El culto a la eficacia

Las políticas económicas neoliberales imperantes en el mundo hoy en día, animan a las personas, hombres y mujeres, a buscar su propio bien a través de la eficacia. Todo lo que hacemos debe ser lo suficientemente eficaz para que nos rinda un beneficio económico. Además, es lícito acumularlo para mí, guardarlo y hacer el uso que yo quiera de ello. La superación de la pobreza tendría que pasar por las leyes injustas de un mercado insolidario. No se prevén muchos mecanismos en las actuales políticas

19 DE FEBRERO DE 2007 · 23:00

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Estas políticas económicas dentro de este neoliberalismo, lo eficaz, o sea, lo bueno, sería la búsqueda del propio beneficio. Quizás, cuando los ricos muy ricos hayan generado tantos bienes, el propio sistema acabe rebosando beneficios de los cuales pueda caer algo a los pobres del mundo. Pensar otras formas de redistribución de bienes, vía impuestos altos a los más ricos, o sistemas similares, no tiene sentido. Quizás el culto a la eficacia tenga ideales de projimidad contrapuestos a los del cristianismo. Si el cristianismo nos lleva al dar y a la entrega al prójimo para que no haya pobres entre nosotros, si nos llega a considerar al otro como superior a nosotros mismos y a compartir y hacer justicia a los débiles, el culto a la eficacia va a promover la búsqueda activa del propio interés. Centrarse en las políticas sociales de ayuda a los desfavorecidos, sería una tentación indigna de lo eficaz, un signo de debilidad que puede perjudicar al mercado regido por las economías neoliberales. Si el cristianismo separa, radicalmente, lo que sería el amor al prójimo de su contrario, o sea, la necedad egoísta de la acumulación personal y desmedida de bienes, el culto a la eficacia sería una forma de “religiosidad” que tiende a unir y confundir las dos cosas. El bien común y el del prójimo, también puede venir por mi eficacia en generar beneficios, aunque sean para mí personalmente. Quizás algo puede llegar a caer dentro del campo de los pobres. Lo que pasa es, que en este culto a la eficacia, los pobres no importan, no se trabaja para mejorar su estatus social. La vida de éstos queda supeditada al lucro personal. El prójimo no me preocupa por sus sufrimientos, sino que, lo que realmente se hace, es todo lo posible para que la pobreza del mundo no se tenga en cuenta. Se da, así, la exclusión de más de media humanidad, muchos de los cuales no cuentan para nada y pasan a ser un sobrante humano. Lo único que se puede decir al pensar en ellos, es que, quizás, algún día, éstos también podrían beneficiarse de las generaciones eficaces, aunque egoístas, de beneficios aunque no se especifique ni cuando ni como. En el ritual del culto a la eficacia, el egoísmo personal no es un problema. Los que se elevan en la escalada social sin pensar en los demás, son los auténticos triunfadores, los modelos a seguir si se quiere entrar en los beneficiosos atrios de la eficacia. El egoísmo se puede unir, asociar o confundir con el amor. Sin ningún problema. Ser egoístamente eficaz en los valores económicos neoliberales, puede ser una forma de amar, pues lo importante es generar altos beneficios. Quizás, finalmente, el propio sistema sea el que se encargue de que algo pueda llegar a algunos de los desfavorecidos de la historia. No son necesarios los ideales asistenciales ni las denuncias de los sistemas injustos. Hay que acabar venciendo estas tentaciones y dejar que el culto a la eficacia, algún día en nuestra historia, acabe dando resultados. Con el capitalismo neoliberal habríamos llegado ya al final de la historia, como diría Fukuyama. No hay modelo más perfecto. Sólo es necesario personas eficaces y dejar que el propio culto a la eficacia vaya produciendo resultados. Yo creo que no hace falta insistir mucho para ver que el culto a la eficacia del neoliberalismo y sus políticas económicas se apartan del ideal cristianismo que nos pide otros tipos de eficacia en la preocupación y la ayuda al necesitado, así como la preocupación por hacer justicia a los diferentes colectivos marginados que, si en el Antiguo Testamento, se enfatiza fundamentalmente en los huérfanos, las viudas y los extranjeros, ya en el nuevo se habla, fundamentalmente en las parábolas del Reino, de los desempleados que nadie quiere contratar, de los pequeños, los ínfimos, los débiles, los que deambulan o están sentados mendigando… y hoy se debería hablar de los diferentes colectivos marginados y excluidos del mundo. Este tipo de preocupación y de pararse ante ellos, movidos a misericordia, no se recoge en la doctrina del Culto a la Eficacia idólatra de esta era tecnológica y de consumo que nos ha tocado vivir. Los ideales y valores del cristianismo son diferentes, aunque, a veces, los valores de esa actual Religión Eficaz Neoliberal se introduzcan por las rendijas de las iglesias y de los hogares de los llamados cristianos. Este es uno de los grandes problemas del cristianismo hoy.

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