Respuesta al “Jesús marica” y su profeta

Al acercarse a la Biblia el autor saca versículos de su contexto y les da una interpretación extravagante y exegéticamente no sostenible.

08 DE MAYO DE 2019 · 14:56

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Después de algunas observaciones generales en el primer artículo voy a comentar ahora algunos aspectos del libro mismo. Para que el lector pueda comprobar que no me invento nada, pongo las referencias entre paréntesis según el lugar exacto en la versión digital en kindle. 

Ya en el prólogo Osma deja claro que no pretende nada menos que hablar con “voz profética frente a la nociva heteronormalidad” para que el “evangelio de Jesús alcance su plenitud…” (103). Aquí ya tenemos identificado el enemigo número uno por combatir: los heteros. La voz profética de Carlos Osma se levanta para combatir la peligrosa herejía de aquellos que se atreven a tomar la Biblia en serio aunque luego lo relativiza diciendo que “no pretendo ser fuente de verdad alguna…” (140). En esto estamos de acuerdo.

Y además nos cuenta algo que me parece muy interesante: “Y a mis once o doce años interioricé que la Biblia no era mi aliada sino mi enemiga” (127). Y esta enemiga, por lo visto, hay que destruirla y la manera de conseguirlo es en la forma en la que las sectas lo han hecho durante siglos: sacando versículos de su contexto y dándoles una interpretación extravagante y exegéticamente no sostenible. Por lo tanto quiere “animar a mujeres y hombres LGTBIQ que han vivido o viven una experiencia problemática con la Biblia, a superarla” (139). De eso se trata. Y la forma más sencilla de superar la Biblia sería simplemente dejarla en paz e ignorarla. Pero no. Toda su ira la descarga contra ese libro que sencillamente no dice lo que Osma quiere que diga.

En el capítulo “Fuera de la Iglesia está la salvación” Osma se queda con la duda de lo que es la salvación (168) y nos confiesa que “hace años pensaba que ser salvo significaba no ir al infierno. Pero pronto esta idea me resultó un poco absurda, demasiado abstracta, sin ninguna conexión con la vida real. Definitivamente tuve que abandonarla cuando mi creencia en el infierno se fue allí, al infierno” (168) 

Obviamente en el desarrollo de sus ideas Osma se va alejando de la Biblia. Está en su derecho, claro que sí. Pero entonces, en un acto de coherencia, sería mejor dejarla simplemente, porque es muy cansino tener que reinterpretar una buena parte de ese libro continuamente. Porque es precisamente este concepto de la salvación lo que le molesta a Osma continuamente. Los “salvados” no son los que “aceptan una determinada forma de entender la moral, al mundo y a Dios” (195). Son aquellos que han encontrado perdón por sus pecados por la sangre de Cristo. Pero claro, esto es un concepto que no cabe en el mundo sectario de la teología de Osma que más bien cree que la salvación está “fuera de la iglesia” (209) lo cual en realidad quiere decir: fuera de la fe bíblica. Lo que hay detrás de esta idea es la cosmovisión de cualquier secta: la iglesia se ha equivocado durante 2000 años. Pero ahora vengo yo y cuatro más - y lo aclaramos todo.

La teología sectaria de Osma se muestra en todos y en cada uno de sus artículos. Por supuesto es adepto de la vieja equivocación de Marción del siglo II - tan popular hoy en día - de construir un dios cruel y sangriento del AT y otro dios de amor del NT (221). Una vez establecido este filtro tenemos la típica re-lectura partidista de la Biblia, dejando fuera cualquier contexto teológico, histórico y soteriológico. El dios del AT siempre “está al servicio de algún poder opresor” (276). Y Osma -hablando con voz profética- tiene por supuesto la capacidad de distinguir entre ambos dioses.

En el Nuevo Testamento, el enemigo principal es Pablo, el “apóstol de la ley” (282). Por supuesto no importa para Osma que las cartas de Pablo tengan un contexto. Y no hay que ser muy iluminado o haber estudiado 5 años en un seminario normal y corriente para entenderlo. Incluso si uno no tuviera al Espíritu Santo para entender ese contexto, el sentido común sería la segunda mejor opción.

