Una frase para recordar siempre

Hay un texto en la Biblia que adquiere la forma de letanía y es el Salmo 136, donde la expresión repetitiva es, hasta 26 veces, ‘porque para siempre es su misericordia’.

20 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 10:30

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Cuando yo era pequeño, al estar educado en el catolicismo, estaba familiarizado con la letanía, que era un conjunto de rezos consistentes en una serie de plegarias a Dios, la virgen y los santos, en la que cada plegaria estaba formada por una invocación y un ruego, siendo el ruego siempre el mismo. Como la letanía era muy larga, la repetición constante del ruego se convertía en una expresión que tendía a convertirse en algo machacón, de ahí que la palabra letanía adquiriera el significado de retahíla cansina y aburrida.

Normalmente la letanía era alternada, diciendo la invocación el que la dirigía y respondiendo los demás con el ruego. Eso facilitaba las cosas para los que respondían con el ruego, porque no tenían que preocuparse más que de contestar siempre con la misma frase. Ya fuera en español o en latín, era sumamente sencilla la tarea del ruego, pues se componía de solo tres palabras. No era lo mismo que cantar el Tantum ergo, para lo cual había que saber, nunca mejor dicho, latín.

Hay un texto en la Biblia que adquiere la forma de letanía y es el Salmo 136, donde la expresión repetitiva es, hasta 26 veces, ‘porque para siempre es su misericordia’, frase que en lengua hebrea son tres palabras. A primera vista pareciera un ejercicio religioso mecánico, del tipo que Jesús denunció, cuando dijo que los paganos piensan que por su palabrería serán oídos (Mateo 6:7), como si Dios pudiera ser manipulado por la creencia supersticiosa de que nos escuchará si repetimos muchas veces la misma frase. Pero hay que recordar que este salmo no es una oración hecha a Dios, sino una declaración sobre Dios que el autor del mismo hace a los demás.

La primera parte del salmo se centra en el ser de Dios, empleándose su nombre único y las exaltadas expresiones Dios de dioses y Señor de señores, que indican su elevación sin par. Pero en cada una de ellas se incluye la frase ‘porque para siempre es su misericordia’, como indicando que esa misericordia forma parte de su ser, siendo algo intrínseco a su naturaleza, no algo añadido o artificial.

Luego se inicia una segunda parte en el salmo, en la que tras haber considerado la misericordia de Dios en su ser, se inicia el recorrido por los hechos de Dios, siendo la creación el primer bloque de esos hechos. Allí se contemplan los grandes escenarios, cielos y tierra, aguas y cuerpos celestes, realizados con entendimiento y propósito, que muestran su poder y sabiduría. Pero a cada paso de su acción creadora se añade que para siempre es su misericordia, de tal manera que cada uno de esos actos proclama su bondad.

Después comienza otro recorrido por los hechos de Dios, que ahora se centran en sus actos salvadores a favor de su pueblo, que se inician con la estancia en Egipto y acaban con la entrada en Canaán. Pero lo que me llama la atención es que en esta parte el autor no sólo incluye las acciones bondadosas de Dios hacia su pueblo, lo cual era de esperar, sino que también menciona los severos juicios de Dios contra los enemigos de su pueblo, y tanto en uno como en otro caso añade la expresión ‘porque para siempre es su misericordia.’ Pareciera que en un salmo donde lo que se quiere destacar, por encima de todo, es la misericordia de Dios, está fuera de lugar mencionar sus hechos judiciales, ya que el rigor nada tiene que ver con la misericordia. Pero el autor del salmo no se avergüenza de esa faceta justa de Dios.

De hecho, no sólo este salmo no se avergüenza de la misma, sino que la Biblia en su totalidad no se avergüenza de ella, antes bien la declara y enseña. Tristemente hay quienes sí se avergüenzan y por eso tienen que esconder, reinterpretar o eliminar todo lo que en Dios suene a severidad. Pero el salmo no tiene ningún problema en aunar justicia y misericordia en Dios, ya que la justicia de Dios contra sus enemigos es la otra cara de la moneda de la bondad de Dios en favor de su pueblo. Existe la segunda, porque existe la primera. Porque ¿cómo podía haber mostrado su misericordia hacia su pueblo, si no hubiera destruido a quienes querían destruirlo? Porque no se trataba de una convivencia difícil, sino de un designio para aniquilarlo totalmente. Esa faceta judicial de Dios contra sus enemigos, es la que se celebra también en el Nuevo Testamento, cuando la caída de Babilonia provoca la alegría del pueblo de Dios (Apocalipsis 18:20).

El siguiente bloque de los actos salvadores de Dios no sólo tiene que ver con la historia pasada, sino con la posterior, porque el abatimiento y hundimiento es una experiencia que salpica la trayectoria del pueblo de Dios, en sus frecuentes caídas, fracasos y derrotas. Pero en medio de todo ello, se inserta la frase ‘porque para siempre es su misericordia.’ Una misericordia no sólo para el pasado, sino también para el presente. No sólo para cuando las cosas van bien, sino también para cuando van mal.

El salmo acaba como empezó, con una invitación a todos para alabar a Dios, porque para siempre es su misericordia.

Si el pueblo de Israel tenía motivos sobrados para alabar a Dios por su continuada misericordia, ¿cuántos más tenemos nosotros?, ya que la salvación forjada por Cristo supera infinitamente a la del Antiguo Testamento. Porque no nos ha salvado de un mero gobernante terrenal tiránico, ni nos ha librado de enemigos de carne y hueso, que después de todo son mortales, sino que nos ha librado de una condenación eterna y de un enemigo implacable que no sólo buscaba nuestra destrucción física.

La razón de la repetitiva frase del salmo, ‘porque para siempre es su misericordia’, no es ser una pesada letanía, sino recordarnos continuamente esa bendita verdad, dado lo olvidadizos que somos.

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