¿Qué impacto tiene la alimentación diaria en la creación?

Cuando recibimos los alimentos como un regalo de Dios, la respuesta primaria propia de los humanos es la gratitud, la cual lleva al gozo.

  · Traducido por Patricia Bares

07 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 09:00

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Comer nunca es un acto solitario. Aun así, el consumidor moderno tiene poco conocimiento de que “cada vez que olemos, masticamos y tragamos, conectamos con una amplia red de intercambio global que, en definitiva, forma parte de mundos biofísicos y sociales que van más allá de nuestro entorno”. En la actualidad, las fuerzas de la urbanización, industrialización y mercados globales han cambiado profundamente el paisaje de vida económica y cultural. Para ese fin, el significado de los alimentos se ha transformado. El resultado de este cambio ha sido la pérdida de conexiones prácticas entre los consumidores y los contextos sociales y ecológicos que hacen posible que se pueda acceder a la alimentación. “Los consumidores terminan con poca información u opinión propia sobre la procedencia de su comida. Los productores de alimentos, a cambio, acabarán sufriendo una presión considerable de producir lo que no quieren y que de alguna manera consideran nocivo”. Las redes de intercambio global desvinculan al individuo de la complejidad y la realidad de la producción de alimentos, y los consumidores se han desarraigado de la fuente de la cual provienen sus alimentos. En un contexto así se crea una injusticia potencial grave. 

En pocas palabras, la mercantilización de la comida y la industrialización de las prácticas alimenticias han provocado que “la gente coma teniendo muy poco conocimiento sobre la profundidad y amplitud de las relaciones que constituyen un alimento”, lo cual normalmente lleva a un sentido limitado del cuidado humano. Éste se lleva a cabo en su producción y apunta hacia un creador y sustentador divino. “Comer es una práctica espiritual que nos recuerda quienes somos dentro de la ecología global. Olvidar lo que significa la comida significa olvidar también quién es Dios, quiénes somos y la naturaleza del mundo en el que habitamos”. 

 

Nuestra solución: gratitud

Cuando recibimos los alimentos como un regalo de Dios, la respuesta primaria propia de los humanos es la gratitud, la cual lleva al gozo. Hay dos puntos de vista del mundo que tienen diferentes perspectivas sobre la comida. La primera ve la vida como “un negocio que gestionar”, en el cual los humanos principalmente son individuales aislados que, al dirigir sus vidas de forma efectiva, pueden generar su propia felicidad y gozo. Un punto de vista alternativo entiende la vida como “una cuestión de relaciones”. Esta última desde un modelo más relacional. Es una perspectiva que enfatiza el hecho de que en el principio Dios creó a los humanos para disfrutar de una vida donde se pueden relacionar tanto con el Creador como con la creación. El primer punto de vista tiende a tratar la alimentación como una necesidad poco inspiradora, pero la segunda ve la alimentación como “una ocasión donde hay aprecio y disfrute. Algo que, en definitiva, se experimenta”. Es el segundo punto de vista lo que lleva a una respuesta de gratitud gozosa por el regalo de la comida que nos da Dios:

“El hace producir el heno para las bestias,
Y la hierba para el servicio del hombre,
Sacando el pan de la tierra,

Y el vino que alegra el corazón del hombre,
El aceite que hace brillar el rostro,
Y el pan que sustenta la vida del hombre.” (Salmos 104:14-15)

La ley del Nuevo Testamento nos instruye y nos dice que nos regocijemos cuando comemos como si fuera parte de lo que nos ofrece Dios (Deuteronomio 12:7, 12:18, 14:26). Los textos utilizan imágenes de producción alimentaria y consumición como ilustraciones de un gozo futuro. Por ejemplo, Isaías afirma que el pueblo de Dios se regocijará “como cuando recogen la cosecha” (Isaías 9:3), y de forma parecida Jeremías predice que el pueblo restaurado de Israel “vendrá y cantará jubiloso en las alturas de Sión; disfrutará de las bondades del Señor: el trigo, el vino nuevo y el aceite” (Jeremías 31:12). Una perspectiva utilitarista de la comida y de la alimentación limita firmemente nuestro entendimiento de cómo la comida expresa la provisión de Dios y su deleite, y los sistemas alimenticios globales promueven una falta de gratitud imprudente (lo cual se aprecia claramente en el pecado de derrochar comida). En cambio, cuando los alimentos se ven como una manera de comunicar el amor de Dios, la gratitud y el gozo surgen como respuestas “naturales” y apropiadas. El acto de comer se convierte en una “invitación diaria de moverse de forma responsable y con gratitud en la vida que nos es dada”. 

Alimentarnos con falta de gratitud hace que fracasemos y que no veamos más allá de lo que hay en nuestro plato. Por el contrario, una gratitud gozosa hace que nos animemos a compartir con los demás, a mostrar compasión y a trabajar para dar con sistemas alimenticios sostenibles por todo el mundo para que todos puedan experimentar la alegría de comer teniendo en mente que es un regalo de Dios. Nos anima a que reine la gratitud por la creación de Dios, de la cual dependen todas las personas y animales: un ecosistema común en el que cada persona es un miembro más.

Este artículo es un extracto de una reciente investigación llamada ‘Alimentándonos con conciencia: una perspectiva bíblica sobre la comida, las relaciones y el medio ambiente’, escrito por Hannah Eves, Katherine Martin, Andrew Phillips y Peter Redmayne, los cuatro participantes del programa de graduados SAGE del Jubilee Centre.

Ha sido extraído de la web del Jubilee Centre y reproducido con autorizacón.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Jubileo - ¿Qué impacto tiene la alimentación diaria en la creación?