Violar la vida, violar lo santo

Violar la vida no es violar solamente los Derechos Humanos, sino que es violar los Derechos de Dios, los derechos de Dios mismo, el tres veces santo.

11 DE FEBRERO DE 2013 · 23:00

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Siguiendo con el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida”, o como nosotros la hemos formulado: “Todo individuo tiene derecho a conservar, cuidar y desarrollar su vida, porque ésta es inviolable”, podemos preguntarnos desde nuestro sentir cristiano si la vida es santa o por qué es santa, qué es la santidad de la vida. La santidad de la vida no se define con la no violación de los Derechos Humanos, sino porque la vida la da Dios y estamos hechos a su imagen y semejanza. No obstante, el cumplimiento de los Derechos Humanos puede ayudar a los cristianos a reafirmar la santidad de la vida en un mundo en donde la santidad de la vida es desafiada continuamente desde varios frentes. Queríamos aprovechar este artículo, también, para analizar muy brevemente algunos textos bíblicos y así ir dejando lo más completo posible el análisis de este tema que tanta relación tiene con nuestro centro Da Vida de Misión Evangélica Urbana de Madrid de ayuda a la mujer embarazada en situaciones de crisis o de exclusión social. Sabemos que los desafíos a la santidad de la vida no vienen solamente del tema del aborto, tema que para nosotros, en Misión Urbana, es importante y hemos dedicado todo un centro a esta temática pro-vida, dando alternativas a este desafío contra la santidad de la vida. El desafío a la santidad de la vida se da también en el caso de los niños que mueren por hambre o por enfermedades vencibles, por falta de medicinas u otras circunstancias que se podrían obviar. Por tanto, creemos que el desafío contra la santidad de la vida que se da, especialmente, en el caso de los niños malnutridos, infradesarrollados, sin apenas posibilidades de vida y en el no ser de la marginación, la pobreza y la enfermedad, debe ser para los cristianos un desafío tan fuerte como el del tema de los niños que son eliminados de la vida antes de nacer… y en otros muchos casos. Sin embargo, los textos bíblicos que vamos a analizar están muy en relación con la interrupción del embarazo. Hay cantidad de textos en la Biblia que pueden ser usados para la defensa de la vida y de su santidad, pero con relación al tema de los niños y del aborto hay algunos textos que llaman la atención y que son sumamente útiles en estas reflexiones. Uno de ellos es el del salmo 139: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas sin faltar una de ellas”. Dios nos conoce cuando aún estamos en el vientre de nuestra madre, cuando somos embriones, cuando somos lo que también se llama un feto, un no nacido, un no nato. Aún en el vientre de nuestra madre somos santos y conocidos de Dios que tiene unos planes para cada embrión ya antes de nacer. Curioso también en estos temas es el texto que encontramos en Jeremías 1, en donde el profeta fue consagrado por Dios antes de nacer: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”. ¿Quién puede atreverse a realizar un aborto si cree y conoce estos textos bíblicos? La vida, cuerpo, alma y espíritu, existen antes de nacer. La vida es santa y, por ende, inviolable. Ya en el Nuevo Testamento, también es muy relevante el texto que encontramos en el Evangelio de Lucas. En esta ocasión, para los que tienen fe y creen en la Biblia como la Palabra de Dios, el versículo de Lucas nos deja sin duda sobre lo que es un embrión, un feto, un no nacido, un no nato. Dice el Evangelio de Lucas que, Juan el Bautista, cuando estaba aún en el vientre de su madre en un embarazo de seis meses, saltó en el vientre con gozo ante la presencia de su Señor que estaba también en el vientre de María cuando visitaba Elisabeth, madre embarazada de Juan el Bautista: “Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos —dice Elisabeth a María—, la criatura saltó de alegría en mi vientre”. No cabe duda que estos textos deben ser motivadores para los cristianos en defensa de la santidad de la vida para actuar en estos temas con amor. Nuestra acción debe estar en la línea del amor, de la denuncia que, a su vez, proclama valores restauradores de las situaciones y que son evangelizadores de la cultura. Debemos, con nuestro compromiso, denuncia y anuncio de nuevas valores, hacer que las situaciones sociales cambien y cada vez más personas puedan ser capaces de asumir los valores cristianos a favor de la vida. La santidad de la vida se da porque tenemos en nosotros esa impronta de la naturaleza de Dios en nosotros y porque somos, según el texto bíblico, templos del Espíritu Santo que mora en nosotros. Es por eso que no hay que eliminar la vida, que no hay que derramar sangre humana… y esto también ocurre en el caso del aborto. En el primer libro de la Biblia, el Génesis, ya se dice de forma tajante: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:6). En este texto que citamos se dan las claves: Derramar sangre humana es gravísimo y nos enfrenta al horror máximo. La razón es la que estamos comentando: la santidad de la vida “porque a imagen de Dios es hecho el hombre”. La vida es santa. La vida es, por tanto, inviolable. Los cristianos debemos estar denunciando todo desafío contra la santidad de la vida… por coherencia con la vivencia de la propia espiritualidad cristiana. Violar la vida humana nos lleva, no sólo a ser violadores de los Derechos Humanos, sino también de los derechos de Dios mismo quien nos deja un mandamiento: “No matarás”. No cabe duda que, desde el punto de vista bíblico la vida es santa desde el momento de la concepción. Los cristianos no nos podemos andar con eufemismos, justificaciones o acciones que no estén a favor de la vida. Violar la vida no es violar solamente los Derechos Humanos, sino que es violar los Derechos de Dios, los derechos de Dios mismo, el tres veces santo.

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