Eva

Eva no fue cómplice del mal. Como tantas mujeres engañadas por el diablo, Eva lo fue también.

06 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 15:00

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Pobrecita Eva.

Fue hija de papa Dios.

No tuvo madre.

Nació grandota.

Nunca visitó a su abuelita como hizo Caperucita Roja.

Nunca tuvo un abuelito que la llevara de paseo al parque.

Nunca fue niña.

No cargaba mochila con libros para ir a la escuela.

Nunca fue a una escuela.

No tuvo profesoras ni profesores.

No jugó con otros niños en horas de recreo.

No se vio obligada a hacer deberes en casa.

Ni mamá ni papá que la regañaran cuando no se aplicaba a ellos.

Nunca se enfadó ni se alegró con otras niñas.

Los primeros niños que vio en la vida fueron sus propios hijos.

Nunca fue a una tienda de la mano de mamá para elegir vestiditos.

Nunca fue al cine.

Nunca pidió dinero a su papá para comprar “chuches”.

Nunca tuvo una muñeca.

Nunca se rascó el ombligo.

¡Pobrecita Eva! Nunca tuvo un teléfono móvil.

Eva.

Una palabra de mando había creado la luz, las aguas, el cielo, la tierra, la hierba, los árboles, los frutos, el día, la noche, animales de la tierra, animales del mar, animales de los cielos.

Otra palabra de mando, accionada con manos divinas, auxiliada por un soplo de vida inmortal, formó un alma inteligente, un cuerpo libre en figura humana: el hombre Adán.

Las mismas manos que amasaron la tierra abrieron un hueco en el costado de él y surgió ella. Porte majestuoso. Frente elevada hacia lo alto de aquel cielo recién creado. Mirada brillante. Bella criatura en la que resplandecía la santidad. Mujer creada para la gracia, la ternura, para la maternidad.

Aquel fue un día de fiesta en el huerto de Edén. Rebuznó el asno. Berreó el becerro. Mugió el buey. Relinchó el caballo. Graznó el cuervo. Ladró el perro. Aulló el lobo. Roncó el tigre. Arrulló la paloma. Todos los animales a los que Dios había dado vida se unieron en una fiesta de alegría y felicidad.

Eva. Varona.

El fraile católico Maximiliano García Cordero dice que “la formación de Eva posterior a la del cuerpo de Adán parece insinuar la necesidad de estar subordinada en la vida al varón”.

¡Miente! Fue cuestión de prioridades, nada más, primero él, siguiendo un orden lógico en la formación de la pareja, pero, no fue cuestión de superioridades. Si la mujer procede del varón, también el varón procede de la mujer. En Dios no hay hombre y mujer, según dice San Pablo, sólo seres humanos. Dios no hace diferencias entre tirios y troyanos. El hombre y la mujer son equivalentes ante el Absoluto. Todos nacen iguales. Para todos sale el sol al mismo tiempo. Todos tienen las mismas libertades, los mismos derechos. La subordinación de una al otro contribuye a la infelicidad humana. La naturaleza no conoce la desigualdad. Cuando esta, la desigualdad se impone resulta antihumana. Ha sido la Iglesia católica, interpretando a su manera textos de San Pablo, la que ha venido enseñando a lo largo de siglos que Adán es superior a Eva por haber sido creado antes que ella. Completa ficción sin base.

Al mismo tiempo, la idea de que Eva emparejó con el diablo y se convirtió en autora del primer pecado ha dado pie a la historia para postergarla, según la tradición judeo-católica.

Quienes así piensan olvidan que la pobrecita Eva no fue cómplice del mal. Como tantas mujeres engañadas por el diablo, Eva lo fue también. Lo dice el propio San Pablo en su primera carta a Timoteo: “La mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión (2:14). La mujer engañada es víctima del engañador, no cómplice. Si el diablo está detrás de la cruz, cómo no pudo estar ante la voluntad de la mujer, más aún teniendo en cuenta lo que se dice en el capítulo 12 de Apocalipsis, que “Satanás engaña al mundo entero” (vrs. 9).

El prelado y orador religioso del siglo XVI Jacques Bénigne Bossuet dice en sus Elevaciones que en el Edén los ángeles conversaban con el hombre bajo la figura de animales. “Eva, pues, no se sorprendió de oír hablar a la serpiente; como tampoco le causó sorpresa el ver al mismo Dios aparecer bajo una forma sensible”. Añade Bossuet: “la serpiente era el más astuto de los animales, es decir, el que representa mejor al demonio en su malicia, en sus engaños y después en su castigo”.

Eva no fue cómplice del mal.

Eva fue engañada.

Leamos la vida de Eva con otros ojos. San Juan Crisóstomo dijo en el siglo cuarto que Eva era un ángel revestido de cuerpo. No es difícil contemplar el admirable candor de Eva en su estado de inocencia, propensa al engaño.

El prolífico comentarista bíblico Matthew Henry recuerda a todos los hombres que Eva no fue formada de la cabeza de Adán para que éste la gobernara, ni de sus pies para que la menospreciara, fue hecha de su costado para ser igual a él, para que la protegiera, para que la amara, cerca de su corazón.

Otro comentarista del Génesis, Jorge Herbert, escribió esta bonita frase: “Adán fue hecho de polvo refinado, mas Eva de polvo doblemente refinado, por ser materia prima del mismo Adán”.

En la creación de Eva destaca la preocupación de Dios por la soledad del ser humano. Sólo se sentía Adán rodeado de multitud, en aquél caso multitud de animales. Ninguno de ellos aliviaba los suspiros de su corazón. Dios lo vio todo y pensó: “no es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Y apareció ella.

¡Bienvenida, Eva, a nuestras vidas!

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