Vacaciones: Un no al hombre para la fábrica

Cuando se comete el error de convertir el tiempo en una herramienta útil para la producción o, en su caso, para enriquecerse, para la ganancia y, en muchos casos, para el poseer que nos puede llevar a la avaricia, tomarse un tiempo vacacional es una necesidad vital.

09 DE JULIO DE 2019 · 14:30

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Tiempo vacacional en España. Un respiro. El hombre no está hecho para la fábrica. Al menos, no de una manera tan exclusiva. Lo otro, también lo sé. Sí. Es triste escribir sobre este tema cuando hay tantos y tantos coetáneos nuestros que no tienen trabajo, en tiempos de exclusión social. Momento de existencia de un triste y doloroso sobrante humano, en donde muchos, incluso, se dejarían explotar para dar de comer a sus hijos. Sin embargo, quiero hacer una reflexión sobre la vivencia del tiempo, pensando, también, en aquellos trabajadores hechos para la fábrica, en aquellos que, ya sea que ganen mucho o poco, de mono sucio de trabajo o de cuello blanco, ven pasar el tiempo sin vivirlo, sin vivenciarlo.

El mundo del trabajo está lleno de hombres grises que no pueden vivenciar el tiempo. Se les escapa como el agua entre nuestros dedos. No pueden gozarse, disfrutar de ese regalo gratuito que se nos ofrece para que lo vivenciemos. Son los pobres del tiempo. No lo poseen, no lo encuentran, no lo pueden perder, porque no lo tienen. Una desgracia humana ante la que, los gobiernos y las instituciones, hacen muy poco. Existe la pobreza en la vivencia del tiempo.

Muchos tienen la percepción del tiempo transmitida por el reloj de empresa en donde fichan. Desde que se levantan, hasta que vuelven a casa, ya casi para acostarse, para ellos el tiempo es una simple representación espacial. Una esfera, quizás blanca, por donde se desplazan las llamadas manecillas de un reloj. Manecillas imparables, insobornables, nunca hacia atrás, moviéndose en un movimiento circular sobre esa superficie lechosa.

Hombres, animales y cosas, existen o viven en medio del tiempo, al igual que viven también en el espacio. Las cosas no viven el tiempo, sino que viven en un tiempo cuyo paso y avance las deteriora hasta que dejan de existir. Es más difícil saber cómo viven el tiempo los animales. Muchos piensan que su vivencia temporal es diferente que la que tenemos los humanos, quizás ni siquiera se agobian por su pérdida, quizás no tienen esa experiencia humana cuando vemos que el tiempo se nos escapa. No lo podemos saber bien. Quizás es que los animales no son tan diferentes a los hombres.

Sin embargo, no creo que los animales tengan el error o la necesidad de convertir el tiempo en una herramienta productiva, en algo útil solamente para la producción, para la fábrica. Cuando se comete el error de convertir el tiempo en una herramienta útil para la producción o, en su caso, para enriquecerse, para la ganancia y, en muchos casos, para el poseer que nos puede llevar a la avaricia, tomarse un tiempo vacacional es una necesidad vital. Usar el tiempo como herramienta productiva no es vivirlo. Sacrificamos la vivencia creadora, bella e idílica del tiempo en pro de la utilidad, de la ganancia o de la avaricia.

Ante esto, todo el que pueda que se tome unas vacaciones, que viva no solo en el tiempo, sino que viva el tiempo, que lo vivencie, si es que puede, pues, a veces, tampoco sabemos usar las épocas vacacionales, y seguimos en un ritmo frenético, presas del estrés y con los nervios “de punta” como vulgarmente se dice. Quizás, tendría que haber psicólogos o médicos que nos enseñaran a vivir el tiempo, a vivenciarlo.

Vivenciar el tiempo, no es solamente vivir el presente. Todo hombre lleva con él un pasado, retenido sobre sus espaldas, sobre su corazón, sobre su conciencia y su vida. Así, el pasado también forma parte del presente y, de alguna manera, gravita sobre él. Vivir el tiempo, vivenciarlo, también es tener en cuenta al pasado que siempre gravita sobre nuestra conciencia y sobre nuestro cerebro en forma de recuerdo.

Así, igualmente, el hombre que vive no solo en el tiempo, sino que lo vive, lo vivencia, se proyecta hacia el futuro, asomándose al balcón del infinito, haciendo que éste también gravite sobre el presente. Desde la perspectiva del futuro, el hombre, fundamentalmente el creyente, puede abrirse a la contemplación de la eternidad, asomarse a todo aquello que le trasciende. Así, vivir o vivenciar el tiempo, es también proyectarlo hacia el futuro en forma de proyectos de vida, en forma de apertura a lo que ha de venir. Así, todo, pasado, presente y futuro, conforman un conjunto para que el hombre pueda vivir el tiempo, para que pueda tener una vivencia plena de él. ¡Qué bueno el tener vacaciones para poder vivir y experimentar todo esto! Hay que ser sabios para poder erradicar las prisas, el estrés, el nerviosismo, la intranquilidad, la impaciencia y la ansiedad, que son problemáticas del hombre de hoy.

Usa sabiamente tus vacaciones. Vivir o vivenciar el tiempo necesita sosiego, calma, serenidad, reflexión. El hombre no es, o no debe ser un ser hecho para la fábrica, para el trabajo y para la ganancia. El hombre también está hecho y diseñado para vivir el tiempo en plenitud. Quizás el máximo de la sabiduría humana esté en saber vivir el tiempo en esa plenitud de vida. Así, pues, felices vacaciones, pero que sea un tiempo de descanso en el que aprendamos a vivir el tiempo como un gran regalo de Dios a sus criaturas.

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