Jim Jones y el sexo

Jones había introducido cambios en su mensaje de amor. Ahora predicaba que el amor físico era tan bueno como el espiritual y animaba a sus fieles a desechar el egoísmo de una relación exclusivista.

12 DE FEBRERO DE 2019 · 09:00

Jim se lamentaba de que hubiera tantas mujeres solicitando su amor, atención y favores sexuales.,
Jim se lamentaba de que hubiera tantas mujeres solicitando su amor, atención y favores sexuales.

El Templo del Pueblo vive el “verano del amor” en San Francisco. La revolución sexual que se produce a finales de los años 60 ha hecho que nada sea igual a partir de entonces. A favor o en contra, la agenda cristiana gira desde ese momento en torno a temas que tienen que ver con la reproducción y la ética sexual. Lo sorprendente es que algunos de los que aceptan la nueva moralidad eran evangélicos criados en medios tan estrictamente fundamentalistas como el grupo pentecostal que había venido de Indiana con Jim Jones a California.

Como en el caso de David Berg (1919-1994) –cuando comienza los Niños de Dios en California en 1968 con ese mismo trasfondo pentecostal–, no había hasta ahora nada en la enseñanza y la práctica de Jim Jones que indicara una actitud abierta al sexo fuera del matrimonio. Es a raíz del “verano de amor” en San Francisco que matrimonios como el de Jones y otros responsables del Templo del Pueblo se “abren” a experiencias sexuales con otras parejas que no fueran su cónyuge, como una relación consentida por ambas partes. Hasta entonces lo que enseñaban y practicaban era la moralidad sexual tradicional del mundo cristiano. 

 

Jones recomendaba a sus colaboradores tener relaciones sexuales con mujeres de la iglesia que consideraba poco atractivas, para mostrarles afecto.

Cuando las hermanas de la esposa de Jim, Marceline, la fueron a visitar en 1968, descubrieron que Jones había introducido cambios en su mensaje de amor. Ahora predicaba que el amor físico era tan bueno como el espiritual y animaba a sus fieles a desechar el egoísmo de una relación exclusivista, para “compartir su amor” con los demás. El pastor del Templo del Pueblo hablaba ya de la edificante y unificadora experiencia del “amor libre”.

 

EL VERANO DEL AMOR   

El aire revolucionario del 68 flotaba sobre Berkeley, la universidad que está en la bahía de San Francisco. Allí estudiaba la hija de un pastor metodista, Carolyn Moore. Ella había hecho un año de francés en Burdeos y al volver se había unido a las protestas contra el Vietnam. Su padre también participaba en ellas. Estaba comprometido en la lucha por los derechos civiles y la ayuda a los pobres. En esas manifestaciones conoció a Larry Layton. El era un hijo de un bioquímico cuáquero y la hija de una importante familia judía de Hamburgo, que había huido de Alemania cuando llevaron a sus padres a un campo de concentración. La madre se suicidó poco después y su hija se hizo cuáquera al casarse con su profesor de bioquímica. Larry y Carolyn se casaron poco antes de entrar en contacto con el Templo del Pueblo. 

El matrimonio tenía problemas, pero Carolyn se rehabilitó de la adicción que tenía a las drogas y se hizo profesora de escuela secundaria de francés. Finalmente se separó y vivía con una pareja del Templo en una cabaña que frecuentaba Jones. Atraído por ella, comienza una relación que descubre su hijo Stephan, al pasar noches con ellos en esa zona montañosa de Potter Valley. Carolyn le mimaba mucho, pero Stephan lo sentía por su madre, que estaba en la cama con una enfermedad crónica. No le dice nada, para no hacerla daño, pero una noche le revela el secreto que guardaba. ¡Cuál sería su sorpresa cuando la madre le dice que lo sabía y creía que era bueno para su padre! Los Jones tenían un “matrimonio abierto”, pero ¿cómo llegaron a eso? 

Desde que se trasladaron a California, los Jones tenían dormitorios separados con un cuarto de baño entre las dos habitaciones. La floreciente iglesia le mantenía ocupado a él, día y noche. Sólo estaba en la comida, pero durante ella solía recibir continuas llamadas telefónicas. La “familia modelo arco iris” vivía en realidad continuos celos y rivalidades entre los hijos. El centro de las disputas solía ser Stephan, el único hijo natural, que era el único de raza blanca. El quería mucho a su madre, que Jones mantenía aislada en la cama. No la dejaba hablar con su hermana y la sugería que tenía no sólo un problema físico, sino también mental. Al decirle esto, sabía que enseguida intervendrían sus padres en el asunto. Él se adelantó y reconoció a su suegra que tenía una relación con la profesora de francés. Ellos decidieron ir inmediatamente. La sorpresa de los suegros vino cuando Marceline dijo que aceptaba la relación de Jim con Carolyn.

