El Decálogo de Kieslowski

“Lo que me fascina de los mandamientos”, dice Kieslowski, “es que todos estamos de acuerdo en el hecho de que son justos, pero al mismo tiempo los violamos todos los días”.

19 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 08:15

El director polaco murió de un ataque al corazón en 1996, poco después de anunciar su retirada.,
El director polaco murió de un ataque al corazón en 1996, poco después de anunciar su retirada.

La Filmoteca Española presenta este mes la serie que hizo el fallecido cineasta polaco Krzystof Kieslowski sobre los Diez Mandamientos con la introducción y un coloquio con el guionista Krzysztof Piesiewicz. Dos de los capítulos dieron lugar a dos largometrajes. Uno de ellos se estrenó en los cines el año 2006 (No matarás) y el otro se ha visto con frecuencia en televisión (Una película de amor). Están todos ellos hechos antes de la famosa trilogía sobre los Colores con la que ganó fama internacional.

El director murió de un ataque al corazón en 1996, poco después de anunciar su retirada. Su aparente pesimismo nos muestra una de las visiones más realistas del hombre que se haya hecho en el cine. 

Kieslowski se graduó en cine en la prestigiosa escuela de la Universidad de Lodz en 1969, llegando a ser conocido en todo el mundo al obtener el Premio de la Crítica y del Jurado Ecuménico por su película La doble vida de Verónica. Luego conseguiría otro Premio de la Crítica y del Jurado por otro episodio ampliado de esta serie sobre el Decálogo, que tituló Una película de amor, además del León de Oro del Festival de Venecia por la primera parte de su trilogía sobre los colores: Azul. El director murió por complicaciones cardíacas el 13 de marzo de 1996, después de haber estrenado en 1994 su último largometraje, Rojo, con el que completó su trilogía sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad, basada en los tres colores de la bandera francesa. 

 

La Filmoteca Española presenta este mes la serie que hizo el fallecido cineasta polaco Krzystof Kieslowski sobre los Diez Mandamientos.

Kieslowski había hecho esta serie para la televisión polaca en 1988. Por ella recibió galardones en los festivales de Venecia (FIPRESCI) y San Sebastián (OCIC), así como del sindicato de críticos italianos en 1990, la asociación de críticos franceses en 1991 y la de Chicago en 1997, siendo premiada también por el prestigioso National Board of Review de Estados Unidos el año 2000. Amplió dos de los episodios para conseguir más financiación del Ministerio de Cultura polaco, pero la serie forma toda una unidad. Cada capítulo está dedicado a uno de los mandamientos del Decálogo, siguiendo el orden católico-romano –que se diferencia del judío y protestante, al fundir los dos primeros y desdoblar el último, para intentar evitar la fuerza del primer mandamiento, que condena toda imagen de Dios, además de su adoración–. 

 

LOS DIEZ MANDAMIENTOS 

En su libro de entrevistas con Danusia Stok, el director dice que se encontró un día de lluvia en la calle a su guionista, Krzysztof Piesiewicz. Hacía frío y había perdido uno de sus guantes. El escritor, que fue abogado en algunos casos políticos durante la ley marcial, le dijo que se le había ocurrido, al ver un cuadro polaco del siglo XIV en el Museo Nacional de Varsovia, que Kieslowski tenía que hacer una película sobre los Diez Mandamientos. Aquella pintura representaba uno de los Mandamientos a través de una escena de la vida cotidiana. Sus películas se centran por eso en una serie de personajes que viven en unos edificios de un barrio de Varsovia. Aunque las historias son independientes, la serie forma todo un conjunto, ya que los capítulos se van relacionando con algunas claves aparentemente casuales, y el hecho que los protagonistas de un episodio sean figurantes secundarios en otro. 

 

En su maravilloso primer capítulo, Krzysztof es un físico de mediana edad que vive con su pequeño hijo Pavel.

