Lo siento

Amar es perdonar y pedir perdón, amar es decir “lo siento” en muchas ocasiones y aceptar las disculpas de quién amas.

04 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 09:00

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Una de las películas más conocidas de los años setenta fue Love Story, dirigida por Arthur Hiller y protagonizada por Ali McGregor y Ryan O Neal; en ella aparece una frase repetida hasta la saciedad en cientos de conferencias, libros, medios de comunicación, etc. “Amor es no tener que decir nunca lo siento, no tener que pedir perdón nunca”.

Déjame decirte que esa es una de las mayores mentiras que podemos escuchar, porque amar es ¡todo lo contrario! Amar es perdonar y pedir perdón, amar es decir “lo siento” en muchas ocasiones y aceptar las disculpas de quién amas. Amar es equivocarse y aprender a rectificar; amar es comprender los errores del otro y disculparlos. Si no es así, el amor no existe.  

El perdón es imprescindible en el amor, porque perdonar es permitir que la otra persona siga “viviendo” con nosotros. No significa “ignorarla”, creyendo que ¡ya la hemos perdonado! pero sin pensar en esa persona ni volver a llamarla. Sí, quizás la saludamos cuando la encontramos, pero ya no está en nuestra vida. Eso no es perdón… ¡Ni mucho menos amor! Perdonar es darle una segunda oportunidad, y una tercera, y una cuarta… De eso se trata la gracia de Dios. Si Él nos “eliminara” cada vez que caemos nuestra vida no tendría ningún sentido. De hecho absolutamente nadie en el mundo podría ser perdonado ¡Dios tendría todo el derecho de olvidarnos a todos!

Pero como Él es amor, sigue involucrándose con nosotros a pesar de todo lo que somos y hacemos, sigue dándonos nuevas oportunidades ¡Dios nos ha perdonado muchas más veces de lo que podamos imaginar!

Necesitamos aprender que perdonar no es sólo pasar por alto una deuda, sino volver a relacionarse como si nada hubiera ocurrido. Perdonar significa rehacer las situaciones y las relaciones; perdonar tiene que ver con no decir a nadie lo que la otra persona ha hecho y por lo que nos ha pedido perdón. Perdonar es no quedar nosotros como “buenos” como si estuviéramos haciendo un favor, sino salvar el honor de la otra persona reconociendo también nuestras equivocaciones. 

Dios nos perdona de esa manera: a pesar de que muchas veces nos rebelamos contra Él y merecemos su olvido, Él es el primero en querer restaurarnos. El profeta Oseas lo explicó de una manera exacta: “Venid....y volvámonos al Señor. El nos destrozó pero también nos sanará; nos hirió pero también nos curará. En un momento nos devolverá la salud, nos levantará para vivir delante de El” (Oseas 6:1-2).

Ser perdonado es admitir nuestra culpa, porque nuestra dignidad necesita ser restaurada, y sólo quién se da cuenta de que necesita perdón disfruta la gracia de ser perdonado. El arrogante que es perdonado sigue viviendo en lo más alto de su orgullo, sigue creyéndose superior a quién le ha regalado el honor de saberse perdonado, por eso jamás puede tener limpio su corazón.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Lo siento