Tiempos difíciles

El ser humano se deshumaniza cuando alza su mano contra el débil causando un daño irreparable.

21 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 11:16

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También debes de saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. (2ª Tm 2:22)

Echo de menos muchas cosas que por causas diversas han ido quedando atrás en mi vida. Aprecio cómo esta historia mía va quedando desocupada de ciertos componentes que en un pasado estuvieron fulgentes y llenos de protagonismo. Hoy, descoloridos y sin forma concreta pertenecen al ayer.

Hay ausencias a las que con dolor y abnegación nos sometemos, intentando eludir la tristeza para no caer en su honda melancolía. Ausencias físicas que nos provocan resquemor en la memoria y escozor en los ojos. Sin embargo hoy quiero hablaros de esas otras ausencias que no llegan a producirse, esos huecos que no se quedan vacíos por mucho que instemos a sus ocupantes a que abandonen el lugar que invaden. Con desaliento te das cuenta que no por mucho desear algo esto se llega a cumplir, en ocasiones sólo llegamos a soñarlo. Hay en mí muchos más deseo de que se produzcan ausencias que anhelos ausentes, o será porque lo ausente es menos doloroso que aquello que en realidad ansío deje de existir.

Me encuentro con demasiadas situaciones ingratas que descortésmente se han acoplado en la rutina diaria, esa rutina que llamamos vida y que nos cerca no siempre con un abrazo, a menudo es una soga ruda que nos asfixia. Me encuentro con olores desagradables que me provocan repugnancia y desconcierto. Olores que llegan hasta mí, hasta otros, y lanzados a mansalva te hacen ver que la maldad está cada día más y más presente, que el ser humano se deshumaniza y se vuelve aborrecible cuando alza su mano contra el débil causando un daño irreparable, una sinrazón que se presenta ante nuestros ojos vestida de fulgente titular y que pasa a ser papel mojado en cuanto otra escena dramática aparece sustituyéndola.

Me niego a creer lo que cuentan las voces que arremeten contra el ser humano en un sutil intento de adormecer las mentes. Pretenden hacernos ver la necesidad de guerras sin sentido que dejan tras de sí un cúmulo inmenso de miseria y dolor.  Viles atropellos de quienes llevados por la maldad aniquilan la dignidad del hombre sometiéndolo a vejaciones. Ese despreciable don de la superioridad, que bruscamente subyuga a los más débiles con un continuo golpeteo de palabras altivas, frases cargadas de punzante daño, violando los derechos de quienes no tienen capacidad para poder defenderlos.

Son estas algunas de las muchas ausencias que quiero se produzcan, omisiones que dejarían tras su huida una clara estela de paz.

Me ilusiono pensando que algún día mil pequeños resquicios quedarán desocupados, que la guerra, el maltrato, el odio irracional del hombre contra el hombre acabará sumergido bajo toneladas de olvido.

Cuando eso ocurra; asunto quimérico, la vida se nos presentará de una forma diferente y el transitar por ella será algo realmente extraordinario. Pensar en la realización de esta idea es algo claramente utópico, la manifestación del pecado en el mundo y sus consecuencias no dejan que se proyecten deseos tan ilusorios, pero me veo imposibilitada a renunciar a este claro anhelo de cese, quizá porque renunciar a ello significaría tener que vivir admitiendo una realidad demasiado cruda, y en determinados momentos me cuesta asumir que en verdad el hombre es tremendamente injusto.

Aun así, no dejo de tener estos deseos de ausencias, alimentándolos con razonamientos esperanzadores, instándoles a diario a que abandonen por fin sus posiciones y den cabida a términos tan hermosos como lo son el amor, la concordia, la libertad, DIOS...

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