La transición religiosa en España (III)

Lo conseguido fue mucho, si tenemos en cuenta la intolerancia religiosa predominante y los escasos medios humanos y económicos disponibles.

10 DE OCTUBRE DE 2018 · 09:00

Portada de 1932 del semanario La Traca, de carácter laico, en el que aparece un hombre expulsando a religiosos católicos. / Wikimedia Commons,
Portada de 1932 del semanario La Traca, de carácter laico, en el que aparece un hombre expulsando a religiosos católicos. / Wikimedia Commons

EL PERIODO DE LA REPÚBLICA

El 14 de abril de 1931 cayó la monarquía y se implantó en España la Segunda República.

Inmediatamente se promulgó una nueva Constitución que, entre otras innovaciones, proclamaba la libertad religiosa. El artículo 27 de aquella Constitución decía: “La libertad de conciencia y el derecho a practicar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto a las exigencias de la moral pública…Todas las Confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno”.

Este último apartado se añadió para impedir las manifestaciones callejeras de la Iglesia católica. El pueblo evangélico recibió con alborozo la llegada de la República, entre otras razones por lo que suponía de alivio para la situación de intolerancia que estaba viviendo y por las leyes en materia de libertad religiosa.

Con todo, los líderes de aquella época no aprovecharon debidamente los escasos cinco años de libertad religiosa que vivió España entre 1931 y 1936.

Durante este período, el movimiento protestante en España no aumentó su número de fieles. Fueron años confusos, inquietos, inutilizados. Las causas fueron múltiples. Entre ellas podemos subrayar las siguientes:

1.- Los evangélicos no estaban preparados para la libertad. Desde siempre habían vivido en régimen de intolerancia.

Acostumbrados de por vida a las catacumbas inquisitoriales, la luz les cegó y les impidió ver con claridad la situación. Tampoco había una infraestructura sólida para afrontar los hechos ni tiempo para prepararla.

2.- En Madrid se creó el llamado Comité de Propaganda.

El nombre no pudo ser más desafortunado. La intención era trabajar unidos en la evangelización del país. Pero este Comité no dio resultado. Los líderes que entonces había cayeron en la trampa del individualismo y el protagonismo personal.

Claudio Gutiérrez Marín dice que los evangélicos, sujetos al yugo religioso de Roma, no supieron asimilar la libertad. “Cada cual, sabiéndose libre y sin temor de ser coaccionado por nadie, tomó el camino que mejor le pareció a su conciencia”

3.- Las denominaciones, nacidas en el fragor de la intolerancia, no supieron trabajar unidas en época de libertad.

Las diferencias doctrinales, que hasta entonces habían sido minimizadas frente al desafío común, surgieron como banderas de separación. Cada denominación hizo su propio programa de trabajo y al dividirse las fuerzas el movimiento careció de impulso nacional.

4.- Puesto que la monarquía había significado siempre catolicismo e intolerancia, casi todos los líderes evangélicos se apuntaron al bando de la República, que les había traído la libertad de cultos.

Esta estrategia dividió considerablemente las fuerzas, ya que muchos pastores dedicaban más tiempo a las actividades políticas que a las religiosas.

5.- Quienes más lucharon en España a favor de la libertad religiosa por aquella época no fueron los evangélicos, sino los masones.

La masonería tenía hombres importantes en todos los departamentos de la Administración del país. Incluso en Presidencia del Gobierno. No hay estadísticas fiables, pero se sabe que muchos pastores ingresaron en logias masónicas. Esto limitó considerablemente su ministerio, tanto en tiempo como en testimonio. 

6.- Un dato a tener en cuenta, a mi parecer muy importante, es que una mayoría de los hombres que lideraron la Segunda Reforma en España fueron curas convertidos.

No habían experimentado la vida de congregación, que tanto contribuye a la formación de los líderes, no poseían una vocación evangelística basada en la convicción de la perdición humana. Por estas y otras causas, no pocos de los curas convertidos en aquella época se desconvirtieron y volvieron a echar mano de la sotana para ocultar los pantalones de hombre.

