La canción de la lluvia

Mientras la calle se va llenando de lluvia, la niña sigue contemplando desde una ventana discreta como el otoño se prepara para su relevo, portando su valija de transición.

26 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 16:00

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Cuando suena esa melodía, se desploma el tedio en un viejo sofá desvencijado por el maltrato y el uso. Todo se transforma en un suspiro tierno que emociona y adormece... 

Acaricia el frío cristal con sus suaves dedos de niña y pegada la nariz en él observa el exterior oyendo como todo se va llenando de música. Las   traviesas gotas golpean con suavidad el alféizar, creando con su juego de latidos un compás que crece por momentos.

La calzada se cubre de charcos que transeúntes con prisas intentan esquivar. Los coches, ajenos a la envidian que provocan, pasan veloces, llenando de agua y barro a los viandantes que enfadados vociferan silenciosos insultos bajo el sosegado murmullo de la lluvia.

Desciende del cielo un velo de agua que ausenta las ganas de pasear, despertando el deseo por volver pronto a casa y disfrutar de la calidez del hogar.

Ella, contempla con sus ojos pueriles el ajetreo en la calle, donde todo son premuras.

Ya pronto llegará el invierno, con su constante vahído helado, con su sinfonía de hojas secas arremolinadas en las plazas, con esa composición musical de gotas que caen incesantes del cielo en un simbólico llanto de las nubes.

Diciembre espera hacer su aparición, pronto se nos colará en el calendario y portando su bufanda de festejos nos invitará a cantar canciones que sólo valen para un mes, musiquilla de panderetas y zambombas que resuenan con sabor a nochebuena.

Obligada, como cada año a despertar del letargo, la fiesta se atavía con traje de gala, imponiendo su criterio de felicidad y olvido, creando entre los humanos ese deseo por hacer que durante estas fechas se paralice todo lo malo, se apague el sufrimiento y que al menos, en estos días, todos podamos gozar de una efímera felicidad. Utopía que intentamos hacer realidad para así paliar un poco la voz de nuestras conciencias.

Y mientras la calle se va llenando de lluvia, la niña sigue contemplando desde una ventana discreta como el otoño se prepara para su relevo, portando su valija de transición. Es entonces cuando, muy educadamente, Diciembre saca una agenda repleta de buenos planes para estos días en los que se mezcla la alegría con la tristeza, la compañía con la soledad. Tiempo de contradicciones.

Pronto llegará el invierno y todo huele a nuevo.

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