No es como nosotros

En el evangelio de Marcos se habla muchísimo de Satanás y los espíritus malignos.

15 DE ABRIL DE 2019 · 10:05

Gárgola en una catedral. / Pixabay,
Gárgola en una catedral. / Pixabay

Entraron en Capernaúm, y el sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar...

El evangelio según Marcos (Mr 1:21-28)

Sé que es profundamente incómodo hablar de este tema, pero resulta que en el evangelio de Marcos se habla muchísimo de Satanás y los espíritus malignos, y me niego a ignorarlo. Lo hace de una manera que a los ojos contemporáneos resulta bastante incómoda: sencillamente, se da por hecho que están ahí. A diferencia de las películas modernas sobre exorcismos y sucesos paranormales, en ningún momento el conflicto con ellos se basa en si su existencia es real o no. Este pasaje del capítulo 1 deja claro que los espíritus inmundos saben quién es Jesús, y Jesús los conoce perfectamente. No hay más: estas son las condiciones en las que los discípulos recién reclutados deben empezar a aprender sobre el reino de Dios y la misión de Cristo.

No estamos nada acostumbrados hoy a este punto de vista. De hecho, desde el siglo XIX muchas escuelas teológicas se han decantado por reinterpretaciones muy extremas (y muy inexactas) de lo que son los poderes demoniacos y cómo interactúan con los seres humanos. Están los que le ponen la etiqueta de demoniaco a cualquier cosa que no les agrade demasiado o no entiendan. Las faldas son demoniacas, llevar el pelo largo es demoniaco, leer Harry Potter es demoniaco, escuchar música rock es demoniaco: cualquier cosa que se aleje unos centímetros de su zona de comodidad, sin haber hecho nada parecido a un ejercicio de reflexión, acaba echado al cajón desastre de lo inspirado por Satanás. Los paganos del mundo antiguo ya tenían esa misma clase de pensamiento supersticioso; lo único que han hecho ciertos círculos cristianos ha sido reconfigurarlo para su contexto. Nada de lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos (ni en ninguno de los otros tres evangelios) se acerca a esta forma de ver la realidad, por muchos versículos y citas bíblicas que se pretendan invocar.

Del mismo modo, en reacción a este pensamiento supersticioso y mágico que se consideraba de personas iletradas, surgieron las escuelas teológicas que insistían en que Satanás y los espíritus malignos asociados a él no son más que una metáfora, o una forma de hablar. Se suponía que esta es la forma de pensar moderna y académica, pero desde siempre me pareció que hacía aguas en un presupuesto muy básico: Jesús utiliza muchas parábolas y metáforas en su enseñanza, y no se parecen en nada a los pasajes en los que se habla directamente de estos espíritus. No hay ninguna metáfora ni ninguna forma de blanquear la presencia de Satanás, a no ser que también se diluya el poder de Dios y todo lo que tiene que ver con el evangelio acabe convertido nada más que en un juego simbólico y filosófico. 

En los versículos 12 y 13, un poco antes, se dice: “En seguida el Espíritu lo impulsó a ir al desierto, y allí fue tentado por Satanás durante cuarenta días”. No son de ningún modo dos fuerzas paralelas que se oponen: Satanás parece que lo intentó durante cuarenta días, nada menos, pero no consiguió convencer a Jesús. Se deja aquí dicho nada más que como una nota al pie, y se sigue adelante con cosas que son mucho más importantes. Eso da una idea de cuál es el enfoque correcto: sí, debemos admitir que Satanás está aquí, que no es una presencia abstracta; sin embargo, no tiene todo ese poder que pretende aparentar.

Tan solo avanzamos unos versículos desde la tentación de Jesús y nos encontramos con que el primer acto milagroso que realiza Jesús es, precisamente, contra uno de estos espíritus inmundos. Por curiosidad, me he acercado al Comentario del contexto cultural del Nuevo Testamento de Keener, y él habla de que en los cultos paganos mágicos del entorno se utilizaba mucho esa expresión de “Sé quién eres” del versículo 24 como fórmula para someter a los espíritus. Lo curioso es que aquí esa fórmula de poder la utiliza el espíritu en contra de Jesús, como si pretendiera tener poder sobre él. Puede que a ojos occidentales, en cambio, ese reconocimiento sea una señal de respeto sin más, y también puede leerse así y sigue teniendo sentido. Según afirma este pasaje de Marcos, Jesús es la primera persona de la historia que interactúa con uno de estos espíritus desde una posición de superioridad. Hasta ese momento, estos espíritus tenían la capacidad de invadir y habitar el cuerpo y el espacio de los humanos sin que nadie pudiera evitarlo. De hecho, este espíritu se encontraba en un lugar y en un momento muy sorprendentes: un sábado en una sinagoga. Se suponía que la gente iba allí a acercarse a Dios, y en medio de todos ellos ese hombre endemoniado se atreve a levantar la voz sin mostrar ninguna clase de respeto y desafiar a Jesús, incomodando a todos los presentes. En el versículo 25, Jesús con una sencilla orden desaloja al espíritu que pretendía actuar con él como si fuera otro humano cualquiera. Lo que sorprende a los presentes no es solo la naturaleza de lo ocurrido, sino la autoridad de Jesús. Lo dice, de hecho, dos veces: les sorprendió su autoridad para enseñar y también su autoridad frente a ese espíritu inmundo. Jesús no es uno más. Es uno de nosotros, pero no es como nosotros.

Pienso en varias cosas al leer este pasaje. Me reafirmo en la enseñanza de Colosenses 2:15 de que Jesús ha vencido de una vez para siempre a Satanás y a todos los suyos. Ese poder preternatural y omnipotente que se pretende exhibir en las historias populares (cine, televisión, literatura, videojuegos) no es más que chulería barata para disfrazar la realidad de que Satanás ya perdió de una vez para siempre en la cruz. Y no hay más. Pero es propio del padre de la mentira actuar como uno de esos abusones de colegio que pretenden dárselas de más fuertes y más invencibles de lo que realmente son. Yo no conozco el verdadero alcance de Satanás ni su naturaleza exacta. No hace ninguna falta. Los cristianos que por algún motivo, lejos de los nuevos cultos supersticiosos, se han encontrado involucrados de verdad en las obras de Satanás, saben bien que un poco de oración y un poco la Palabra hacen que cualquier poder enemigo se quede en nada.

También pienso que me alivia mucho, personalmente, no tener que considerar a Satanás y a los demonios como una extensión simbólica del mal. No son una abstracción. Quizá sean algo que no termino de entender, pero lo son aparte del mal humano. En los evangelios aparecen muchas veces, pero también se deja muy claro que el único causante del mal en la vida humana es el propio ser humano. Satanás, como mucho, se aprovecha de ese poder destructivo, pero la maldad es obra humana.

Y también me consuela saber que puedo descansar en el poder de este asombroso Jesús. Inteligente, sabio y poderoso. Es cierto que había un endemoniado en la sinagoga, pero también había doce discípulos, y un pueblo entero observando asombrado por primera vez al hijo de Dios hablar y actuar, y algún día nosotros también lo veremos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Amor y contexto - No es como nosotros