7.- Tanto los curas convertidos como los líderes que no provenían de la clerecía católica utilizaron la libertad de cultos para atacar a la Iglesia católica. Los sermones evangélicos eran más bien mítines anticlericales, de fuerte contenido político.

8.- El pueblo no respondió al llamamiento de los líderes evangélicos.

Los que estaban contra la Iglesia católica no se fiaban de los llamados protestantes; decían que unos y otros eran iguales.

Los que mantenían sus convicciones católicas, y eran millones en el país, menos atraídos se sentían por quienes atacaban los principios de su fe utilizando para ello la tribuna pública.

Los indiferentes de siempre pasaban del tema, sin prestar atención alguna a la controversia católico-protestante.

9.-Hay que decir, finalmente, que la República constituida en abril de 1931 cayó definitivamente en junio de 1936. Los líderes evangélicos no tuvieron tiempo para rectificar actitudes ni para establecer programas de trabajo a largo plazo. 

No obstante, a la vista de los resultados obtenidos, la Segunda Reforma en España fue un éxito. En menos de un siglo se implantaron congregaciones evangélicas en casi toda la geografía española. Se fundaron clínicas y hospitales evangélicos en Madrid y Barcelona. Surgieron seminarios e institutos para la formación de pastores en Sevilla, Zaragoza, Barcelona, Madrid.

La prensa protestante abundó durante la Segunda Reforma. Se fundaron unas 40 publicaciones, algunas de ellas de aparición semanal, otras mensual, trimestral, etc. En 1919 se decidió fundir todos los esfuerzos aislados en una sola revista común, España Evangélica. El primer número apareció el 29 de enero de 1920. Se publicaba semanalmente. Llegó a adquirir un gran prestigio.

Contrariamente a lo que ocurre ahora, los líderes evangélicos de la Segunda Reforma dieron mucha importancia a la educación escolar. Se establecieron escuelas para niños en muchas capitales españolas. Algunos de estos centros, como El Porvenir, en Madrid y El Escorial, aún siguen educando niños.

En cuanto a la población evangélica, Claudio Gutiérrez Marín dice que al estallar la guerra civil en 1936 había en España: 166 Iglesias establecidas, “sin contar los grupos pequeños y aislados”.

48 pastores ordenados y más de un centenar de evangelistas. 7.000 niños matriculados en las escuelas diarias. 22.000 miembros convertidos en el país. Un patrimonio en propiedades inmobiliarias que ascendía a seis millones de pesetas de entonces. Lo conseguido fue mucho, si tenemos en cuenta la intolerancia religiosa predominante y los escasos medios humanos y económicos disponibles.

El varias veces citado Claudio Gutiérrez Marín, en la página 444 de su libro Historia de la Reforma en España, emite este juicio de valor: “Si la Reforma, no obstante esto, no consigue imponerse en la conciencia del país, no debe culparse de ello a los obreros españoles o extranjeros consagrados al trabajo, sino a la deficiencia también de medios económicos, a la escasez de buenos y bien presentados locales, a la falta de obreros especializados en el difícil arte de la evangelización. Tenemos la seguridad de que, si la Reforma hubiese dispuesto de más facilidades económicas, su triunfo habría sido más aplastante. A la Reforma española no le ha faltado la ayuda del Espíritu Santo, sino la ayuda y colaboración humana, en el sentido financiero. Los sacrificios hechos por los hermanos creyentes de fuera han sido ciertamente grandes y santos; pero insuficientes”.

“De todos modos, si los acontecimientos históricos no se hubieran precipitado, colocando nuevamente a la Iglesia de Roma como dueña y señora del pueblo español, es bien seguro que quizás en el transcurso de otro siglo, una gran parte de España estaría entregada, de corazón a Cristo”.

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