Síndrome postvacacional

¿Cómo una visión cristiana del trabajo puede ayudar a encarar este regreso de una forma más saludable?

31 DE AGOSTO DE 2018 · 10:02

El regreso al trabajo puede convertirse en un problema. / Pixabay (CC0),
El regreso al trabajo puede convertirse en un problema. / Pixabay (CC0)

Aunque los autores no se ponen de acuerdo sobre si es una enfermedad o no, sí parece haber un conjunto de síntomas asociado al final de las vacaciones y a la vuelta a las rutinas anuales. Afecta tanto a los estudiantes, como a las personas que trabajan en casa, como a aquellos que trabajan en una empresa o administración pública.

Todos necesitamos de este período de adaptación entre el descanso anual y la actividad habitual. Pero cuando este proceso de adaptación fracasa de alguna manera, nos encontramos con la serie de síntomas a los que llamamos "síndrome postvacacional". Esos síntomas acostumbran a ser: cansancio generalizado, falta de motivación para emprender el trabajo, lo que produce un aún mayor retraso en las tareas generando ansiedad, insomnio de noche y somnolencia de día, falta de concentración, frustración y agresividad, etc.

Las personas necesitamos de la existencia de ciertas rutinas que se correspondan con nuestros biorritmos. Además, precisamos de una serie de motivaciones que empujan la vida hacia delante. Cuando tenemos esas rutinas adaptadas a los biorritmos y las motivaciones adecuadas tenemos las fuerzas para enfrentarnos a las dificultades del día a día. El problema se presenta cuando en las vacaciones alteramos seriamente estas rutinas. En parte es normal y deseable, pero cuando esa alteración es demasiado profunda estamos sentando las bases para un problema al regresar de vacaciones. Si, por otro lado, carecemos de cierta motivación en las tareas habituales y toda nuestra motivación está puesta en las vacaciones, nos encontraremos con que faltan 11 meses para el siguiente período vacacional. A menor escala, es lo que sucede cuando no tenemos motivación laboral y pasamos la semana esperando el fin de semana. Si ambas se juntan estamos en un riesgo serio de sufrir el síndrome postvacacional. 

Ante este riesgo, lo mejor es prevenir. Los especialistas nos dicen que es mejor una reincorporación progresiva a la normalidad. Si hemos estado fuera de casa, regresar un poco antes del comienzo laboral y no el último día. Ir recuperando los horarios que mejor encajen con nuestros biorritmos progresivamente. Organizar bien nuestra agenda priorizando aquellas tareas más decisivas, aquellas que si las dejamos nos van a causar un mayor problema y una carga añadida de ansiedad. Encontrar motivaciones correctas en nuestro trabajo que no nos hagan desear solo el fin de semana o las vacaciones.

¿Cómo una visión cristiana del trabajo puede ayudar a encarar este regreso de una forma más saludable? 

En primer lugar, los cristianos no pensamos que el trabajo sea un castigo ni una maldición de Dios. Nosotros sabemos que el primer trabajador de la historia es Dios. Dios es el creador de todas las cosas y organizó su trabajo en una semana de trabajo de seis días, seguidos de un descanso de un día. Dios nos da una pauta que debemos seguir. El trabajo y el descanso deben marcar un ritmo constante. Necesitamos descanso diario, descanso semanal y descanso anual. Cuando esa alternancia de períodos largos de trabajo con otros más cortos de descanso está bien estructurada nos convertimos en personas productivas, que consiguen serlo a largo plazo. El trabajo no se convierte en un ídolo, no somos adictos al trabajo, ni las vacaciones son nuestra única motivación. 

En segundo lugar, los cristianos concebimos nuestro trabajo como una cooperación con Dios. De la misma manera que Dios puso al ser humano en el jardín del Edén para trabajar en el huerto que Dios había plantado, nuestro trabajo diario tiene la finalidad de conectarse con lo que Dios desea que sea hecho. Por difíciles que sean nuestros puestos de trabajo, por complejas que sean las relaciones en ellos, por rutinarias que sean las tareas, si somos capaces de entender que nuestro trabajo es una conexión con el trabajo de Dios, que nuestro trabajo sirve a otras personas y que Dios es glorificado y las personas son bendecidas, los cardos y espinos de cada puesto de trabajo ganarán una nueva dimensión que está oculta para aquellos que no tienen un referente en Dios. 

En tercer lugar, nuestro trabajo tiene valores que tenemos que aprender a apreciar. No sólo porque el entorno laboral, estudiantil, etc. provee de un entorno de relaciones que Dios nos ha enviado a ministrar con la esperanza del evangelio. Éste es, frecuentemente, el lugar en el que estamos en contacto con más personas que necesitan conocer a Dios. Sino también porque el trabajo que hacemos tiene un valor en sí mismo. Este mundo ha sido afectado por el mal desde la caída del hombre en el pecado. Desde ese entonces la progresión del mal hace que la tierra sea un lugar difícil en el que vivir. Hay una degradación del entorno natural, hay una ruptura de las relaciones entre las personas, hay efectos negativos en el mundo de lo material, pero nuestro trabajo está destinado a revertir esos efectos negativos. Nuestro trabajo hace que este mundo caído sea un lugar en el que es posible vivir. La manera en la que hacemos nuestro trabajo muestra hasta qué punto nosotros somos discípulos, seguidores a tiempo completo de nuestro Señor, aquel que dijo: Hasta el día de hoy mi padre trabaja y yo también trabajo. 

Ésta concepción del trabajo nos ayudará a no ver en él un entorno negativo del que hay que escapar y a no convertir nuestras vacaciones en el ídolo al que adoramos. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Luego existo - Síndrome postvacacional