Regreso al Jordán

En cuanto uno de tus pies pise la orilla del río, las aguas serán abiertas. En el instante preciso que decidas cruzarlo, Él separará milagrosamente las aguas.

24 DE JULIO DE 2019 · 15:00

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No podemos obviar que somos lo que Dios dice que somos y podemos hacer todo lo que Él dice que podemos hacer. Nunca subestimes el poder de Dios en tu vida. Somos más que vencedores en su nombre, por lo tanto, podemos hacer proezas. Esta es la teoría; la parte fácil. Aplicarlo a nuestro diario vivir es otra historia.

Me pregunto por qué después de tanto tiempo viviendo al abrigo del Padre ahora permaneces alejado, desterrado por tus miedos, acorralado tras displicentes frases emitidas sin sentido. Has dejado que aquello que rehuías te cerque mermando así tus ansias de volar. Te has escondido vestido de esclavo bajo las ramas del enebro. Piensas que tu tristeza es la mejor compañía, no deseas que nadie te diga que es lo que debes hacer o en este caso, dejar de hacer. Debajo del enebro hay desvelo, angustia, duelo. Existe la congoja, el miedo.

El eco de una voz lejana y amiga acude a tus oídos con la única intención de hacerte reflexionar, ramificar la turbación y conseguir que vuelvas al hoy de ahora, al ahora del presente.

Despójate de lo insustancial, deja que afloren las ganas de vivir, sumérgete en el río de vida, zambúllete con fuerza entre sus purificadoras aguas. Vuelve a ser quien solías ser. Atavíate de hombre y deja las indumentarias de niño. No des cabida a la amenaza, no dejes que tejan telarañas en tu arrojo ante la adversidad. Abandona el destierro y vuelve a la senda. Aunque tus piernas flaqueen instándote a quedar varado, tararea a tu corazón un himno de esperanza, aquellos que se esfuerzan atreviéndose a luchar pueden ser laureados. Si no inicias el camino de regreso a casa, nunca sabrás si estás preparado para volver.

En esta danza de siluetas sombrías, en este desvarío de pesares y angustia únicamente hallarás reclamos para el abandono. Cobíjate en la palabra que da vida, en los versos que describen lo que fuiste, lo que eres y sí quieres, lo que serás. Déjate invadir por la palabra, ella te enseñará cómo retomar las fuerzas perdidas, dónde encontrar el consuelo escondido, hacia qué lugar caminar confiado. Sé que no es fácil extender los brazos y depositar la espera en Dios. No resulta sencillo confiar plenamente en ese  hombro divino y descansar mientras los enemigos acechan. Pero, es eso lo que Él nos pide.  

Frente a ti hay un río caudaloso. Las aguas están a punto de desbordarse y temes ser arrastrado por ellas. En la ribera, en el margen de este desafío te encuentras, intentando cruzar tu Jordán particular. Si cierras los ojos y emites una oración estoy segura de que tu voz no quedará flotando en el aire, como siempre, Dios la acogerá dándote una pronta respuesta. Estás ante ese río y Él tiene un plan para contigo.  

Respira. En cuanto uno de tus pies pise la orilla del río, las aguas serán abiertas. En el instante preciso que decidas cruzarlo, Él separará milagrosamente las aguas. El prodigio surgirá si confías en que puede ser  realizado. Dios no va a intervenir si tú no das el primer paso. Si solamente te atreves a ir hacia  adelante y con valentía te arraigas a sus promesas, todo esto pasará, huirá como huyen los enemigos ante invencibles adversarios, desaparecerán dejando una estela de palabra cumplida. Todos tenemos nuestro propio Jordán. Todos podemos cruzarlo si confiamos en aquel que nos ha dado poder para hacerlo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Regreso al Jordán