“El caos y el desastre reinaban sobre Polonia a mediados de los años ochenta”, recordaba el director. Había “tensión, un sentimiento de desesperanza y un miedo a que todo iba a peor”. Cuando empezó a viajar al extranjero, dice que observó “una incertidumbre general en el mundo”, pero él no quería hacer “películas sobre problemas a nivel global”. Porque “no creo en sociedades, ni naciones”, dice Kieslowki. Lo que le interesan son individuos. Ya que, para él, “toda vida merece escrutinio, tiene sus secretos y sus dramas”. Y lo que vio es “gente que no sabía realmente por qué vivía”. 

En su maravilloso primer capítulo, Krzysztof es un físico de mediana edad que vive con su pequeño hijo Pavel. Este hombre pone su fe en la técnica, para gobernar la vida, pero va a sufrir un revés trágico. En la segunda historia, una violinista que está embarazada de su amante deja la vida de su hijo en manos del médico que atiende a su esposo, que está muriéndose. El tercer capítulo muestra a una mujer que acude a su examante, Janusz, para que la ayude a encontrar a su marido, que ha desaparecido en vísperas de Navidad. Y en la cuarta historia, Anka, una joven estudiante, descubre una siniestra carta de su padre, que cambia toda su relación con él. 

 

El aparente pesimismo de Kieslowski nos muestra una de las visiones más realistas del hombre que se haya hecho en el cine.

El sexto relato nos muestra un joven empleado de correos, que se enamora de una vecina mayor que él, que le atrae y vigila a distancia. Este episodio es el que amplió luego en el largometraje Una película de amor. El séptimo capítulo presenta la historia de una mujer que secuestra a su hija biológica, que es criada por su abuela, como si fuera su madre. La octava historia enfrenta a una profesora de ética con la culpa de no haber ayudado a una muchacha judía durante la Segunda Guerra Mundial. El noveno capítulo muestra a un matrimonio, cuyo marido, el joven cardiocirujano Roman, descubre que es impotente. Y en la décima y última parte, dos hermanos completamente diferentes, heredan de su padre muerto una valiosa colección de sellos. 

 

CULPABLES ANTE LA LEY 

El quinto episodio ganó el premio Especial del Jurado en Cannes en 1988. Trata de un cruel delincuente, que vaga por las calles en busca de una víctima, mientras un taxista busca pasajeros y un estudiante está terminando Derecho. El filme se extiende entre dos muertes violentas con imágenes de una fuerza tal, que nos confronta en descarnada lucidez, con una visión terrible del género humano. Este joven desorientado y amoral, no sólo no conoce a su víctima, sino que no alberga sentimiento de culpa alguno. Muchos han visto su ejecución como un apabullante alegato contra la pena de muerte, pero al taxista asesinado se le presenta también como un miserable. Es por eso que Kieslowski dijo que “esta película no es realmente sobre la pena de muerte”. 

 

El quinto episodio ganó el premio Especial del Jurado en Cannes en 1988.

Es un universo de horror, que estrangula cualquier posibilidad de redención, ni siquiera para el abogado, que llora impotente en mitad del prado. La estilización vagamente afrancesada de sus cuatro últimas películas, se tiñe aquí de austeridad y silencio, en una historia de tristeza, vacío y soledad, pero sin melancolía. Aquí sólo existe la desolación del hombre ante su propia crueldad. Para Kieslowski, “toda la gente es igual”, en el sentido en que Pablo escribe a los Romanos, en el capítulo 3: “No hay justo ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay no siquiera uno” (vv.10-12). El director se distancia así del moralismo de tantas personas religiosas que piensan que son buenas, simplemente porque no roban o matan. 

“Lo que me fascina de los mandamientos”, dice Kieslowski, “es que todos estamos de acuerdo en el hecho de que son justos, pero al mismo tiempo los violamos todos los días”. Los Mandamientos funcionan, así como un espejo, que revela ese lado oculto de nuestra vida, que todos queremos esconder. “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Dios”, dice el apóstol Pablo; “porque por medio de la ley, es el conocimiento del pecado” (Ro. 3:20). La buena noticia es que “ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en Él, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (vv. 21-24).  

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