I am what I am

Por la gracia de Dios, podemos ser algo bueno, fuerte, digno, auténtico y útil, gracias a que Cristo vino a este mundo, para dar su vida en rescate por ególatras, que de otra manera nunca habrían dejado de serlo.

18 DE OCTUBRE DE 2018 · 08:00

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I am what I am (yo soy lo que soy) es el título de una canción que musicalmente hablando no tuvo demasiada resonancia, cuando se estrenó en 1983 en Broadway. Sin embargo, se convirtió en enseña de los movimientos que, transgrediendo las normas morales, se reivindicaban a sí mismos y ahora son los héroes y triunfadores del momento. Actualmente ese título sirve de lema a una campaña de promoción de las modelos publicitarias que no se someten a los cánones estipulados por la moda, en cuanto a perfección, peso y medidas. De modo que es de esperar que el lema sea esgrimido por todo aquel que, disconforme con lo convencionalmente aceptado, se atreva a declarar al mundo: I am what I am.

Al examinar la letra de la canción se percibe que la adoración del yo es su tema dominante. Nada más comenzar, tras las palabras del título, viene la estrofa: ‘Yo soy mi propia creación especial.’ Ahí es nada. Una autosuficiencia no disimulada y una jactancia descarada, son el primer peldaño en la escalera hacia la auto-exaltación que promueve la canción. El estribillo no es menos elocuente, al decir: ‘Tu vida no vale un bledo, hasta que puedas gritar yo soy lo que soy.’ En la primera estrofa, ese estribillo adquiere un matiz un tanto diferente, poniéndolo en estas palabras: ‘Tu vida es una vergüenza, hasta que puedas gritar yo soy lo que soy.’

El apogeo de la egolatría de la canción alcanza su culminación al final de la misma, cuando dice: ‘Yo soy bueno, yo soy fuerte, yo soy digno… yo soy útil, yo soy auténtico, yo soy alguien, yo soy tan bueno como tú. Sí, yo soy.’ La  contundencia de las palabras y la rotundidad de las frases, sin el menor atisbo de vacilación ni duda, afirmando sin rubor lo que la modestia nunca proclamaría, delata el espíritu de altanería que se pone en evidencia a sí mismo, al no admitir ninguna posibilidad de fallo o equivocación; mucho menos de despropósito. Pero la debilidad del mensaje de la canción estriba en que es la persona misma la que se auto-glorifica, lo cual quita validez a lo que pretende ser, porque nadie es ecuánime sobre sí mismo y quien verdaderamente tiene algún valor no necesita andar por la vida ensalzando sus propias virtudes, pues ensalzar la propia virtud, ya es orgullo. Y el orgullo es arrogancia. Y la arrogancia siempre es ciega.

Si se da por bueno el mensaje de la canción y que algunos puedan usarlo como divisa de sus ideas, habrá que admitir, para ser consecuentes, que otros también tendrán el mismo derecho a esgrimirlo. ¿Cómo resultaría que en un mitin nazi en 1939 hubiera sonado esa canción, antes de que Hitler subiera al estrado para soltar sus soflamas racistas? Solamente que en vez de decir I am what I am, él habría dicho Ich bin was ich bin. O ¿cómo sería si Al Capone, ante sus víctimas, se hubiera puesto a canturrear la melodía, incluida la estrofa: ‘Yo soy mi propia creación especial’? Añadiendo, soy un granuja, un ladrón y un asesino, pero soy tan bueno como tú.

El espíritu de desafío y transgresión que impera en nuestro tiempo es como un boomerang, porque lo que lanza recibe. Lanza provocación y recibe provocación, porque por la simple regla de tres de que existe el derecho a provocar, el provocador es provocado a su vez por otro provocador, ya que no sería justo que solamente un provocador tuviera derecho a hacerlo. Lo que uno siembra, cosecha. Y de esa manera la espiral de provocación es infinita.

La presentación que Dios hace de sí mismo en Éxodo 3:14 y que se traduce normalmente como Yo soy el que soy, también es gramaticalmente válida traducirla como Yo soy lo que soy. Y aquí estamos frente al Único que puede hablar de sí mismo en términos enaltecidos, sin que haya el menor atisbo de egolatría, porque verdaderamente él es el Yo por antonomasia y excelencia, saturando sus virtudes a su naturaleza, sin mengua ni cambio alguno. Digno de ser adorado, conocido y servido, fuente de toda existencia y manantial de toda bendición. Cualquiera que, aparte de él, dice Yo soy lo que soy, en términos absolutos, es un usurpador, porque se está arrogando una característica exclusiva de Dios. De ahí que fuese abatido para siempre quien, en un momento determinado, se exaltó a sí mismo usando este lema blasfemo, porque quería ser como Dios. Pues el que se ensalza será humillado.

No soy nada, no soy bueno, no soy fuerte, no soy digno, no soy auténtico, no soy útil. Eso es lo que soy, en mí mismo. Y el primer paso en la dirección correcta, consiste precisamente en ese reconocimiento. Es cuando se llega a este punto, cuando, por la gracia de Dios, podemos ser algo bueno, fuerte, digno, auténtico y útil, gracias a que Cristo vino a este mundo, para dar su vida en rescate por ególatras, que de otra manera nunca habrían dejado de serlo. El apóstol Pablo hizo la siguiente declaración: ‘Pero por la gracia de Dios soy lo que soy.’ (1 Corintios 15:10). Es la misma declaración que puede hacer cualquier cristiano. I am what I am… by the grace of God. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Claves - I am what I am