¿Dios y el wicket? El valor de la comunidad en el críquet

Tener a diversas generaciones jugando juntas aporta al juego una función relacional que los cristianos deberían acoger con los brazos abiertos en tiempos donde la tendencia cultural se mueve hacia la dirección contraria.

  · Traducido por Patricia Bares

31 DE OCTUBRE DE 2019 · 09:00

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Esta es una publicación de Matt Williams, nuestro investigador invitado. Nos lleva de vuelta al verano para reflexionar sobre si la copa mundial de críquet tiene importancia en el diseño de Dios.

Cualquier persona que esté mínimamente informada sobre el críquet se habrá quedado atónito por lo que ocurrió en verano. El 14 de julio, el equipo de Nueva Zelanda se encaminaba hacia una clara victoria hasta que, después de varios pequeños milagros, sus contrincantes de Inglaterra se hicieron con la victoria y celebraban su triunfo cual caballos desbocados. El deporte profesional está repleto de gente interesada y la corrupción a veces consigue camuflarse y verse como algo “milagroso”, pero estos acontecimientos superaron cualquier plan prefijado. Lo cínico dio lugar a lo místico; como algunos comentaron: “Parece como si la suerte del equipo de críquet inglés fuera cosa del destino”. Es una exageración, obviamente, pero hace que nos preguntemos: ¿tiene Dios algo que ver en la suerte del críquet? A parte de las quejas que podrían surgir al haber equipos más favorecidos y aventajados que otros, no cabe duda de que este tema es un asunto demasiado trivial. ¿Por qué iba el Rey del Universo a preocuparse del resultado de un juego (¡uno que encima tiene lugar un domingo!)? 

Las bendiciones pequeñas son igualmente bendiciones

Para empezar, tenemos que ser honestos con nosotros mismos: las oraciones triviales conforman un inmenso (y vergonzoso) número dentro de nuestra comunicación con Dios. Ya sea para encontrar un sitio donde aparcar, poder dormir sin interrupciones al menos una noche o que no llueva el día que tenemos preparada una fiesta. Los cristianos no podemos afirmar que oramos solo por causas que cambien la historia. Si bien la desesperación que nos provocan los “problemas del primer mundo” debería hacer que revisáramos nuestras prioridades, la convicción de que estas pequeñas cosas importan tiene cierto sentido. Las bendiciones pequeñas son igualmente bendiciones; si es bueno, viene de arriba (1:17).

La pregunta, entonces, es si el críquet es algo “bueno”. C.S. Lewis da una respuesta al respecto en Cartas del diablo a su sobrino, cuando un demonio veterano le aconseja a uno más joven: 

“Haría una norma de erradicar de mi paciente cualquier gusto personal intenso que no constituya realmente un pecado, incluso si es algo tan completamente trivial como la afición al críquet, o a coleccionar sellos, o a beber batidos de cacao. Estas cosas, te lo aseguro, de virtudes no tienen nada; pero hay en ellas una especie de inocencia, de humildad, de olvido de uno mismo, que me hacen desconfiar de ellas.” 

¿Se puede indagar más sobre este asunto? Aunque pueda parecer que hay muy poca virtud en el hecho de ver un deporte, para algunos esto es la única manera de sentirse partícipes del juego. Calum Samuelson ya hizo un bosquejo con una amplia perspectiva bíblica sobre practicar deporte en su estudio llamado ¿Deporte que redime?, pero el críquet tiene su propio mérito particular (uno que normalmente sigue siendo un misterio para los norteamericanos). 

El críquet como comunidad

Yo mismo hace solo unos meses que me metí de lleno en este deporte cuando jugué mi primera temporada para un club de un pueblo cerca de Darlington. Al momento vi que el críquet brinda la oportunidad de disfrutar de forma muy artística de la creación (interrumpida en algunas ocasiones donde hay que hacer algo), pero lo más importante: vi que la amplitud en la participación del críquet es excepcional. Nuestros jugadores tenían de 12 a 70 años. Por otro lado, el grupo de hombres hoscos de Yorskshire que bateaban contra nosotros aprendieron rápido a respetar a nuestras jugadoras. De hecho, a pesar de la idea preconcebida de que hay reglas inamovibles y partidos eternos, hubo mucha competición y tensión. Es cierto, solo los británicos podían inventar un deporte donde hay una pausa para el té obligatoria que incluye dulces típicos como pork pies (“pasteles de cerdo”) y pastel de jengibre. Pero el hecho de que los dos equipos coman juntos corrobora el sentido tan sano de comunidad que fomentan los clubes de críquet. En concreto, tener a diversas generaciones jugando juntas, a veces de la misma familia, aporta al juego una función relacional que los cristianos deberían acoger con los brazos abiertos en tiempos donde la tendencia cultural se mueve hacia la dirección contraria. Una de las cosas más alentadoras del deporte profesional actual es precisamente la forma con la que se valora a las familias. Se resaltó este interesante argumento al hablar de los ganadores de la copa mundial de este año y compararlos con los del mismo equipo unos años antes, en 2005, quienes estaban muy descontrolados. Así pues, a pesar de que Inglaterra no pudo ganar The Ashes (serie de críquet que se juega entre Inglaterra y Australia) este año, la cultura de equipo de nuestros tiempos muestra con más claridad el valor de la comunidad propio del críquet. 

Un pasatiempo disfrutado de forma correcta

Esto nos remite a nuestra pregunta inicial: ¿qué lugar ocupa el críquet en el diseño de Dios?

Afirmar en mayor o menor medida que Dios planea las victorias de ciertos equipos o personas es bastante problemático en sí. Sin embargo, si vemos al críquet a través de su impacto social en las comunidades locales, entonces el éxito de la Copa Mundial es totalmente distinto. Para empezar, hay que agradecer el ímpetu con el que fomenta la participación. Al igual que con todo lo que se provee tanto para el justo y como para el injusto (Mateo 5:45), no hay nada intrínsecamente redentor en este juego o cualquier otro. Aun así, los cristianos que tienen el privilegio de contar con tiempo libre tienen la responsabilidad de usarlo bien, así como de aprovechar para hacerlo de forma acorde a la nueva vida del evangelio y de esta manera tener oportunidades para dar testimonio. Existen muchas formas indulgentes, individuales y poco sanas de relajarse. El críquet, en este contexto, podría considerarse que está diseñado de forma divina… y quizás podríamos probar de jugar. 

 

Matt Williams es investigador invitado del Jubilee Centre.

Este artículo se publicó por primera vez en la web de Jubilee Centre y se ha reproducido con permiso.
 

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