Fundar iglesia

Dijo que iba a la iglesia y que a eso se le llamaba ir al culto.

14 DE DICIEMBRE DE 2018 · 09:00

,

Aquellos chicos hablaban con la tranquilidad y el desparpajo que suele dar la adolescencia. Subían juntos al autobús después de dejar el instituto cada día a la hora del almuerzo. Camuflado en las conversaciones se instalaba una carga grande de flirteo pues no tendrían más de quince años. A veces se decían las notas sacadas en los últimos exámenes, otras compartían anécdotas sobre algunos de sus amigos. 

Sin embargo, el miércoles, ese día en el que el cielo se veía tan triste y llovía tanto que incluso a las alcantarillas no les daba tiempo de beberse tanta agua, ella se sentía afligida y se atrevió a preguntarle el motivo por el que todavía no la había invitado a salir con él. Y él le respondía que por su parte no había ningún problema, que podían quedar para tomar algo el próximo finde, a lo que ella, quizá vengativa, manifestó que ya lo pensaría. 

La chica había perdido casi por completo su acento brasileño aunque el precioso tono de su piel seguía intacto. A él se le notaba el suyo, moreno playero y el andaluz corriéndole por las venas. Ambos reían con frecuencia y sin motivo alguno con esa sonrisa tonta que da los primeros enamoramientos. 

Es posible que, influida por los efectos de la tormenta, ella decidiera confesarle que todos los domingos por la mañana va al culto. El chico, sorprendido por la expresión, le preguntó por el significado de esa palabra que ella no supo explicarle bien. Simplemente, dijo, que iba a la iglesia y que a eso se le llamaba ir al culto que, además, hacia tiempo que en sus planes de futuro estaba fundar una iglesia pues, le habían dicho que en Brasil, si disponías de doscientos euros (hablaba en euros, no en reales) y doce seguidores, ya tenías todos los requisitos legales para fundar la tuya propia y que eso es lo que a ella le ilusionaba más, lo más guay. 

No quise volver la cabeza para mirar sus caras con disgusto, pues estaban sentados justo detrás de mí. Por otro lado, desconozco lo que se necesita para fundar una iglesia y cuanto hay que pagar por ello. Lo que sí sé es la pena y la angustia que sentí en ese momento al oír su perspectiva de vida y el pánico, también sentí pánico. Esa joven se creía nacida para liderar una congregación y ni siquiera sabía definir lo que es ir al culto y, sobre todo, no nombró a Jesús en sus razonamientos ni por compromiso. Pensé, y pido disculpas a todas aquellas personas que puedan darse por aludidas, que llevaba a mis espaldas a otra persona más de esas que no tienen idea de lo que significa asumir el compromiso que aporta proclamar la fe en Jesucristo, con el síndrome de querer gestionarse su propia empresa, súbditos incluidos, por el módico precio de doscientos euros. 

Muchos, hoy día, sufren las consecuencias de decisiones como esta. El que quiera entender que entienda.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Fundar iglesia