Obviamente Osma tiene un complejo de inferioridad de dimensiones preocupantes pero lo que es aún mayor es su victimismo. Es verdad: defender verdades absolutas puede herir. Esto es cierto para Osma y es cierto para Pablo. La diferencia es que Pablo sabía bastante más del AT y de la buena teología en términos generales.

Para Osma, Pablo simplemente representa el poder represor y por lo tanto deduce que “es muy posible que esta sea una de las razones por las que nos encontramos a menudo con personas que se sienten incómodas con ciertos versículos…” (290).

Efectivamente. Pablo no tenía ni siquiera la sensibilidad de pedir permiso al colectivo LGTBIQ de su tiempo, a ver lo que opinaban. Por lo tanto -según Osma-  el mundo está lleno de gente que sufre porque la iglesia ha interpretado a Pablo de una forma legalista (317). En este mismo párrafo Osma enumera todas las víctimas de supuestos abusos de parte de las iglesias. Y lo adorna con un versículo que dice que no usemos la libertad como ocasión para la carne. Hay que estar muy ciego para no darse uno cuenta de la lógica deficiente detrás de esta afirmación.

Que Osma es un gran aficionado de la teología racionalista no sorprende: “Dicen muchos especialistas que estas palabras del evangelio probablemente provienen del Jesús histórico” (360). Y el resto, claro, lo inventó la Iglesia represora. Esta es la idea detrás de identificar las palabras auténticas de Jesucristo, que es la gran obsesión de la teología racionalista. Ese tipo de “especialistas” es el típico producto de la teología europea y norteamericana, liberal, buenista y sobre todo: pagada por impuestos que se plasma en el sueldo suculento de catedráticos de teología en nuestros seminarios y facultades teológicas estatales en Europa. Porque ningún estudioso serio llegaría a pensar semejantes barbaridades inventadas por teólogos funcionarios al estilo de Baur, Bultmann, Robinson, Käsemann y otros.

No hay ningún tópico y ningún concepto racionalista que Osma deja fuera. Hablando de Jesús de Nazaret dice que “en su persona se resume el evangelio, no en una ley o una doctrina” (381). Y ¿qué sabemos de su persona aparte de los evangelios? Y esta frase  tan popular ¿acaso no es una doctrina? Aquí vemos la contradicción lógica del tipo de teología que defiende Osma.

Por supuesto, una buena parte de la Torá (la ley de Moisés) para Osma no transmite la voluntad de Dios (391). Entones ¿quién o que lo hace? ¿Acaso los delirios subjetivistas de alguien que se declara en los términos de Osma? Todo lo que no le gusta simplemente queda fuera por ser legalista: “Cuando los cristianos convertimos el texto bíblico en un texto legal, dejamos de ser cristianos” (393). Cristianos auténticos por lo tanto son solamente aquellos de la secta de Osma. Lo que Osma promulga es antinominalismo puro y duro - igual que las sectas que había a lo largo de 2000 años de historia. Y por supuesto que yo sepa nadie de los temibles heteros evangélicos pide la hoguera, ni quemar al hereje. Es victimismo barato y además muy visto. Osma simplemente hace de la Biblia una cantera donde saca las piedras que le convienen. 

Nuestro autor llega a la conclusión de que la fe evangélica no tiene nada que ver con el evangelio (420) y encima “tenemos que aguantar las manifestaciones de pastores, profetas de turno, Alianzas Evangélicas, Obispos, Consejos, Feredes, que no tienen ni remota idea de la vida real de todas estas personas” (421). Sí, señor Osma, me temo que va a tener que aguantarlos por rato. El mundo no gira alrededor de usted. Y el que tira lodo no se debe de extrañar de que le salpique. 

Vamos a hablar de algunos -y solo de algunos- temas que Osma saca.

 

Homofobia

Lo que por supuesto no puede faltar es el arma arrojadiza de la homofobia (432). Con esto -desde su particular punto de vista- todo se explica.  La supuesta homofobia se ha convertido en piedra de toque de los Torquemadas modernos. 

