La ropa fina y los harapos

Quizás a algunos no les parezca muy serio decir que los que derrochan en vestimentas elegantes, caras y lujosas visten a otros de harapos, pero lo real es que, en general, los acumuladores empobrecen a más de media humanidad.

29 DE ENERO DE 2019 · 15:00

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Contrastes en el mundo. Contrastes que recoge la Palabra de Dios. La Biblia no solo nos habla mucho de las diferencias económicas, producto de la injusticia contra la que clamaban los profetas, sino que también, en la parábola del Rico y Lázaro, se nos habla de los que visten ropas finas y de púrpura frente a un mendigo que estaba lleno de llagas y, posiblemente, con sólo unos harapos. Terribles contrastes con los que la Escritura nos enfrenta para que, en el fondo, sean también nuestra guía espiritual.

La economía en el mundo, es como si mostrara las ropas finas y los harapos, conserva todos esos contrastes. Le podríamos aplicar la crítica siguiendo los mismísimos parámetros bíblicos. Ropas finas y harapos. Se pueden comparar a la acción de los platillos de una balanza. Si cargas mucho en uno, desequilibras al otro. En este caso en el mundo, el platillo de mayor peso es el de los harapos. Más de medio mundo en pobreza y sólo un pequeño porcentaje cubiertos siempre con ropas finas. Las riquezas acumuladas en uno o en unos pocos, desequilibran el resto dando lugar a enormes focos de pobreza en el mundo. 

El hecho de que algunos vistan siempre ropas finas, una minoría de ricos cada vez más ricos, y otros estén cubiertos de harapos y esperando coger algo de las migajas que caen de las mesas de los más ricos, ¿os recuerda la parábola del rico y Lázaro? En este texto de la Biblia dice: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas…”, ¿se puede ver solamente una contraposición de situaciones o, en su caso, hay una relación de causa efecto?

Se podría preguntar: ¿A qué precio compramos las ropas finas, lujosas, caras y deslumbrantes? ¿Quién paga, en el fondo, esos precios? ¿Se pagan a costa de la dignidad de otros? ¿Estarán influyendo los lujosamente vestidos  para cubrir a otros con harapos? La Biblia defiende que, en general, ocurre así con la economía en todos sus aspectos. Así, Isaías, con fuerza denunciadora radical decía que “el despojo del pobre está en vuestras mesas”. Is. 3:14. Así, toda riqueza, lujosa vestimenta y consumos desmedidos que se acumula por los poderosos y despojadores, crea auténtica pobreza, harapos y escasez de muchos otros. Es doctrina profética.

El tema de la ropa fina y los harapos, como ejemplo de un mundo desequilibrado, puede ser interesante como reflexión, pero la realidad es que eso se da, de forma específica, con los abusos de las riquezas en general. Quizás a algunos no les parezca muy serio decir que los que derrochan en vestimentas elegantes, caras y lujosas visten a otros de harapos, pero lo real es que, en general, los acumuladores empobrecen a más de media humanidad. Doctrina bíblica, doctrina social, doctrina económica.

Los cubiertos con harapos y que pasan auténtica hambre, es decir, el mundo de los hambrientos, se aproxima a los mil millones de personas en el mundo. Eso sin contar los muchísimos más que están en pobreza severa, y todos aquellos que están en gran escasez, hambruna, falta de agua potable, escasez de medicinas y falta de capacitación y formación. En total, las tres cuartas partes de la humanidad. ¿Cuántos son los que se visten de ropas finas y lujosas gastando en ello cantidades enormes? Pues son menos, pero con toda seguridad gastan mucho más que todos los pobres de la tierra.

Dos símbolos del mundo en todos los tiempos. También en el nuestro: el del rico derrochador, vestido de ropa fina, cara y deslumbrante, haciendo espléndidos banquetes diarios, símbolo e icono del pequeño mundo rico y acumulador. Hoy sigue siendo así. Vestidos que son iconos del derroche del mundo consumista que da la espalda a los pobres de la tierra.  

El otro símbolo, será el de los harapos, las ropas malolientes, sucias y desgastadas. Además, muchos en el mundo sin poder tener las ropas adecuadas para el frío, ni mantas, ni colchones decentes. Tirados a las puertas de casas inasequibles para ellos en la cercanía del mundo rico que les da la espalda. El pobre Lázaro que se nos presenta en el Nuevo Testamento, es su símbolo. Los tirados al lado de los caminos, los que extienden sus manos para mendigar y, en muchos casos, se les niega las migajas que caen de las mesas de los ricos, mesas abarrotadas y suculentas que son nada menos que la escasez del pobre. Leed la parábola. Merece la pena. Puede llegar a ser una parábola concienciadora de los seguidores de Jesús, y que les guíe a la búsqueda de la justicia y al compartir.

Ropas finas y caras que se venden y se compran en el mundo cuando todos sabemos la cantidad de harapos que existen cubriendo el debilitado cuerpo de tantos pobres. Una crítica que nos la deberíamos hacer todos los creyentes del primer mundo, del mundo rico. Y no es que uno no se pueda poner una prenda, en un caso dado, más o menos cara, sino que deberíamos estar concienciados al compartir y al equilibrar la balanza de la justicia. No sólo mostrando que nosotros también vestimos mal, sino clamando, siguiendo la denuncia profética y la de Jesús mismo que nos llaman a hacer justicia y ejercer misericordia intentando equilibrar justamente el mundo.

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