 

La supuesta familia modelo arco iris de los Jones vivía en realidad continuos celos y rivalidades entre los hijos.

SEXO LIBRE

La verdad es que Marceline al principio quiso divorciarse, pero él se quería quedar con los hijos y los convenció de que su madre estaba tan trastornada que quería suicidarse, ¡aunque era Carolyn quien amenazaba hacerlo! Marceline quería a Jim, pero aún más a sus hijos. Un día planeó escapar con ellos, pero Jones se adelantó de nuevo y advirtió a los hijos sobre el supuesto peligro que tenían si se iban con ella. Entonces fue cuando Marceline se dio cuenta que no podía hacer nada. Creyó que el divorcio no era la solución. No podía cambiar a Jim, pero él podía destruirla emocionalmente. Le perdonó y aceptó una relación tras otra. Así comienza su “matrimonio abierto”, igual que hizo la esposa de David Berg, cuando fue desplazada por Karen Zerby, al comenzar los Niños de Dios con otro “matrimonio abierto”. El ejemplo de Jones fue rápidamente seguido por otros. 

 

La amante de Jones, Carolyn Layton, era hija de un pastor metodista llamado Moore.

Tim Stoen era un abogado de San Francisco que intentaba hacer carrera en el Congreso como republicano liberal –entonces había tanto republicanos como demócratas, afines a las ideas socialistas de Jones, ya que no estamos en la Era Reagan todavía–, cuando entró en contacto con el Templo del Pueblo en 1967. Stoen llegó a ser uno de los principales apoyos de Jones, porque entró en la oficina del fiscal del distrito como asesor legal del departamento civil. Era presbiteriano y se había educado en la universidad evangélica de Wheaton, donde pertenecía a la Cruzada Estudiantil para Cristo (Agapé) cuando estudiaba Leyes en Stanford. Se casó con Grace, que era de origen católico. Según las apariencias externas, el matrimonio funcionaba bien.  Ella admiraba a Jones, pero no lo adoraba como tantos en el Templo del Pueblo. Su marido Tim, sin embargo, le consideraba “el ser humano más compasivo, honesto y valiente del mundo”. Jones, por su parte, le colmó de alabanzas y le encomendó las mayores responsabilidades, poniéndole siempre de ejemplo a otros miembros de la iglesia. 

El verano de 1971 Grace se quedó embarazada, algo que no estaba bien visto en la comunidad, por la obsesión de Jones con la adopción, ante la superpoblación del mundo. Esto llegaba hasta el punto de que el aborto era algo normal en el Templo del Pueblo. En aquella época la oposición al aborto era sobre todo católica –aunque hasta el 73 no es el Caso Roe contra Wade, que liberaliza el aborto–. Aun así, los evangélicos tardaron en unirse a los católicos en esa batalla. Eso es algo de los años 80. La cosa es que Grace no quiso abortar y el niño nació a principios de 1972. Tras hacer la partida de nacimiento, el ayudante de fiscal hace un documento legal diciendo que él pidió a Jones que engendrara a su hijo. Y en una reunión de la iglesia, ella dice que su marido tenía relaciones sexuales con otras mujeres de la iglesia que consideraban poco atractivas, para mostrarles afecto, ¡como había sugerido el pastor!

 

ARMA DE PODER

El contexto en el que Jones había pedido esto a Stoen, es muy significativo. Jim se lamentaba de que hubiera tantas mujeres solicitando su amor, atención y favores sexuales. Esta manera de alardear de sus capacidades seductoras era una constante en Jones. Una historia apócrifa que contó a menudo durante veinte años era que cuando estaba con su familia en Brasil, la esposa de un diplomático que visitaba el orfanato al que ayudaban, le ofreció una donación de cinco mil dólares a cambio de pasar tres días de orgía con ella. Aunque lo consideró, dice que no lo aceptó, después de hablarlo con Marceline. 

 

Los Jones tenían lo que se llama un matrimonio abierto, como los Berg en la Familia del Amor.

