Por qué no deberíamos construir iglesias lujosas en países en vías de desarrollo

4 razones por las que proyectos como el nuevo y lujoso templo de los mormones en Haití no son buenas noticias.

16 DE AGOSTO DE 2019 · 10:45

El nuevo templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, construido en Port-au-Prince, Haití.  / Foto: LDS Media Library,
El nuevo templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, construido en Port-au-Prince, Haití. / Foto: LDS Media Library

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (más conocidos como mormones) acaba de inaugurar su primer templo en Haití. Un templo que llama la atención por sus lujos.

El país caribeño es el más pobre del continente americano con una renta per cápita de unos 4€ al día, según datos del Banco Mundial, y ocupa la posición 168 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.

 

Photo: LDS Media Library

Pero incluso en un país como Haití se levantan torres de Babel. El complejo de más de 3.000m2, repleto de elementos nada baratos e imposibles de conseguir en Haití como sus lámparas de Swarovski y vidrio veneciano, fue terminado en apenas año y medio en un país donde la gran mayoría de edificios aparentan estar en eterna construcción.

Aunque quizás no de forma tan ostentosa, lo cierto es que también se dan casos similares con iglesias evangélicas en países en vías de desarrollo, provocados muchas veces por el evangelio de la prosperidad que ha calado muy hondo en los países más pobres. Pero también provocados a veces por el poco tacto de congregaciones misioneras en Occidente que han construido iglesias que en nuestra sociedad parecen de lo más normal, pero que allí son vistas como auténticas mansiones.

 

Photo: LDS Media Library

¿Cuál es el efecto que puede tener una imagen de iglesia rica en países como Haití? ¿Por qué deberían los evangélicos locales y las iglesias misioneras en otros países evitar esa apariencia a toda costa? Aquí van algunas razones.

1. Separación de la comunidad. Desde hace más de dos siglos, muchos misioneros protestantes han establecido su comunidad o “estación” misionera al margen de la comunidad local. Cuando alguien se convertía, lo traían con ellos como quien pesca un pez y lo recoge con el hilo de pescar. Esto habrá atraído a algunos, pero ha separado al resto.

Este efecto de separación y diferenciación con la comunidad local es el mismo que se produce cuando hay una iglesia de dos plantas y suelo de mármol en un poblado donde casi todos viven entre tablones y un techo de chapa. O cuando se ha provisto de agua limpia y electricidad a la iglesia sin mirar por el estado del vecindario al respecto. Allí donde el sentido de comunidad es muy fuerte, plantar una iglesia muy diferenciada y separada de la vida a la que está acostumbrada la comunidad no es la mejor idea, por mucho que los líderes sean locales.

2. Corrupción. La corrupción del sistema político y las autoridades es, en muchos casos, la gran lacra de los países en vías de desarrollo. Las calles de Haití, por ejemplo, están desde hace meses con manifestantes y barricadas debido a un grave escándalo de corrupción que implica directamente a su presidente. Es la historia de siempre. Cuando la comunidad local, y en especial los no creyentes, ve una iglesia y a sus líderes rodeados de lujos, probablemente solo se planteen dos opciones: otra vez los blancos pagándole la casa a su pastor negro o… es la historia de siempre.

3. Sincretismo. El sincretismo de la fe cristiana con las costumbres y religiones nativas es a menudo una preocupación importante en países como Haití. Pero hay otros tipos de sincretismo que obviamos más fácilmente. El sincretismo, por ejemplo, del dios dinero con nuestra propia cultura cristiana occidental. Haciendo que sus iglesias se parezcan a las nuestras es una forma de occidentalizar la cultura de los creyentes locales, algo que además, nos lleva de vuelta a la razón número 1.

4. ‘Bendición’ neoliberal. El desarrollo de una sociedad o comunidad se puede entender esencialmente desde dos prismas opuestos: la teoría neoliberal y la teoría del posdesarrollo. La primera apuesta por la economía como motor principal del desarrollo. La segunda defiende que hay muchos otros elementos más allá de la economía que pueden definir el concepto de progreso y desarrollo, y estos varían según la cultura.

Trasladado al ámbito cristiano, se puede traducir ‘desarrollo’ como ‘bendición’. Construir una iglesia “demasiado próspera” a los ojos de los locales es decantarse por una teoría de la ‘bendición’ neoliberal, aunque sea involuntariamente. Significa transmitir un mensaje que dice que el grado de bendición de parte de Dios se mide por la riqueza y que si alguien no tiene más dinero y posesiones es porque Dios no le quiere bendecir. Nada más lejos de la realidad. Ya sabemos que el Reino de Dios no se construye a base de acumular tesoros en la tierra.

Los países pobres como Haití no necesitan iglesias con lámparas de cristal y columnas de granito, ni siquiera con buenos equipos de sonido y equipamiento audiovisual de última generación. Las personas allí, como todos nosotros, necesitan ver el amor de Dios puesto en práctica. Si las iglesias deben abundar en algo es en ese amor incondicional que no entiende de culturas ni de condición socioeconómica.

Pau Abad es reponsable de comunicaciones de Gain España, una ong que desarrolla proyectos en Haití.

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