Frutos de lobos

Lobos y falsos profetas.

04 DE DICIEMBRE DE 2011 · 23:00

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¿Cuáles son los frutos de las espiritualidades que no están arraigadas en la auténtica espiritualidad cristiana? “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” -nos dijo Jesús-. El versículo que citamos en el inicio nos anima a distinguir entre el que es auténtico cristiano y que, lógicamente, tiene los auténticos frutos que el Señor espera de los que le siguen, y entre aquellos otros que son falsos profetas. ¿Existen hoy lobos y falsos profetas? No nos olvidemos de las recomendaciones de Jesús para evitar los frutos de lobos. Frutos, no sólo actitudes religiosas. Hoy sobran actitudes religiosas que, en muchos casos no responden a la auténtica espiritualidad cristiana. Tenemos que ver si por los frutos podemos conocer a los auténticos seguidores de Jesús. Sin embargo, hay frutos que, desligados del compromiso de projimidad con el hombre, aunque aparentemente parezcan buenos y que visten a muchos con pieles de ovejas siendo lobos, son frutos vacíos y sin sentido. Muchos frutos de espiritualidades falsas o parciales, no es que sean frutos malos, es que son vanos, vacíos o, en su caso, frutos que no se pueden digerir por falta de compromiso con el prójimo. Son falsedades que hay que desterrar, lobos que hay que evitar. Frutos de lobos. Dar frutos supone sacrificio y servicio. Puerta estrecha. El contexto de estos versículos es el que nos comunica que para dar los auténticos frutos hay que entrar por la puerta estrecha. Hay frutos que se dan buscando lo ancho, lo cómodo, el disfrute... las apariencias. Muchos frutos que se dan desde algunas religiosidades o espiritualidades son frutos en búsqueda de prestigio, lo representativo, la fachada religiosa. Esa puerta que aparece como ancha y cómoda, lleva a la perdición. Son frutos de lobos. El seguimiento de Jesús que da frutos maduros y de gran valor, se hace por la puerta estrecha, por el camino angosto que exige esfuerzos y sacrificios de acción solidaria a favor del prójimo, de los que sufren, de los pobres de la tierra. Así, pues, los auténticos frutos por los que tienen que conocer a los cristianos, no son precisamente los frutos que emanan de los cumplimientos, sean estos de ritual litúrgico, largas oraciones insolidarias, cumplimientos de días festivos con asistencia a los lugares eclesiales, cilicios, cenizas... Y no es que los cumplimientos religiosos no tengan importancia, es que, como hemos dicho, son vanos, vacíos o que no se pueden digerir, si no van unidos al compromiso con el hombre sufriente. Muchos frutos que se quedan solamente en rituales religiosos pueden ser frutos de lobos. Los frutos vanos de las falsas espiritualidades, sólo dan apariencias religiosas, nos visten de ovejas aunque seamos lobos, nos hacen pasar por la vida como no molestos, frutos de personas que parece que no se meten con nadie. Son los frutos de cumplimientos unidos a ir lanzando ciertas “profecías” o ciertos mensajes que se ven claramente insolidarios con el prójimo, con el que sufre, con los desposeídos de la historia. Hay que tener cuidado con no producir nada más que frutos de lobos. Es tan grande el compromiso de Jesús con el hombre, es tan fuerte el compromiso que Jesús quiere que tengamos con el prójimo sufriente, que los auténticos frutos por los que van a conocer a los cristianos no van a estar en la línea de frutos que son comunes con las falsas espiritualidades. No son buscar apariencias religiosas, vestidos religiosos que pueden esconder la podredumbre de la insolidaridad, no son cumplir con lecturas o rituales, no son ir por el mundo diciendo que somos milagreros, o frutos de labios que gritan continuamente el nombre del Señor de espaldas al grito de los pobres de la tierra, no son conseguir bendiciones económicas... Los frutos de una auténtica espiritualidad unen el amor a Dios al amor al hombre. Siguen las líneas que sobre la projimidad marcó Jesús. Dar frutos no es tener apariencias religiosas, no es cumplir con las exigencias del ritual de las iglesias, ni dedicar tiempo y esfuerzos para que los demás aprueben nuestros vestidos religiosos... porque el Señor sigue diciendo: “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros vestidos de ovejas...”. Son lobos. Es verdad que los frutos de la auténtica espiritualidad son frutos abiertos también a la trascendencia, a la conversión, a la evangelización, a la relación con Dios. Es por eso que la auténtica espiritualidad cristiana tiene que ser integral: ni un humanismo, que incluso puede ser ateo, ni un espiritualismo huero, vacío, vano que nos incapacita para la solidaridad con el prójimo. La clave es ponerse en las manos del Señor para que equilibre nuestra balanza entre el servicio y amor a Dios y el servicio y amor al prójimo, fundamentalmente al prójimo necesitado, excluido y lanzado a los márgenes de los caminos de nuestra historia. Los cumplimiento religiosos y las exigencias del ritual, no es que sean malos, sino que, para que no sean vanos, debemos compensar nuestras alabanzas, levantamientos de manos y, en general, todas las exigencias de nuestros rituales, que pueden ser aceptos a Dios, con el compromiso con el hombre. Sin este compromiso con el hombre sufriente, no es posible que nuestro ritual sea acepto al Dios. Dios será sordo a nuestros clamores y alabanzas. Sin compromiso con el prójimo, nuestras alabanzas son solamente frutos de lobos que no llegan a los oídos de Dios. La adoración, la alabanza, la oración... todos estos frutos, deben estar fundamentados, cimentados en la roca de los frutos, en la roca que se encarna y hace presente en la historia en la figura de Jesús para realizarse también a través de los frutos de compromiso con el hombre sufriente y lacerado. Así, pues, analizad a vuestros profetas, a vuestros maestros. Examinad los frutos que dan, ved si realmente caminan por el angosto camino y entran por la puerta estrecha que lleva a la vida. Si estos os animan a cumplir con el ritual, a hacer cumplimientos, ayunos, abstinencias, alabanzas y largas oraciones, lecturas sin fin... pero no os animan a dar frutos de amor y solidaridad con el prójimo sufriente, pobre o excluido... si no nos animan a pararnos movidos a misericordia para ayudar, alimentar, compartir, denunciar, buscar justicia como hicieron los auténticos profetas, es que algo está fallando en el concepto de espiritualidad que os están compartiendo. Se van aproximando a los frutos de lobos. Así, pues, sed sabios y guardaos de los falsos profetas. No viváis confiados por las apariencias que dan ciertas vestimentas religiosas... pueden ser falsas. Frutos de lobos. Recordad que la fe es activa y comprometida con el prójimo que en un momento dado nos necesita... de ahí comienzan a surgir los auténticos frutos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - Frutos de lobos