Así como David Berg tenía curiosidad por el sexo y lo utilizaba para su propio placer, al alentar las orgías en los Niños de Dios, el caso de Jones parece más la búsqueda de poder por medio del control de la vida sexual de los miembros del Templo del Pueblo. Bob Huston era un ejemplo típico. Este estudiante de pedagogía musical en San Francisco que dirigía una banda que tocaba en los intermedios de los partidos de fútbol, se había casado con una compañera de colegio llamada Phyllis, cuando entraron en el Templo del Pueblo. Juntos, tuvieron dos niñas. Bob se encargaba de las “listas”, el registro de los nombres y direcciones de los que asistían a las reuniones, para enviarles boletines y solicitarles donativos. En 1970 se asignó para ayudarle, a una mujer de San Francisco llamada Joyce Shaw. Tenía una educación metodista conservadora y había estado casada con un húngaro, antes de entrar en el Templo del Pueblo. Una noche volvían juntos en el coche de la iglesia, Bob y Joyce, cuando una cosa llevó a la otra y acabaron dirigiéndose al pastor por la intimidad a la que habían llegado.

La dirección abusiva de Jones hacía que se entrometiera constantemente en la vida sexual de los matrimonios de la iglesia. Cuando los Huston le reconocieron que no tenían ya relaciones sexuales, el pastor le preguntó a Tom si pensaba en el sexo. Él dijo que siempre. Su esposa Phyllis confesó que ya no le atraía su marido. El consejo de Jones era que siguieran casados, pero tuvieran un “matrimonio abierto”. Cuando Tom y Joyce quieren vivir juntos, al principio el pastor lo aprueba, pero luego se opone, porque decía que su relación no debía romper el matrimonio. Una palabra de Jones era una orden. Sus sugerencias eran como mandamientos para los miembros de una iglesia que controlaba en alma y cuerpo.

 

Jones tenía sobre todo hambre de poder.

UNA IDOLATRÍA MÁS PROFUNDA

Una de las acusaciones habituales de Jones era que alguien intentaba seducirle, pero él se resistía. Así cuando intentó seguir apropiándose de la Misión de Paz del Padre Divino, desembarcó un día de verano de 1971 con más de doscientos miembros del Templo del Pueblo en la finca que había dejado tras su muerte, el líder sectario afroamericano, a su joven y rubia esposa blanca. Con la habitual falta de tacto de Jones, insistió una y otra vez que él era la reencarnación del Padre Divino. A lo que ella le contestó que nadie podía ocupar su lugar. Cuando el ambiente se tensó aquella noche en la cena, ella le pidió que se marcharan. La respuesta de Jones fue decir que él se había negado a mantener relaciones sexuales con ella, cuando se echó sobre él, tras rasgarse la blusa, junto al propio sarcófago de su marido –cuyo cuerpo había sido puesto en una cámara de oro con ángeles y puertas de bronce–.  

Eso mismo le hizo decir a dos jóvenes miembros del Templo del Pueblo que llevó a unas reuniones de la Iglesia Misionera Bautista Macedonia de San Francisco, que pastoreaba un predicador afroamericano llamado George Bedford. A raíz de la muerte de King en 1963, se organizaron unos cultos unidos a favor de la integración, a los que asistió Jones con cada vez más miembros del Templo. Él se alojaba a veces en el Hilton y otras en la casa de Bedford, donde un matrimonio y dos chicas blancas del Templo encontraron también hospitalidad. Cuando Jones convirtió los cultos en reuniones de sanidades al estilo pentecostal, el pastor bautista no quiso tenerle más. La reacción de Jim fue decir que Bedford había intentado seducir a las dos jóvenes que estaban pasando la noche en su casa.  

Manipulador como él solo, Jones utilizaba el sexo, bien como arma de combate o como una forma de adulación a sí mismo. Ya que ídolos como el sexo o el dinero no son un fin en sí mismo. Esconden en el fondo una idolatría más profunda, como puede ser el hambre de poder. Buscamos en estos dioses falsos lo que sólo nos puede dar el Dios verdadero por medio de la fe en Cristo Jesús. Al centrarnos en nosotros mismos, buscamos el amor y el sentido para nuestra vida en el lugar equivocado. El Evangelio, sin embargo, nos libera. Si Cristo murió por nosotros, es “para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:15). No hay mayor esclavitud que vivir pendiente de uno mismo. Si la verdad de Cristo no nos hace libres (Juan 8:32), seguiremos siendo esclavos de los ídolos y cada vez más insatisfechos. No hay otra libertad posible.

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