Carteras, bolsas, alforjas

¿A pesar de que la vida no consiste en tarjetas de crédito, cuentas bancarias o bienes acumulados, es necesario coger, de vez en cuando, todo lo que tengamos, ponerlo en nuestra bolsa o alforja y salir al mundo dispuestos a usarlas?

05 DE FEBRERO DE 2019 · 19:54

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A muchos podría escandalizarle una frase de Jesús. Una frase dicha en una situación límite. Su crucifixión estaba cerca. Fue en estos momentos finales que dijo: “El que tiene bolsa tómela, y también alforja”. Frase del que afirmó, y que se repite en muchos contextos bíblicos en otras formas de expresión, que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”.  

¿Alguien ve contradicciones en las frases de Jesús? ¿Cómo conjugar dos frases como éstas? “El que tiene bolsa tómela, y también alforja” y “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”. ¿Es que, acaso, a pesar de que la vida no consiste en tarjetas de crédito, cuentas bancarias o bienes acumulados, es necesario coger, de vez en cuando, todo lo que tengamos, ponerlo en nuestra bolsa o alforja y salir al mundo dispuestos a usarlas?

Hay momentos en los que la Palabra, Jesús mismo, nos puede mandar a andar por los caminos de la vida cargados con todo lo que tenemos, pero de forma solidaria y dispuestos a compartir con aquellos próximos, prójimos que nos necesitan. Por tanto, la frase “El que tiene bolsa tómela, y también alforja”, no es una frase escandalosa que sale de los labios de Jesús irresponsablemente y contradiciendo sus afirmaciones anteriores acerca de lo que es esencial para la vida que nunca será el dinero.

Por eso, si tienes posibilidad de tener una bolsa repleta, no te escandalices de la frase de Jesús. Átatela al cinto y sal corriendo hacia allí en donde están los focos de pobreza, los lugares de conflicto, los pozos de marginación. Sal cual Quijote y derrama tu alforja, tu bolsa, tu cuenta corriente como si fuera un ungüento liberador de los pobres y oprimidos. ¿Podrá haber una felicidad mayor? Eso sería experimentar la frase bíblica de que es “más feliz dar que recibir”.

Jesús, el que habló de predicar el Evangelio a toda criatura, eso que algunos llaman la gran comisión —que en nuestro lenguaje deberíamos decir la gran tarea, el gran encargo evangelístico—, también, ante su muerte y viendo la solidaridad humana nos quiso complementar el mensaje. Junto a la Palabra, hay que usar también, de forma solidaria, nuestra bolsa, nuestra acción solidaria en acercamiento del Reino de Dios para con los que sufren. El compartir y la acción liberadora que complementan y dan credibilidad a la Palabra.

¿Por qué este mandamiento se dio justo antes de su crucifixión, de su partida al Padre? En otros contextos nos había enseñado esto: “No os proveáis de oro, ni plata ni cobre en vuestros cintos”. Les había querido enseñar que deberían montar sus vidas y la vivencia de su espiritualidad en la confianza en el Señor que es quien nos provee, sustenta y alimenta. Parecía que los que confiaban en el Señor, aun yendo sin nada, no les faltaba nada.

La oración de Getsemaní está en el contexto de la frase que parece un tanto escandalosa o que no encaja con sus enseñanzas. Se aproximaban los azotes, la corona de espinas, su arresto, su crucifixión. A muchos les parecería que se iban a quedar solos. Así, sus seguidores se deben convertir en agentes de liberación del Reino, en defensores de los débiles, en buenos samaritanos que, como en la parábola, tuvieron que gastar de lo que llevaban en su bolsa. Más aún, querían tener un seguimiento que en el caso de la parábola del Buen Samaritano se define así, con estas palabras al mesonero: “Cuídale y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese”.

Es como si el creyente tuviera que buscar, ante las amenazas y problemáticas del mundo, una síntesis liberadora que conjuga la predicación de la Palabra y el compromiso, si es necesario, de derramar nuestra bolsa y gastarla a favor del prójimo que nos necesita. Espero que esto no te escandalice y que no te dé miedo el compartir como forma de conseguir felicidad tanto personal como del prójimo sufriente. No malgastes lo que hay dentro de tu bolsa y haz provisiones. El mundo te necesita como mano tendida hacia el prójimo sufriente.

Jesús les insiste: “Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo?”. Ellos les responden que nuca les faltó nada. Sin embargo insiste como si quisiera complementar su mensaje. Les iba a dejar en medio de un mundo injusto, con opresores y oprimidos, con acumuladores y pobres. Ellos deberían ser la voz del Evangelio en un mundo injusto, pero parece que les hace un añadido en el terreno de la solidaridad, del compartir, de la práctica de la projimidad. Lea deja un mandamiento en imperativo: “El que tiene bolsa tómela”.

Id por los campos y caminos, por las ciudades y aldeas, por los pueblos y países del mundo. Vais a encontrar siempre a muchos necesitados. Haced el bien a todos. Compartid, dad, daros a vosotros mismos… pero no olvidéis compartir lo que tenéis, pues nada es vuestro, sino bendición del mismo Dios.

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