Mujer y Biblia: ‘Mas al principio no fue así’

No se ha prestado debida atención al orden y énfasis del texto en Génesis: tras declarar “creó Dios al hombre a su imagen”, inmediatamente dice: “varón y hembra los creó.”

03 DE DICIEMBRE DE 2019 · 09:00

Alex Iby, Unsplash,pareja con una luz encendida
Alex Iby, Unsplash

Cuando el Señor Jesucristo fue preguntado por los fariseos acerca del matrimonio, y si era lícito repudiar a la mujer “por cualquier causa” él apeló a los dos capítulos de Génesis, zanjando así la cuestión: “Mas al principio no fue así”.

De esa manera el Señor nos marcó las pautas a seguir a la hora de considerar lo que fue hecho “al principio de la Creación”. Principio que por el pecado, fue distorsionado, según el Señor, a causa de “la dureza del corazón” de los hombres. (Mt. 19.8)

Tal nos parece que ha sucedido en relación con el trato que los varones hemos dado a las mujeres a lo largo de la historia. Un conocimiento aunque sea somero de dicha historia nos hará acercarnos a este tema con santo temor, con una profunda tristeza, y con un espíritu de arrepentimiento tratando de restaurar una visión bíblica lo más acertada posible sobre este tema que nos ocupa. La cuestión para los creyentes en Cristo Jesús no es tanto el seguir condicionados por patrones culturales dentro de los cuales fue dada la Revelación divina; pero tampoco el tratar de imponer los relativos a la cultura del intérprete bíblico y, mucho menos aceptar sin más las modas que imperan en nuestro tiempo con la idea de adaptar el texto bíblico a lo que comúnmente se conoce como “lo políticamente correcto”.

 

LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE

Para el trabajo que nos ocupa, vamos a centrar nuestra atención en aquellos textos que nos hablan del Hombre como “humanidad” y de los individuos que la conforman,  hombre y mujer.

            Entonces dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza para que domine sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes y sobre todos los reptiles que se arrastran sobre el suelo. Y creó Dios al ser humano a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios diciéndoles: “Sed fecundos y multiplicaos; llenada la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todos los reptiles que se arrastran sobre el suelo”[i]

 El ser humano -“el hombre”- dice el texto leído fue hecho “a imagen y semejanza de Dios”.  Pero ¿en qué consistía esa imagen y semejanza? El relato de la creación del ser humano no lo dice, aunque podemos deducirlo por todo el contexto bíblico. La mayoría de los teólogos y comentaristas bíblicos cristianos están de acuerdo en que dicha imagen divina en el hombre tenía que ver con que era un ser personal, con consciencia de sí mismo, capacidad de intelecto, autodeterminación y capacidad de sentir. Pero la imagen divina también se relacionaba con su naturaleza moral y espiritual. El apóstol Pablo hace referencia a eso mismo al hablar de “la imagen del que lo creó”, “el hombre nuevo, creado en la justicia y santidad de la verdad” (Ef.2.14; 4.24; Col. 3.9.10).

 

LA IMAGEN DE DIOS EN EL SER HUMANO, COMO “VARÓN Y HEMBRA”

El texto bíblico dice: “Y creó Dios al ser humano a su imagen (…) varón y hembra los creó.” (Gén. 1.27). No hay pues, diferencia entre el varón y la mujer; ambos fueron hechos a la imagen de DiosMás todavía, el ser humano completo  es hombre-mujer:

“La imagen de Dios es ser varón y mujer […] No sólo hombres y mujeres por igual participan de la imagen divina, sino que su compañerismo como varón y hembra es lo que significa ser a la imagen de Dios”[ii]

 Sin menoscabar por nuestra parte lo dicho anteriormente sobre la imagen de Dios, intelectual, volitiva y moral en el ser humano, el autor mencionado pone el énfasis en el hecho de que la imagen de Dios significa ser varón y hembra. En realidad, no parece que se le  haya prestado la debida atención al orden y énfasis del texto bíblico, donde después de declarar “creó Dios al hombre a su imagen”, inmediatamente después  se dice: “varón y hembra los creó.”

 Entonces, la definición acerca de la imagen de Dios en el hombre relacionada con su intelectualidad, carácter moral y espiritual no sería una definición completa, sino complementaria con ésta última.  Porque, lógicamente alguna relación habrá de tener la declaración “hagamos al ser humano…” con lo dicho posteriormente. Las diferencias sexuales –con todo cuanto implican- no deberían haberse tratado tan ligeramente señalando como su única función y significado solo la parte de la encomienda universal que hace referencia a la procreación: “fructificad y multiplicaos” (Gé. 1.28-). La encomienda divina va más allá de la procreación teniendo, además, otras implicaciones de gobierno y administración de la creación por parte del ser humano,  hombre y mujer. Aunque el primer  enfoque tiene parte de verdad, no relaciona la imagen de Dios con lo masculino y lo femenino. 

Nuevamente, Jewett  trata de ir más allá de la funcionalidad del sexo y, citando a Brunner, añade:

“El amor sexual, ciertamente, no es en sí el amor que se propone el Creador, pero prefigura el verdadero amor y es también su presuposición natural […] El amor entre los sexos, el amor entre el hombre y la mujer es un vaso de barro en el cual el verdadero amor, ágape, va a ser contenido; puede desecharse, por lo tanto, cuando el curso de la escuela preparatoria haya llegado a su fin”[iii]

Si eso es así, entonces no debe desecharse el modelo divino que lleva implícita Su imagen. La diferencia de sexo en el hombre y la mujer cumpliría así una función preparatoria semejante a los símbolos y tipos del Antiguo Testamento, los cuales con ser personas, oficios, cosas, etc., apuntaban a realidades más grandes que habrían de venir y que se cumplieron en Cristo.

De ahí que el sexo sea santo y el matrimonio sea un gran misterio como dijo el apóstol Pablo. Tal misterio simboliza y apunta a otro más grande que tendrá su explicación en la consumación de la unión entre Cristo y la Iglesia, la Esposa del Cordero (Ef. 5.32; Ap. 19.7-9; 21.9) Por eso, esta realidad hay que tenerla en su justa consideración puesto que por siglos no se le ha dado la debida importancia:

“Mientras que ellos –filósofos y teólogos- se han ocupado de las facultades del Hombre en cuanto a la elección racional y moral, de su conciencia religiosa trascendente, el texto de Génesis 1.27 no hace comentario directo alguno sobre el Hombre a la imagen de Dios solo para destacar que existe como varón y hembra”[iv]

Por tanto, esa es la Humanidad de la cual no se puede hablar a menos que se haga en términos de varón y hembra, hombre y mujer. Entonces, no es disparatado pensar que cada una de aquellas cosas que conforman al hombre y a la mujer y los diferencian forman parte esencial del Creador. Tales diferencias morfológicas entre el  hombre y la mujer son expresión de otras diferencias más profundas, que ponen de manifiesto de forma completa la imagen de Dios, tanto en sus relaciones mutuas como en el cumplimiento de la gran encomienda creacional y la Gran Comisión dada por Jesús. En tales diferencias  se complementarían mutuamente. (Génesis 1.28; Mt.28.18-20)

 

[i] (Gén. 1.26-27. Versión, La Palabra, 2011)

[ii] Jewett K. Paul. El hombre como varón y hembra. Ed. CARIBE. 1975. P.26

[iii] Brunner, Dogmatik II. -Citado por Paul K. Jewett 1975. P.37

[iv] (Jewett, Paul K. El hombre como varón y hembra. Ed. CARIBE, 1975. P.  39

 

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