Los incendios de California y el incendio escatológico

El verdadero valor de las cosas se mide no por lo que vemos ahora, sino por lo que está anunciado que va a suceder.

21 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 18:00

Más de 80 personas han perdido la vida en los incendios de California de este noviembre. / Calfire Fotos, Brandy Carlos,
Más de 80 personas han perdido la vida en los incendios de California de este noviembre. / Calfire Fotos, Brandy Carlos

La ola de devastadores incendios que está recorriendo algunas partes de California está dejando un rastro de desolación y muerte a su paso, como nunca antes se había conocido en ese Estado. Las escenas no pueden ser más dramáticas, con unas cifras en hectáreas quemadas que cuesta trabajo traducir a términos que nos sean más asequibles para entender mejor las dimensiones de la catástrofe y una lista de muertos y desaparecidos que aumenta.

El fuego desatado y avivado por fuertes vientos no respeta a nada ni nadie, de modo que personas de todas las clases sociales, han sufrido las devastadoras consecuencias. Tanto creyentes como los que no lo son, han pasado por la misma experiencia y así ha sido posible contemplar el angustioso cruce entre las llamas de vehículos en los que sus conductores clamaban a Dios, para que les sacara del trance. También ha sido posible contemplar la destrucción de lujosas viviendas, valoradas en muchos millones de dólares, que han quedado reducidas a cenizas y cuyos dueños se encuentran en la cúspide de la fama. De la mansión de Miley Cyrus no ha quedado nada, siendo un tétrico cartel caído con la palabra LOVE el compendio de la ruina. La actriz, que hace unos años renegó abiertamente de su fe cristiana y lo demostró con videoclips provocadores, ha vivido los días más amargos de su existencia. Otros famosos del mundo del espectáculo, con sus mansiones en Beverly Hills, se consideran favorecidos por haber salvado la vida. Las míticas zonas residenciales de Malibú y Santa Mónica, escenario de famosas series televisivas, donde se mostraban esculturales cuerpos, no han sido ajenas al desastre. El Valle de San Fernando, no lejos de allí, donde se concentra uno de los mayores centros mundiales de la industria pornográfica, igualmente ha sabido lo que el fuego puede hacer, quedando toda su desnudez expuesta en una manera muy distinta a la que habitualmente allí se mostraba. En resumen, en cuestión de horas lo que parecía lo más envidiable de la tierra ha mostrado su vulnerabilidad y poca consistencia. 

En 1966 se lanzó al mercado una de las canciones más emblemáticas de la música pop, titulada California Dreamin', del grupo The Mamas and The Papas, que los catapultó a la fama y a lo más alto de las listas de ventas. Eran los años de la revolución hippie, la revolución de las flores, y California parecía ser la ensoñación de un mundo mejor. Tres años después el cantante John Mayall también le dedicó uno de sus mayores éxitos, titulado California, cuya letra celebraba las excelencias de vivir allí, donde parecía que el sol nunca se ponía, siendo el sitio por antonomasia para estar bien y ser libre, del que nunca se debía salir. ¡Qué contraste con quienes en estos días les hubiera gustado estar en cualquier parte del mundo, menos allí! Es la ensoñación de California convertida en pesadilla.

Pero este incendio es solamente un pálido reflejo de otro de dimensiones cósmicas, que está por venir. El apóstol Pedro habla del mismo en su segunda carta, poniendo en contraste el juicio antiguo, que destruyó la tierra por el agua, con el juicio venidero, que destruirá no solo la tierra sino también el cielo por el fuego. Él habla de los muchos burladores que, andando según su propio desorden, hacen escarnio de los solemnes avisos de Dios. Así mismo afirma que los cielos y la tierra actuales están reservados para el fuego, por la palabra de Dios, para un día al que llama día del juicio y de la perdición, día del Señor y día de Dios. El peor día imaginable para todo aquel que ha puesto su confianza y esperanza en este mundo. Un día que ciertamente llegará, porque las burlas no tienen ningún poder para conjurarlo, solo tienen poder para endurecer aún más los corazones de los escarnecedores.

En ese incendio escatológico, sigue diciendo el apóstol Pedro, los elementos serán desechos, se fundirán. Los elementos son las partículas primordiales a partir de las cuales está constituido el universo. Esto es, en este incendio final no se quema simplemente esto o aquello, pero quedando todavía en pie la posibilidad de comenzar de cero, sino que es la esencia misma que hace posible comenzar de cero lo que se destruye. La tierra y las obras que hay en ella, incluidas las más valiosas y que tanto trabajo costó elaborar, serán pasto de las llamas.

Pero tras esta hecatombe universal, Dios creará cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Este sí será el lugar del que nunca hay que salir y que no es un ensueño sino una gloriosa y bendita realidad.

Ante esta certeza venidera, compuesta de juicio y salvación, solo cabe la actitud de sabia reflexión, de arrepentimiento y de perseverancia para vivir conforme a la voluntad de Dios, quien es paciente y no quiere que nadie se pierda. El verdadero valor de las cosas se mide no por lo que vemos ahora, sino por lo que está anunciado que va a suceder. ¿Cuánto es el valor de lo más espléndido en California? Mucho, antes del incendio; nada, después del mismo. Así es con todo lo que hay en este mundo.

La autenticidad de esta carta del apóstol Pedro ha sido negada por críticos y burladores. También su mensaje. Pero ellos solos se echan la soga al cuello, cavando su propia fosa y labrando su ruina, en un suicidio que acabará entre llamas.

Pero para los que han creído, el mensaje de esta carta es un recordatorio permanente de dónde está la auténtica esperanza, por la cual merece la pena emplear la vida, procurando con diligencia ser hallados por Él sin mancha e irreprensibles, en paz. 

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