Por lo tanto, -aunque para poco servirá- simplemente quiero dejar constancia que no le crItico a Osma por ser homosexual sino porque su teología clama al cielo - y nunca mejor dicho. En el capítulo dedicado a la espiritualidad homosexual (449) a uno le quieren salir las lágrimas y no sé si de compasión o de ataques de risa. Claro es que una persona con la mente abierta de Osma no lo tiene fácil a la hora de abrir la Biblia: su texto es heternormativo, androcentrista y heterOsexista. Y a la heternormatividad hay que deconstruirla. Hay que desnaturalizar la visión bíblica de la sexualidad. Y claro, esta tarea es complicada. Es tan complicada como producir agua en polvo.

La homofobia -que por supuesto Osma no define- es una “ideología criminal” (1174). Como Osma encuentra pasajes “homófobos” en toda la Biblia, habría que prohibirla, ¿no, señor Osma?

 

Jesucristo

Llegamos a un tema que por supuesto no podía faltar: la “homosexualidad” de Jesús (476). El texto clave es Juan 13:23: el discípulo al que amaba Jesús. Para algunas personas parece que es imposible hablar de amor sin erotizarlo enseguida. ¿No puede uno mostrar amor a otra persona de su mismo sexo sin que esto inmediatamente reciba una connotación erótica? Si no fuera tan triste esa idea, sería para reírse a carcajadas.

Pero claro, Jesús no solamente tenía un amante. Hay otro. Se llama Lázaro (704). La lectura de la historia de su sufrimiento y muerte -citando a Cantares 2:8 (!)- es de lo más absurdo que he leído en mi vida. Por cierto, no es el único versículo que Osma saca del Cantar de los Cantares para aplicarlo a la supuesta relación entre Jesús y Lázaro. Esto ni siquiera es Ciencia Ficción. Porque con Ciencia no tiene nada que ver. Es simplemente Ficción. Ficción de los delirios de un cerebro que obviamente no sabe leer un texto histórico sin imponerle su propio criterio. Y esto se llama sectarismo.

Con voz profética, Osma nos ilumina que Jesús es “queer” (886). Lo que hace Osma es sexualizar la persona de Cristo y por supuesto no se ajusta a la persona histórica de Jesucristo. Pero qué importa. Lo importante es fabricar esa idea de un Jesús “queer”, que no es otra cosa que un ídolo que a su vez fomenta la formación de una comunidad minúscula y sectaria.

Por supuesto no vino Jesucristo para dar su vida en sacrificio (965) porque esa idea carece de sentido teológico (969). 

Pues, me temo que de teología bíblica Osma entiende lo que un caballo de la pesca. Pero claro, dos mil años de teología cristiana no valen para nada ante el discernimiento profético de Osma.

 

La teología homosexual

El punto de vista de Osma se ve reflejado perfectamente en la siguiente afirmación (510): “¿Qué espiritualidad viven estos homosexuales? Muy fácil, una que empieza y termina en el mismo lugar: en ellos mismos. La finalidad: salvar el pellejo. Individualismo divinizado, nada más.” 

A esto no tengo nada que añadir. Lo resume perfectamente. Este fenómeno, por cierto, se llama egocentrismo, para no decir: egomanía.

Otra perla de la teología de Osma es la frase: “En el Gólgota nuestra heterosexualidad impostada fue crucificada de una vez para siempre” (1561). Osma es incapaz de pensar en otras categorías. Estos delirios teológicos son producto de una teología sectaria que dentro de algunos años se recordará simplemente como un brote más de fantasías teológicas que surgieron en la época que algún día se va a tildar la del suicidio intelectual occidental.

 

El dios del Antiguo Testamento

Pongo la palabra en minúscula porque obviamente no existe, salvo en las fantasías de Osma y sus co-religionarios. En el tercer capítulo dedicado a la “espiritualidad homosexual” (550), Osma llama a Dios “ignorante y cruel”. Esta afirmación difícilmente es superable en cuanto a su arrogancia. No puedo evitarlo: es sectarismo puro y duro.

Y en estos términos entiende la historia de Abraham e Isaac. En la vida de Abraham construye entre el dios bueno que le mostró las estrellas y el dios malo que pide sangre (1587).

Pues, la semana que viene me dedicaré al resto del libro. Y si empieza a cansarle la crítica al ídolo de Osma –cosa entendible– en 15 días empezaremos una nueva serie.

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