - como visitando a pequeñas tribus de indígenas, atendiendo a pacientes con SIDA y llevándoles la Palabra de Dios. El Señor le llevó consigo el pasado sábado, estando todas sus hijas y su esposa con él, permitiendo que tuviera una muerte dulce en casa de su hija Ruth.

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