Compartir nuestro dolor

Siempre hablamos del sufrimiento del Señor Jesús, y es cierto... pero pocas veces llegamos a comprender el dolor del corazón del Padre.

08 DE OCTUBRE DE 2018 · 12:00

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El actor Mel Gibson fue el protagonista principal de la película Al límite (Dirigida por Martin Campbell, 2010). En la ficción, el actor pierde a su hijo, lo que le llevó a Mel a afirmar en una entrevista durante la presentación del film: "Que tu hijo fallezca antes que Tú es una situación totalmente antinatural que termina sacudiendo tu estabilidad mental". Muchos han pasado por esa situación en la vida real, quizás incluso alguno/a de los que estáis leyendo ahora mismo esta historia. Realmente es algo que sacude tu alma y rompe tu corazón de una manera imposible de definir. 

Imagínate lo que significó para Dios Padre, que no “sabía” (por decirlo en términos humanos) lo que era la muerte, enviar a su propio Hijo a lo desconocido; ver como entregaba su vida en la cruz, por amor a cada uno de nosotros.   

Siempre hablamos del sufrimiento del Señor Jesús, y es cierto... pero pocas veces llegamos a comprender el dolor del corazón del Padre. Ningún ser humano puede pensarlo; es más ¡Ni siquiera nadie podría haberlo imaginado! Que Dios quiera compartir nuestro dolor es algo completamente sublime, imposible de definir.

Eso es lo que hace que nuestra vida sea diferente, porque sea cual sea el dolor por el que estamos pasando o el sufrimiento que nos llena de oscuridad, Dios conoce nuestras lágrimas: no sólo nos comprende, sino que atraviesa ese desierto con cada uno de nosotros: “Pero en su angustia clamaron al Señor y el los salvó de su aflicción... los sacó de la profunda oscuridad y los libró de las cadenas” (Salmo 107:13-14)

La descripción es absolutamente genial, nos habla de las cadenas del sufrimiento; aquellas que nos atan de una manera completamente reconocible, pero imposible de ver con nuestros ojos. Creo que cualquiera de nosotros preferiría estar atado físicamente un momento, que vivir bajo la sombra del dolor, porque cuando el sufrimiento se apodera de nosotros y no nos abandona de ninguna manera ¡Y cuando es una angustia espiritual, todavía peor!. El dolor físico desaparece: puede amortiguarse, o incluso puedes llegar a acostúmbrate a él. El dolor del alma no se va jamás.

¿Jamás? No es del todo cierto: Dios conoce ese sufrimiento; si acudimos a Él, tenemos la certeza de que restaurará nuestro corazón y sanará nuestras heridas, por muy profundas que sean ¡Aún más allá de lo que podamos comprender! Porque aunque el Señor Jesús es perfecto, la Biblia dice que aprendió a sufrir (Hebreos 5:8) por amor a cada uno de nosotros. Él si sabe lo que estás pasando; nosotros huimos del sufrimiento, pero Él lo aceptó voluntariamente por que nos ama. No sólo quería saber lo que hay en tu corazón, ¡Quería llevar consigo tu dolor! Y lo hizo. Y lo sigue haciendo cada día. Descansa en Él.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Compartir nuestro dolor