La transición religiosa en España (I)

Explica Claudio Gutiérrez Marín que "el español no siguió a los reformadores. Los intelectuales se encogieron de hombros. Pensaron que la Reforma era semejante a la Iglesia que ellos conocían muy bien; creyeron que la Reforma no podía transformar ni salvar a la nación”.

12 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 10:00

Pintura Una mañana a las puertas del Louvre, de Edouard Debat-Ponsan, con Catalina de Médici vestida de negro en el centro. Wikimedia Commons,
Pintura Una mañana a las puertas del Louvre, de Edouard Debat-Ponsan, con Catalina de Médici vestida de negro en el centro. Wikimedia Commons

LA REFORMA DE LUTERO

A principios del siglo XVI estalla la Reforma liderada por Martín Lutero.

El 31 de octubre de 1517 Lutero clava en la puerta de roble de la catedral católica de Wittenberg, en Alemania, un documento conteniendo 95 tesis en contra de las doctrinas y de las prácticas del Vaticano.

Es el inicio de la gran Reforma religiosa dentro del Cristianismo y el surgimiento de los movimientos protestantes.

La Reforma se propagó rápidamente por Alemania. Los estados del sur siguieron unidos a Roma, en tanto que los del norte optaron por Martín Lutero.

En un espacio de tiempo relativamente corto, la Reforma se implanta en naciones del norte y centro de Europa: Suiza, Dinamarca, Noruega, Suecia, Holanda, Bélgica y otros países europeos se adhieren a las nuevas enseñanzas de la Reforma, más de acuerdo con la Palabra de Dios que las imposiciones del Vaticano.

Inglaterra inicia su Reforma particular cuando el rey Enrique VIII decide romper con la tiranía de Roma y funda la Iglesia anglicana.

En el sur de Europa la Reforma encuentra más resistencia. En Francia recibe un golpe de muerte en la terrible carnicería que tiene lugar la noche de San Bartolomé el 24 de agosto de 1572. Miles de protestantes fueron asesinados aquella noche con la complicidad de la Iglesia católica.

En Italia, Portugal y España la Reforma logra pocos éxitos, debido principalmente a la fuerte represión de la Iglesia católica, mucho más intolerante en estos países que en la Europa del norte.

 

LA REFORMA EN ESPAÑA

Cuando estalla la Reforma en Alemania, en la primera parte del siglo XVI, España es un país de nueve millones de habitantes.

De éstos, millón y medio eran gente de Iglesia o que trabajaban para la Iglesia católica.

Carlos V fue proclamado rey en España en 1516, un año antes de la sublevación de Lutero, y emperador en Alemania en 1519, dos años después del estallido de la Reforma. Su hijo Felipe II reinó en España desde 1527 hasta 1598.

Estos dos reyes, más católicos que los papas de Roma, tenían a España arrodillada a los pies del Vaticano. En el testamento que Carlos V deja a su hijo, Felipe II, dice: “Evita toda guerra; pero si peligra la religión, no vaciles, no dudes. Ponlo todo en la guerra para salvar la religión”.

El historiador católico Vicente de la Fuente, en su Historia Eclesiástica de España, dice: “Nadie vacila en señalar como una de las primeras causas de la pobreza y la miseria interior de la que era por entonces la nación más poderosa de la tierra, la lucha gigantesca de los reyes de España contra tantas naciones, potencias y soberanos, por defender la fe católica”.

La pobreza en España alcanzaba tales niveles que “el hambre estaba nacionalizada y el comer pan se consideraba como un festín”.

Los historiadores están de acuerdo en señalar que el primer español que abrazó las doctrinas de la Reforma fue Juan de Valdés. En 1536 salió de España acompañando al rey Carlos V y se cree que fue convertido en Alemania.

Él y otros españoles residentes y convertidos a la Reforma en países extranjeros desarrollaron una intensa labor en España, introduciendo libros y folletos que eran distribuidos por toda la geografía española.

El historiador Claudio Gutiérrez Marín dice que la primera Iglesia reformada se abrió en Sevilla. Miembro de la misma fue el célebre Julián Hernández, llamado Julianillo a causa de su pequeña estatura.

Aunque las reuniones se celebraban con mucho secreto, la Iglesia estaba organizada.

Desde Sevilla la Reforma se extendió por otros lugares del país. En Valladolid arraigó con más fuerza que en otras capitales.

 

LA CONTRARREFORMA

Veinte años después de aquel 1517 en que Lutero se sublevara oficialmente contra el Papa, la Reforma había ganado más de la mitad de Alemania y Suiza; Inglaterra y Escandinavia; había penetrado en Francia y en la Europa oriental, incluso en Italia y en España.

Para combatir la Reforma en España el Vaticano lanzó la Contrarreforma.

En 1542 el Papa Pablo III restauró el tribunal de la Inquisición. Este tribunal de sangre tenía como agentes en todos los países católicos a los inquisidores, generalmente reclutados entre los dominicos.

A los dominicos se unieron en España los jesuitas. La llamada Compañía de Jesús quedó definitivamente organizada en Roma en 1540.

Su fundador fue el célebre San Ignacio de Loyola. Íñigo de Loyola nació en el País Vasco, en Azpeitia, en 1491 y murió en Roma en 1556.

Hizo la carrera militar y peleando como capitán al servicio del rey de Navarra fue herido en ambas piernas.

Una vez curado de sus heridas se dedicó al estudio de las disciplinas religiosas, fundando la conocida y temida orden de los jesuitas.

La Contrarreforma ahogó en sangre los brotes de Reforma en España. Las violentas medidas de represión impidieron el desarrollo del protestantismo en nuestro país.

Aunque parte de la nobleza estaba al lado de la Reforma, le faltó el apoyo de la gente humilde. “Sin el pueblo –explica Claudio Gutiérrez Marín- no pudo hacerse nada duradero. Sin el elemento intelectual tampoco. El español no siguió a los reformadores. Los intelectuales se encogieron de hombros. Pensaron que la Reforma era semejante a la Iglesia que ellos conocían muy bien; creyeron que la Reforma no podía transformar ni salvar a la nación”.

En su monumental obra La Historia de la Humanidad, traducida al castellano por Nicolás Salmerón y Fernández de los Ríos, el historiador francés F. Laurent resume así aquel trágico período: “La Inquisición perdió a España matando su alma. El Santo Oficio fue el instrumento de un doble despotismo religioso y político, y el despotismo, destruyendo la libertad, destruye el principio de la vida”.

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