Dinero

A veces no importa si tenemos mucho o poco: si el dinero es el que nos “obliga” a tomar una decisión es porque nos está dominando.

18 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 08:30

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Cuenta una antigua historia judía que un hombre rico fue a pedirle consejo a un rabino sobre una situación complicada. El rabino lo tomó de la mano, lo acercó a la ventana y le dijo: “Mira”. El hombre observó la calle por unos segundos, entonces el rabino le preguntó: “¿Qué ves?”, a lo que el rico le respondió: “Veo gente”. El rabino volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ente un espejo y le dijo: ”¿Que ves ahora?” El hombre respondió: “Ahora me veo yo”. El rabino le miró y le dijo: “¿Entiendes lo que está ocurriendo? La ventana es de cristal y el espejo también, pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata por detrás, y cuando hay plata, uno deja de ver a la gente y comienza a verse sólo a sí mismo”.

Es una historia brillante porque nos recuerda como el dinero puede retorcer nuestro corazón, pero… no es una historia solamente para ricos. Cuando leemos la parábola que el Señor Jesús contó sobre los talentos (Mateo 25:14-30), descubrimos que el que quedó esclavizado por el dinero fue el que recibió sólo un talento ¡El que menos tenía! A veces no importa si tenemos mucho o poco: si el dinero es el que nos “obliga” a tomar una decisión es porque nos está dominando. 

De hecho, el dinero gobierna las relaciones de muchas personas, porque se comportan con los demás dependiendo de las posesiones que éstos tienen: todos quieren estar al lado de los que son ricos. El dinero también suele ser el que decide por nosotros a qué trabajo vamos a dedicar nuestra vida ¡casi siempre escogemos aquel en el que ganamos más! olvidamos que las mejores obras en este mundo, no sólo as artísticas sino también las que han ayudado a otros, casi nunca se hicieron por dinero. 

Cuando el dinero gobierna nuestras relaciones y nuestro trabajo, dejamos de ser nosotros mismos y… ¡dejamos de soñar! Vivimos dominados por lo que otros nos dan y buscamos lo que aparentemente tiene más valor. Olvidamos que lo realmente valioso no tiene precio ¡Nadie puede pagar por lo que merece la pena en la vida! Estar con la familia, disfrutar, la amistad, el honor, ayudar a otros, etc. son cosas que no se pueden comprar: Vivir la eternidad de Dios en nuestro día a día ¡tampoco!

Lo más importante es hacer aquello para lo que Dios nos ha diseñado y encontrar el propósito de nuestra vida. A veces nuestra vocación está “oculta” bajo nuestro trabajo, pero Dios puede darnos sabiduría para seguir ocupándonos de lo que realmente somos, de alguna manera. Necesitamos pedir ayuda al Señor para encontrarla y tomar buenas decisiones, porque esa es nuestra misión De hecho la palabra misión en el hebreo original de la Biblia significa literalmente “camino”. ¡Nuestro objetivo en la vida es vivir nuestro camino con el Señor! Nuestra misión somos nosotros mismos. ¡Honrar lo que el Señor puso en cada uno de nosotros es honrarle a Él! “Señor y Dios mío: muchas son las maravillas que Tu has hecho... son más de las que puedo contar ¡Nada es comparable a Ti!” (Salmo 40:5).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Dinero