La utopía de un mundo nuevo

Un nuevo mundo sería un mundo en el que imperaran los valores del Reino que nos dejó Jesús.

04 DE MARZO DE 2013 · 23:00

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¿Sería posible un mundo nuevo, una nueva sociedad en donde los Derechos Humanos se cumplieran de una forma natural, en donde hubiera igualdad de oportunidades y cooperación entre todos los pueblos y naciones? Los cristianos debemos caminar, como parte esencial de nuestra identidad cristiana, siempre detrás de la utopía con los valores del Reino como elementos correctores de toda injusticia y, en otro plano más humanista y social, si queréis como materia segunda, con los Derechos Humanos como garantes de vidas dignas. Sería necesaria una cultura de paz. Una sociedad nueva en donde los Derechos Humanos no necesitaran ser defendidos porque se dieran de una forma natural, tendría que ser una sociedad en donde reinara la cultura de paz, en donde la seguridad del mundo y de los pueblos se consiguiera a base de desarrollo humano y no a base del uso de las armas. Se necesita una auténtica cooperación internacional. Una sociedad en donde primara la paz y no la guerra, en donde se diera la cooperación internacional sin necesidad de enfrentamientos violentos, en donde los ejércitos tuvieran la función de consolidar la cultura de paz. Es necesario repugnar el escándalo mundial de la pobreza. Un mundo nuevo, una sociedad nueva, en donde florecieran los Derechos Humanos de forma natural, sería aquella a la que le repugnara que las tres cuartas partes de la humanidad estuvieran en pobreza, que lo considerara como un escándalo mundial ante el cual hay que reaccionar. Es imprescindible la lucha por una justicia social universal. Una sociedad a la que le escandalizara las grandes desigualdades, los desiguales repartos, la acumulación desmedida de bienes en manos de unos pocos. Una sociedad en la que no primara solamente el deseo de ayuda asistencial, sino la búsqueda de justicia. Una sociedad que no descansara, que se sintiera incómoda hasta no ver una justicia social universal basada en el reconocimiento del ser humano como centro de nuestras preocupaciones, de nuestra solidaridad y de nuestro amor. Para conseguir un mundo nuevo también sería necesario el respeto a la diversidad, al diferente. Una sociedad nueva en donde los Derechos Humanos se vieran con naturalidad y se cumplieran sin necesidad de estar continuamente luchando por ellos, sería aquella que respetara la diversidad, en donde se diera el respeto al diferente, en donde no se diera la discriminación por posición económica, ni por raza, ni por origen étnico, religión o cultura. Una sociedad nueva tendría que eliminar el racismo. Debería ser una sociedad que eliminara toda discriminación racial, una sociedad de acogida a los movimientos migratorios y que eliminara las limitaciones de sus leyes de extranjería. Un mundo en el que nadie fuera ilegal ni extraño. Un mundo en el que reinara la interculturalidad sin prepotencias de culturas o de razas. No puede haber sociedad nueva si no se elimina el hambre en el mundo. Un mundo nuevo, una sociedad nueva, sería aquella que garantizara para todos el derecho a la alimentación, el acceso a los alimentos necesarios para el desarrollo. Una sociedad que eliminara el hambre del mundo, que no permitiera el que hubiera niños en infraalimentación, sin acceso al agua potable, muriéndose por enfermedades vencibles, sin acceso a las medicinas básicas. Hay que cuidar al máximo la educación y la cultura para todos. Una sociedad nueva sería aquella en la que toda persona tuviera derecho a la educación, a la capacitación, a la formación profesional y al disfrute de los bienes culturales. La educación y la capacitación es la mejor herencia que una sociedad puede dar a sus niños y jóvenes. Para acceder a una sociedad nueva hay que practicar la denuncia social, la denuncia profética. Una sociedad nueva sería aquella a la que le repugnara cualquier forma de explotación y opresión, sea ésta económica, social, política o religiosa. Sería aquella que superara estos problemas por haberse unido a la denuncia profética en contra del abuso de los débiles del mundo. Hay que eliminar las diferentes formas de pobreza. Una sociedad nueva, un mundo nuevo, sería aquél que es capaz de eliminar las formas de pobreza que después darán lugar a la pobreza económica. Pobreza es el analfabetismo que se da fundamentalmente en los pueblos con altos índices de natalidad, con alta población infantil. Una sociedad que es capaz de eliminar las formas de pobreza que constituye el desempleo, el subempleo y la exclusión social. Las diferencias sociales son violencia contra el hombre. A una sociedad nueva le debería repugnar la violencia que representa las diferencias entre el llamado Norte rico y el Sur pobre. Necesitamos una sociedad que se sienta interpelada por esas grandes diferencias y empobrecimientos. Es necesario sentirnos interpelados, tristes, incómodos con la situación actual. Necesitamos una sociedad que se sienta triste e incómoda hasta que no venza el hecho de que esas diferencias de Norte-Sur se den también en el seno de las sociedades desarrolladas, en el seno de las grandes ciudades ricas del mundo, a la vez que también el Norte rico se entremezcla viviendo en medio de la pobreza de los países no desarrollados. Así, una sociedad nueva sería la que eliminara las bolsas de pobreza del Norte rico y, a su vez, eliminara las bolsas insolidarias de riqueza y de egoísmo que se dan en medio de los pueblos del Sur pobre. Trabajar la ecología. Una sociedad nueva sería la que respetara el medio ambiente y que tuviera en cuenta a las generaciones futuras a las que les pudiera dejar un buen patrimonio natural y un medio ambiente sano y no contaminado. Que en toda la tierra se extiendan los valores del Reino. En fin, un nuevo mundo sería un mundo en el que imperaran los valores del Reino que nos dejó Jesús, un mundo en el que muchos últimos pudieran ser primeros, un mundo más igualitario y más justo. Si te parece utópico, yo te pediría que caminaras en pos de la utopía sin resignación ante el actual estado de cosas.

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