Óbito de George Lawrence

En este año 2019 se conmemora el 125 aniversario de su fallecimiento.

28 DE ENERO DE 2019 · 19:00

Placa memorial en el cementerio de Caldes de Montbui. / Juli Bustos,
Placa memorial en el cementerio de Caldes de Montbui. / Juli Bustos

En el sector disidente del cementerio de Caldes de Montbui, desde febrero del año 2011 hay una placa memorial que recuerda al misionero y colportor George Lawrence, aunque no se sabe el lugar exacto en el que se depositó su cuerpo. Con ligereza se había dicho siempre que nació en el año que indica la placa, pero documentación facilitada por Christina Lawrence, biznieta del misionero, la acredita en 1830. Muy pronto sintió el llamado de Dios para ir a misionar a la hinóspita y decadente España, con el afán de que la aurora del Evangelio dejara atrás el oscurantismo en el que por siglos la espuria Inquisición (de santa, nada de nada) había dejado a sus gentes sumidas en la mayor de las obscuridades, producto de la ignorancia y la mentira bien camufladas y malévolamente disfrazadas por el poder religioso-político.

En este año 2019 se conmemora el 125 aniversario de su fallecimiento. Según el acta de defunción, el óbito se produjo el día 9 de enero de 1894 a las 8 de la noche en su domicilio del Paseo del Remedio nº 23 de dicha población, a les 63 años de edad y como consecuencia de una hemorragia cerebral. En la misma, se hace constar que “...á su cadáver se habrá de dár sepultura en el cementerio desidente de esta poblacion” (sic). El espíritu represivo dejaba claro el lugar en el que le tocaba ser depositado su cuerpo al ser considerado un hereje por las mentes salvaguardadoras del pensamiento único; el suyo, claro está. El sepelio tuvo lugar dos días después, el jueves 11, a las 11 de la mañana. Por los documentos de la época, se sabe que el féretro salió de la escuela que allí dirigía. Este hecho muestra como en la citada población se le relacionaba estrechamente con la eficiente labor docente que él y su equipo llevaban a cabo. 

La asistencia sobrepasó las 1.000 personas (25, procedentes de Barcelona). Dicha cantidad que ya de por sí es considerable, es todavía más significativa si se la compara con el número de habitantes de Caldes, que en febrero de dicho año era de 3.737. Así pues, cerca del 30 % de la población dio el último adiós a “Don Jorge, el estimado profesor”, tal y como afable y respetuosamente le denominaba la gente del lugar. Un buen amigo amante de los cálculos matemáticos, en una de las rutas que se vienen efectuando en Caldes para dar a conocer el legado del misionero, me hizo notar que un cálculo comparativo entre el número de casas y el de asistentes al entierro, indica que 1,3 personas por hogar estuvieron presentes en el mismo. La elevada cantidad de niños y niñas que recibieron la sana educación en la escuela evangélica que allí fundara, así como su conocida acción dadivosa, hicieron que la gente hiciera caso omiso a las presiones que con toda probabilidad se produjeron por parte de las autoridades religiosas y políticas del momento, para frenar la asistencia al acto de enterramiento. 

Pero Lawrence no era conocido solamente en Caldes de Montbui. Su intensa labor llevada a cabo en la ciudad de Barcelona no pasó desapercibida, y por lo menos dos periódicos dieron la noticia. Puesto que en ideología eran opuestos, la notificación tuvo visos completamente diferentes. La Vanguardia publicó una escueta nota sin citar absolutamente nada de su labor desarrollada, y por el hecho de que era el suegro de Johan Christian Pundsack, que mantenía relaciones comerciales con el rotativo por ser representante de máquinas impresoras alemanas y material relacionado, de los que se surtía dicho periódico. Bien distinto es el trato dado por el periódico republicano El Diluvio. En su edición de la tarde del 10 de enero, informaba del fallecimiento del misionero con estas palabras: “Ha fallecido en Caldas de Montbuy don Jorge Lawrence, propagandista de la libertad religiosa en Barcelona y su llano y fundador de un sinnúmero de escuelas en Gracia, Barcelona y Barceloneta”. En la página siguiente, una esquela mortuoria informaba de los pormenores del entierro que se iba a efectuar al día siguiente en Caldes, además de información relativa a la labor misionera del finado, acompañado de dos estrofas del himno “Promete a los suyos el Salvador un hogar”, compuesto por William A. Ogden y traducido al castellano por Elisabeth Lawrence, hija mayor del misionero. 

Tres días después, el mismo periódico, en su edición matinal publicó una reseña de “....Mister Lawrence, que fué uno de los propagandistas más constantes, mas antiguos y más desinteresados de la lectura de la Biblia....” Hace constar de manera clara y repetida que no se lucraba de la ayuda económica que recibía (de las agencias misioneras) para poder llevar a cabo su labor, seguramente como respuesta a las acusaciones que circulaban entonces, de que los misioneros se beneficiaban de dicha ayuda, así como que los convertidos lo eran por el dinero que se les daba a cambio. Resalta la fundación de escuelas y del hospital “El Buen Samaritano” en la villa de Gracia (después integrada a Barcelona), siendo su primer usuario un herido que el Ayuntamiento envió como consecuencia de los combates que en defensa de la 1ª República hubo en la villa de Sarrià en enero de 1874. 

Relata también dicho periódico que el ataúd, cubierto con las banderas española e inglesa, fue llevado a hombros de los padres de los alumnos que concurrían a la escuela libre que había fundado el difunto. La comitiva fúnebre no hizo ninguna manifestación religiosa debido al precepto constitucional de 1876 que prohibía toda manifestación religiosa en espacio público que no fuera la de la religión del Estado. Continúa diciendo que en los discursos pronunciados en el cementerio, se resaltó todo cuanto el misionero había hecho, así como“en la predicación y en la práctica de sus ideales, basados todos en la libertad de conciencia y en el libre examen del Evangelio”, valores fundamentales claramente atacados y censurados por los estamentos religiosos dominantes.

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